Juan Pérez de Mungía

El dilema Cifuentes

El dilema Cifuentes
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes (PP). EF

La manifestación mas perversa de la ética política consiste en reaccionar a una falta grave o a un delito estudiando las consecuencias de reaccionar con celeridad. Ya se sabe que el tiempo lo cura todo. Pero, como siempre ocurre, la conducta ética no es un atributo personal que se obtiene por nacimiento, sino resultado de las condiciones sociales que lo hacen posible. Nadie se puede llamar a engaño a este respecto. Al igual que el sistema político nazi encontró sus verdugos sin reparar en la índole de cada persona, lo mismo ocurre con cualquier delicuente: nadie lo sería sino existieran oportunidades para delinquir y recompensas que obtener. El derecho no es sólo ordena no hacer ciertas conductas, sino también ordena mostrar ciertas conductas. En otras palabras, no hay delicuente ni delito sin el entorno social que lo hace posible. El caso Cifuentes es un ejemplo típico de lo uno y de lo otro.

Cifuentes se aprovecha de su posición social y una institución se lo concede. Si en algo tiene razón Cifuentes es que su conducta no puede entenderse sin una universidad corrupta que mercadea con las titulaciones y que encuentra amparo en el salario de la colusión del catedrático de turno. Nada le impide al honorable catedrático comprometer el futuro de sus pupilas que tanto le deben, y su honor hasta el punto de que alguna pueda revolverse contra quien se aprovecha de su confianza como si fueran plazas en propiedad. El cinismo hace el resto y el miedo guarda la viña. Sin duda, en una institución corrupta existen tambien actores éticos que acreditan su valor con su acción pública. Algunos de estos actores ven recompensados sus esfuerzos y lo atribuyen a su mérito, otros igualmente éticos no ven recompensados sus esfuerzos y asisten atónitos como la institución que les acoge desvertebra la institución, y vende su prestigio aparente a los únicos que pueden ostentarlo de manera justificada, aquellos que tienen poder. ¿Como puede negarse el reconocimiento institucional a quien ya tiene la autoridad y el poder para disfrutarlo?. Aquí, en esta piel de toro se hacen doctores honoris causa a quien ya disfruta de todos los reconocimientos. Como el Premio Nobel, no se otorgan reconocimientos sino a aquellos que ya no resultan desconocidos, no siendo que elegir una personal novel pudiera engañar a los mercaderes del Premio Nobel. El Nobel de la Paz es bien demostrativo. Quizás con la única excepción de Malala. Dios nos libre de reconocer a un novato, a un proyecto incipiente por mucho que presentara méritos mas que sobrados. Lo mismo puede decirse de otro modo, el problema no es que haya sujetos que se corrompen y que suplementan su salario con el salario de la colusión, sino que la propia institución no cuente ni con la autoridad ni con los recursos para oponerse a quienes la usan en su provecho.

Lo que desvela el asunto Cifuentes es un pacto donde cada quien ampara su corrupción. No es la única. Es moneda común. Cifuentes ha pactado con el catedrático de turno coordinar sus acciones de tal modo que ella refuerza su posición y prestigio y el catedrático obtiene la ventajas de tener entre sus egresados a personas con influencia social. El mismo convenio de confianza, el mismo delito de colusión, se aplica cuando las empresas de un sector acuerdan precios, cuando los bancos mas poderosos de la economía del euro pactan la referencia euribor, cuando las petroleras se ponen de acuerdo, o cuando los mercaderes del mercadillo alteran los precios para aparentar una competencia inexistente. Ya se sabe toda competencia es desleal. En todo delito de colusión es el crecimiento lo que se ve perjudicado. La colusión representa ese tipo de mercados donde clientes y proveedores cooperan entre sí en competencia con el beneficio público. Sean educadores y educandos, sean médicos o pacientes, o cualesquiera otros de la misma naturaleza, todos quieren que el presupuesto aumente en contra de la racionalidad presupuestaria. Cifuentes es la punta del iceber de un modelo perverso de quienes se lucran por igual, son victimas que son verdugos, y verdugos que son víctimas.

El Consejo de Universidades de Madrid no promovió ningún expediente al rector plagiario a quien sucediera el actual de la URJC Javier Ramos, que además de no ser hábil en su expresiones públicas, sabe muy bien qué y cómo se juega en este negocio. Tal parece que percibe una señal demorada y que requiere como repetidor, indicios adicionales. El Tribunal de Cuentas siempre llega tarde y mal.

Y hete aquí que el PP de la mano de Rajoy con una trayectoria tan impecable en tantas otras cosas comete el error de legitimar esta isla de impunidad y corrupción universitaria, un nido de víboras que silencia a los competentes y que simula competencia y currículo de la mano de los negros que deben su posición a haberse sometido, cuando se espera de ellos que cumplan con la doctrina del toma y daca. Es el tipo de bendición de la ANECA, incapaz de determinar la autoría de aquellos a quienes acredita. Como el reloj corre más rápido que los hechos, Cifuentes se enroca en el PP, y el PP se enroca en Cifuentes y manda al frente a quienes no obtienen ningún beneficio de encubrir una conducta inmoral si es que no se considerara por los tribunales como delictiva. Que también. Cifuentes se hace la rubia hiperfeminista y huye hacia delante. La doctrina Cifuentes reedita la doctrina de Gil y Gil. Se equivoca de medio a medio Rajoy con Cifuentes. Cifuentes no tiene tirón electoral, o el tirón electoral no puede legitimar la trampa y la colusión de los sátrapas. ¿O es que los votos pueden legitimar el delito? ¿Por qué no se aplica la misma doctrina al independentismo doctrinario y fascista de la superioridad racial catalana?. Cifuentes ha devenido inconstitucional. Su trayectoria no se basa en el mérito y en la capacidad. Ha simulado lo que no merece o no tiene. Debe caer. Ciudadanos tal vez nos brinde la oportunidad de otro actor aparente como Gabilondo. Nada bueno vendrá de esa interinidad, pero ¿es posible que el PP tenga tantos estúpidos tratando de echar tierra sobre el asunto? Necesitamos menos astucia, y mas ética. ¿Es posible?.

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