Manuel del Rosal

¿Quién legisla al legislador? ¿Quién vigila al vigilante?

¿Quién legisla al legislador? ¿Quién vigila al vigilante?
Manuel del Rosal García. PD

«El legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de ciudadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos» Platón, filósofo griego maestro de Aristóteles

Los legisladores hacen las leyes, pero ¿quién legisla al legislador? Los jueces son los que vigilan su cumplimiento, pero ¿quién vigila al vigilante?

Platón se pronuncia así, sin embargo, parece ser que nuestros legisladores, a la hora de promulgar leyes, solo pensaron y piensan en la felicidad de los criminales, no de las víctimas y sus familias. Y muchas de las sentencias que dictan los jueces se enfrentan al sentido común y chocan con lo que la psicología y psiquiatría nos dicen sobre la inmovilización y sumisión de la víctima cuando esta, ante la magnitud de la amenaza, ni puede defenderse, ni puede huir.

La ley es garantista…para los delincuentes. Estos saben que así es. Esa garantía es a costa de la víctima que en muchos casos y, según el legislador, ha de presentar ella la carga de la prueba debido a que la ley establece la sacrosanta presunción de inocencia. Un aforismo dice que la ley prefiere veinte culpables en la calle a un inocente en prisión. Nada dice de los inocentes violados, torturados o asesinados y de sus familias, las cuales añaden al dolor de la pérdida del ser querido, el ver y cruzarse por la calle con quien se lo arrebató asesinándolo. Y ahí estamos en que un criminal confeso y convicto, puede que además reincidente, esté en la calle tras haberse dado una vuelta por la cárcel. Está bien que un inocente no sea privado de libertad, pero está mal que un asesino disfrute de la libertad que, en base a lo que los legisladores consideran justo, sus leyes le conceden. Los legisladores al legislar pensaron que un inocente no debía pisar una cárcel y establecieron unas garantías; yo me pregunto si al establecer esas garantías, pensaron también en el inocente más inocente: la víctima que, si vive, estará marcada para toda la vida y en sus familiares igualmente marcados.

Francia, indignada, se ha echado a la calle para manifestarse por la muerte de una niña de 13 años a manos de un violador reincidente que ya fue condenado a nueve años de prisión por violar, amenazándola con un arma, a otra niña de 15 años. No cumplió los nueve años, salió a los cuatro porque la legislación de los legisladores, siempre preocupados por el pobre delincuente y olvidando a la víctima, se lo permitió.

La mujer de 64 años recibió una paliza de una alimaña con forma humana, tan solo por robarle el bolso. Esa hiena ya había sido condenada nada menos que por homicidio y, gracias a las leyes que promulgan los legisladores pensando en los pobrecitos delincuentes, disfrutaba de libertad. Stoian, así se llama este energúmeno, es uno de los veinte culpables que se encuentran en la calle todos los días conforme al aforismo antes citado, mientras a la víctima de su homicidio le fue arrebatada, no solo la libertad, también la vida.

Cito estos dos casos, uno en Francia y otro en España porque demuestran que las leyes promulgadas por los legisladores de esta Europa de «progreso» y «buenismo» son más o menos iguales en todo el continente y están hechas desde la perspectiva de que el criminal necesita una nueva oportunidad… ¿para qué? Pues entre otras cosas, para volver a delinquir a sabiendas de que los legisladores, incluso en caso de asesinato, ya le tienen preparada una buena celda, muy acomodada y una batería de atenuantes que le permitirán salir de la cárcel cumpliendo un tercio o poco más de la condena.

Los legisladores dicen que legislan en base a Derecho ¡faltaría más! y que ese Derecho debe garantizar los derechos constitucionales de los ciudadanos. El derecho más importante de un ciudadano es el derecho inalienable a la vida. ¿Saben esto los legisladores? Y si lo saben ¿cómo pueden legislar bajo la premisa de primero atender al delincuente y después a la víctima? Llegados al punto en que las leyes están hechas para garantizar los derechos institucionales de los delincuentes, en el supuesto de así sea, uno se pregunta: ¿pero deben tener derechos los criminales, los asesinos, los violadores, los pederastas, los torturadores etc.? – Y si es así ¿Deben tener los mismos derechos que los ciudadanos honrados y honestos? Porque rechina y mucho que, en cuanto a derechos, se metan en el mismo saco a delincuentes y a víctimas. Los ciudadanos del común, viendo y oyendo lo que en los últimos meses venimos viendo y oyendo, aparte de hacernos esas preguntas, nos hacemos otra más: «¿En manos de quien estamos?»

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