En el grupo parlamentario del PSOE se han tomado la última de su líder como "una declaración de guerra en toda regla"
El feo y el desaire que el secretario general ha hecho en las últimas horas al que es uno de los diputados socialistas más respetado y más «valioso», José Enrique Serrano, ha desatado otro incendio en las alturas del PSOE y ha dinamitado totalmente los últimos puentes en pie entre Ferraz y la vieja guardia del partido.
Tras el golpe independentista en Cataluña, Sánchez condicionó su apoyo a la aplicación del artículo 155 a que Rajoy se abriera a una reforma de la Constitución. Y como paso previo, la creación de la bautizada como Comisión de Evaluación y la Modernización del Estado Autonómico, que preside el propio Serrano, que fue jefe de gabinete de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero. Una comisión que se creó abierta y sin límites a expertos de cualquier tendencia.
A petición de Cs, este órgano parlamentario iba a citar por su extensa trayectoria política e institucional al exvicepresidente Alfonso Guerra y a los expresidentes autonómicos socialistas José Bono y Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Una convocatoria apoyada y aplaudida por José Enrique Serrano, que apeló ante los suyos a la condición de expresidente de la Comisión Constitucional de Guerra durante la tramitación del Estatuto de Cataluña y a la experiencia territorial de Bono e Ibarra.
Pero, hete aquí que Sánchez ha vetado expresamente la presencia de los tres referentes socialistas en la Comisión seguramente para ahorrarse el trago de escuchar las críticas de todos ellos al nuevo «PSOE plurinacional» impulsado por su líder.
La indignación de Serrano -cuya llegada al Congreso en sustitución de Eduardo Madina fue recibida como un bálsamo entre sus compañeros de bancada- va en aumento, me cuentan desde las filas socialistas.
Ciudadanos ha decidido abandonar el citado órgano, en el que no están desde su inicio ni Podemos ni los nacionalistas vascos y catalanes. Y cuentan que la paciencia del «viejo PSOE» está a punto de agotarse. El ruido de sables en el socialismo no deja de sonar.