Análisis

Ni proscripción ni imposición

Ni proscripción ni imposición
Jaime Ignacio Del Burgo.

Quizás la manifestación del próximo día 2 de junio en protesta por la política lingüística del cuatripartito inquieta al Gobierno… vasco. Prueba de ello es el artículo publicado el domingo 20 de mayo por Iñaki Agirreazkuenaga titulado «¿Quién quiere la prescripción de la Lingua Navarrorum?». Su autor, de naturaleza vizcaína, ignoro si es militante del PNV pero sí me consta su estrecha colaboración con el ejecutivo vasco. El Gobierno navarro también se está movilizando contra la nueva protesta foral al tiempo que el aberzalismo radical se muestra cada vez más beligerante. Y es que un repudio multitudinario en Navarra a la política lingüística de Uxúe Barcos es un torpedo contra la sumisión a la idea de que aunque no formemos una unidad política con el País Vasco, ya somos Euskal Herria.

Comienza Agirreazkuenaga recordando que el 3 de noviembre de 1980 se declaró la oficialidad del euskera en toda Navarra por acuerdo del Parlamento foral y que tal pronunciamiento debió integrarse en las Bases de Reintegración y Amejoramiento del Fuero. Mandato que no fue respetado. No fue así. Las referidas Bases no eran un mandato imperativo para los negociadores del nuevo pacto con el Estado para el Amejoramiento, sino el punto de partida para la búsqueda del acuerdo con el Estado. Por otra parte, el pacto alcanzado en 1982 obtuvo el voto favorable de 50 de los 70 parlamentarios forales. Por lo tanto, cuando el Amejoramiento dispone que» el castellano es la lengua oficial de Navarra», «el vascuence tendrá carácter de lengua oficial en las zonas vascoparlantes de Navarra, y «una ley foral determinará dichas zonas, regulará el uso oficial del vascuence y, en el marco de la legislación general del Estado, ordenará la ordenanza de esta lengua», su aplastante aprobación por el Parlamento navarro le otorga al precepto plena legitimidad democrática. Por el contrario, la declaración de 1980 ni siquiera alcanzó mayoría absoluta de la Cámara pues fue aprobada por 33 votos a favor y 29 en contra.

No dice tampoco Agirreazkuenaga que en la sesión de 1980 por 17 a favor y 45 votos en contra se rechazó una moción de HB, Amaiur, PNV y Euskadiko Ezkerra que pretendía un texto «sustancialmente» distinto al que fue aprobado. No estaban de acuerdo con que hubiera que negociar nada con «poderes extraños a Navarra» y entendían que no era lo mismo declarar cooficial al euskera que tenerlo como lengua oficial. Por el contrario, UCD, UPN y el PSOE ya anunciaron la necesidad de proceder a la zonificación lingüística por razones de sentido común.

Sobre la denominación de «lingua navarrorum» que figura en un documento notarial de tiempos de Sancho VI el Sabio para justificar un par de palabras en vascuence, sólo diré que en aquellos momentos no se tenía por «navarros» a todos los habitantes del Reino. Además, no es casual que nuestros Fueros se escribieran en «idiomate terre navarre», que no es otro que el romance al que hoy llamamos castellano o español. Tampoco lleva a ningún lado la discusión sobre en qué partes de Navarra se llegó a hablar en siglos pretéritos el vascuence. Lengua que poco tiene que ver con el euskera batua, una invención de mediados del siglo XX para dotar a Euskal Herria de un «idioma nacional».

Pues bien, el Amejoramiento fue congruente con la realidad lingüística de Navarra. Declaró la oficialidad del vascuence en las zonas vascoparlantes, es decir, en aquellas en las que realmente tiene el carácter de lengua materna de la mayoría de la población.

Extender la oficialidad a toda Navarra sería un despropósito. Y eso lo saben los «oficialistas». Pero no les importa. Porque como el propio Agirreazkuenaga reconoce «el proceso de normalización derivado de la oficialidad sienta las bases para que -a través de la educación general obligatoria- se pueda asegurar en el futuro el conocimiento efectivo del euskera para las generaciones venideras». Así lo reconoce paladinamente en la voz «Lengua oficial», de la Euzko Auñamendi Entziklopedia/Eusko Ikaskuntza, en la que ya da por sentado que Navarra es un territorio más de Euskal Herria. Entiéndase bien: educación general obligatoria.

Y ahí está la madre del cordero. La extensión de la oficialidad a toda Navarra tiene como objetivo imponer a toda Navarra el euskera batua, es decir, el pretendido idioma nacional de la ensoñación euskalherríaca, comenzando por la enseñanza y la Administración. Y eso sí que sería un atropello a los derechos lingüísticos de los padres de la inmensa mayoría de la población navarra que ni en las zonas no vascoparlantes ni en la zona mixta tienen por qué ver a sus hijos forzosamente escolarizados en euskera batua. Como también lo es euskaldunizar arbitrariamente a la Administración y privilegiar el conocimiento del batua para su acceso a la función pública. Pero ya lo saben, por decir todo esto me arriesgo, en palabras de un guipuzcoano de pro, a ser tachado como «antinavarro y castellanista». (Risum teneatis).

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