ANÁLISIS

Alfonso Rojo: «La canción del verdugo»

A las pocas horas de que asistiéramos en el Congreso de los Diputados, esta vez en boca del PSOE, a la repetición del repugnante argumento

Alfonso Rojo: "La canción del verdugo"
Enfrentamientos entre manteros senegaleses, antisistema y policías en el barrio madrileño de Lavapiés. EF

Lo tremendo es la incoherencia, la irracionalidad, la falta de escrúpulos con la que se mueven y prosperan algunos en la política española

La caradura es tal y la desvergüenza tan grande, que habría que tomárselos a coña, si no controlaran la capital de España, gracias a los complejos y la pusilanimidad del PSOE.

Los hechos son meridianos. A media tarde, un inmigrante senegalés aquejado de epilepsia sufre un infarto, cuando vuelve a su casa en el barrio de Lavapiés.

Alertados por un compatriota, dos policías municipales que iban a entregar una notificación, acuden a toda prisa e intentan salvarlo con maniobras de reanimación.

Llegan más agentes e incluso una ambulancia del Samur, pero el senegalés, mantero ilegal de profesión, fallece.

¿Y qué hace el Ayuntamiento de Madrid en cuya plantilla están los esforzados municipales?

Pues el concejal de Economía, un tal García Castaño, afirma que el fallecido es «una víctima del sistema capitalista». Su compañera de Podemos, la simpar Rommy Arce, eleva el listón y habla ya de «xenofobia institucional«.

Uno de los jefes de los anteriores, Ramón Espinar, asegura que «España no ha estado a la altura de los derechos humanos». Y así toda la banda, encabezada por la alcaldesa Carmena quien anuncia que investigará «a fondo«, mientras las cadenas de televisión tratan de pescar audiencia difundiendo bulos, falacias y ‘teorías‘.

No se molestó Manuela en puntualizar a quién van a investigar, pero a nadie le cabe duda de que no será a los antisistema y okupas de su cuerda que incendiaron el barrio y robaron televisores. Todos bastante blancos y con DNI español, por cierto.

No es de extrañar que este sábado, el portavoz del Sindicato Colectivo Profesional de Policía Municipal (CPPM) afirmara dolido que «hay una campaña de odio contra la Policía promovida por las instituciones».

Si sólo fuera eso, no sería tan grave. Lo tremendo es la incoherencia, la irracionalidad, la falta de escrúpulos con la que se mueven y prosperan algunos en la política española.

El aquelarre de Lavapiés ha llegado justo a las pocas horas de que asistiéramos en el Congreso de los Diputados, esta vez en boca del PSOE, a la repetición del repugnante argumento de que las victimas -del terrorismo, los asesinos, los violadores o los pederastas- están demasiado afectadas por la tragedia, albergan tanta emoción y son tan fácilmente manipulables, para que su opinión sea tenida en cuenta.

¡Váyanse a tomar por saco, paisanos!

ALFONSO ROJO

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