Santiago López Castillo

El Papa cantamañanas

El Papa cantamañanas
El Papa saluda tras el Regina Coeli Agencias

Quizás sea excesivo decir que un Papa cuando no tiene qué hacer mata moscas con el rabo. Si no no se explica que Francisco continúe permanentemente metido en jardines con flores y plantas abonando los terrarios en vez de avanzar en lo espiritual y en lo sobrenatural. Pero es que es un populista de tomo y lomo. Lo suyo son los viajes y las recepciones de Estado y meterse en harinas de otros costales.

Jorge Mario Bergoglio (81) es el prototipo de argentino que todo es él, el mundo es él, y tiro porque me toca. Si a su vanidad le añadimos su verborrea platense, tal que Jorge Valdano, pues tendremos un obispo orbi et orbi. Ahora ha exhortado a los jóvenes a que griten. ¿Cómo los catalanes independentistas? Por ejemplo. Él sólo piensa estar en candelero, que le hagan libros y que los cameraman le fotografíen.

Le he llamado rojo y comunista. También es muy propenso a ensalzar a maricones y lesbianas, transexuales diversos y soslayando el derecho natural. Bueno sería -piensa usted- que combatiera los crímenes del «derecho al aborto» que es una plaga que se extiende como el aceite por toda la humanidad. Pero es que no es progre. Ya. Abraza a los coletas, a los dictadores y gentes de muy dudoso pelaje. Cuán distinto de Benedicto XVI, al que las izquierdas llaman «facha» y otras lindezas por ser un pontífice intelectual, de gran altura filosófica y ejemplo de prudencia. Igualito que esos obispos catalanes, ultra nacionalistas, que anteponen el «derecho a decidir» al bien común; son la misma semilla que los prelados vascos en el fulgor de la ETA. Son calcos delirantes como aquel mosén Xirinacs que estuvo en el Senado durante la transición y estaba más loco que las maracas de Machín.

No, eminencia. Jamás llegará a ser Juan Pablo II que derribó el muro de Berlín sin romperlo ni mancharlo. Lo suyo, santidad, es la guerrilla en Colombia, las babas y corralitos en Argentina, y diversas cutreces en este su cuestionado pontificado. La misión de la Iglesia, que se sepa, no consiste en solucionar los problemas terrenos; civiliza evangelizando».

A este iluminado le hace falta un repaso por la «Pacem in terris». A saber si sabe lo qué es.

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