Antonio Sánchez-Cervera

Gibraltar y el Campo de Gibraltar: su encrucijada

Gibraltar y el Campo de Gibraltar: su encrucijada
Antonio Sánchez Cervera.

En principio, el Reino Unido se separará de la UE el 29 de marzo de 2019. Se iniciará entonces un periodo transitorio que finalizará el 31 de diciembre de 2020

Es bien conocido que los británicos negocian siempre de manera puntual y con la argucia necesaria para implantar sus intereses. Ahora bien, esta vez, se encuentran con el muro europeo continental que no se lo va a poner nada fácil.

Se va a entrar en un periodo transitorio donde los ingleses no tendrán voto en las decisiones comunitarias pero sí obligaciones que cumplir.

¿Y Gibraltar?

Indudablemente Gibraltar se puede asimilar, codear actualmente con países sumamente ricos, tales como los Emiratos Árabes, Catar y hasta con Suiza, pues los gibraltareños mantienen una renta per cápita muy alta que les permite dar trabajo diario a unos 13.000 españoles. Sin embargo, para los ingleses Gibraltar no deja de ser una colonia militar y cuando Londres negocia con Bruselas no hay que olvidar que no tiene amigos sino intereses permanentes. Y en esto deben ser conscientes, realistas, los de la Roca. Primará siempre el beneficio de la Isla que las ganancias de la Roca y Londres podrá recordarles que desde 1982 su PIB aumentó hasta desproporcionadamente gracias a la sutil y muy tapada negociación que libró con el ingenuo Gobierno socialista de aquel momento, con el que urdió abrir la Verja. Fue una condición que España tuvo que aceptar para su entrada en la Comunidad Europea, que Londres manejó certera y astutamente.

Hay que precisar, que si Gibraltar está dentro del ámbito territorial del Reino Unido, necesariamente Londres y Madrid tendrán que hacer concesiones para no desbaratar en su totalidad, por un lado, los privilegios que hasta este momento gozan los de la colonia y, por otro, la economía de los miles de españoles cuya empresa, se diga lo que se diga, es Gibraltar.

A Londres le interesa mantener una excelente relación comercial y de toda índole con Madrid y viceversa. Es innegable. Si la recíproca negociación entre ambos países se condiciona a la cuestión previa de la soberanía, aspecto este en el que a Gibraltar, erróneamente en nuestra opinión, escaso chance se le va a dar, la posibilidad de un buen y proporcionado acuerdo para todos se esfumará como el humo de los cigarrillos que se venden en el Peñón.

Apartado diplomáticamente el tema de la soberanía, España debe pilotar el Gibralexit con mesura calculada para que al final no haya ni vencedores ni vencidos sino la consecución de unos logros que beneficien o perjudique mínimamente a los verdaderos protagonistas de toda esta trama cansinamente histórica: los gibraltareños y los campogibraltareños. Londres, Madrid y Bruselas no pueden jugar frívolamente con esos ciudadanos de esa zona tan especial.

Seguramente, los gibraltareños perderán una parte de sus actuales privilegios sin que de ninguna manera les suponga una hecatombe en sus economías sino más bien una más que racional situación de un buen vivir, que no debe subordinar, restringir o coartar los derechos laborales de los españoles que trabajan en Gibraltar y deben continuar laborando.

Y… ¿qué más da compartir el aeropuerto conjuntamente si se garantiza lo anterior?

Ni es momento de renegociar Utrech, ni es irrelevante ningunear a Gibraltar en las negociaciones, ni es ocasión para que España pilote el Gibralexit desatendiendo a sus conciudadanos del Campo de Gibraltar.

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