Análisis

Santiago López Castillo: El niño de los perros

Santiago López Castillo: El niño de los perros
Santiago López Castillo. PD

Yo creía que sólo existía el Niño de la Bola, la venerada imagen que yo aplico en la vida real al trolero de Albert Rivera, un paso adelante y otro atrás. Existe el niño de los perros, un héroe anónimo de diez años pero que tiene nombre y apellidos: Roman McConn, natural de Texas, que desde que es un mico ha salvado la vida de un millar de perros que tenían como destino la perrera o el sacrificio criminal. Un sobresaliente cum laude. Servidor, por otro lado -y perdón por la autocita-, se siente tremendamente enorgullecido cuando el escritor Eduardo Chamorro, y con motivo de su crítica a mi novela «Canela», aseveró: «No sé si el mejor amigo del hombre es el perro, pero aseguro que Santiago es el mejor amigo de los perros». Este es el título que con más orgullo llevo en el corazón.

El pequeño McConn es digno de toda loa y admiración. Casi nació con un perro en sus brazos. De casta le viene al galgo. Y desde los seis años no para de querer a nuestros queridos animales. Con la ayuda de su madre, claro, logró una organización para que por el mar corrieran las liebres y por el monte las sardinas. Bueno, creo que se me entiende, y así hasta estrujar a lametones a estas criaturas que también son hijos de Dios.

He visitado no pocos albergues de la sierra norte de Madrid. Y he salido del lugar con los ojos empapados de lágrimas. Incluso el Refugio, enclavado en la serranía de San Rafael, Segovia, cuyo responsable del centro lo tuve de colaborador en mi programa de TVE 2 «En Verde», y mucho me equivoco si algunos de estos albergues no están más por la subvención que por la salvación o adopción de nuestros animales de compañía..

Reconforta saber de estas noticias y no de esa ralea que mal viste y calza en el Congreso de los Diputados pero se pone las botas a sueldazos y utilizan el Congreso como cámara de gas para ejecutar a sus adversarios. Prueba de ello es ese vacuo e inane Pedro Sánchez que logró llegar a la Moncloa sin ganar unas elecciones. Reina por un día (o más, no se le echará ni con aceite hirviendo).

Mi gato «Tully» asiente con sus orejas de radar a la vez que me mira con sus ojos verde diamante.

«Canela». Ed. Grupo Li/bro, 1991.

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