Análisis

Cristóbal Valladolid: «La guerra catalana»

Cristóbal Valladolid: "La guerra catalana"
El socialista Pedro Sánchez toma el control de RTVE. PD

Las guerras ocurren cuando una parte quiere conseguir lo que no se puede conseguir con la razón y el derecho. Una parte pretende alcanzar un objetivo que no puede alcanzarse por otro medio que la fuerza a no ser que la otra parte ceda graciosamente algo que no puede ceder.

Los ingenuos no se enteran y los medradores miran hacia otra parte, no se quieren dar cuenta de que con los catalanes supremacistas no tenemos un problema, sino una guerra.

Una guerra fría, que no produce sangre, humo ni bombas, no es el tipo de guerra que la gente entiende, pero una guerra al fin y al cabo, puesto que una parte pretende alcanzar un objetivo ,la independencia, que no puede alcanzarse por otro medio, porque no lo permiten ni la Ley ni el resto de los españoles.

Están por una parte, los nacionalistas supremacistas de pura sangre que aceptan, de momento, a algunos «charnegos» catalanizados mediante el síndrome de Estocolmo y por otra parte el Estado incluyendo mas de la mitad de la propia Cataluña, la que por no hacer ruido ningún gobierno ha sabido distinguir de la otra mitad, o por lo menos no han sabido tomar en serio. Los supremacistas solo quieren la independencia, y el Estado, por supuesto, no la puede dar.

El Gobierno del PSOE enfrascado ahora, como siempre, en la lucha por el Poder, solo busca lo que ellos llaman la «normalización» entendida como dejar las cosas tal como estaban a principios de Septiembre del año pasado: apaciguar a los nacionalistas mediante más concesiones o promesas a cambio de seguir con un Estatuto de autonomía sin control: embajadas, adoctrinamiento escolar y mediático, en fin seguir con el tema de siempre sin tener en cuenta a donde eso nos ha llevado y lo mucho que va a empeorar si continua así.

La normalidad que busca Sánchez es la de conseguir un pacto sin garantías de cumplimiento, que garantice la paz, de momento, al estilo de Neville Chamberlain primer ministro británico que para evitar la guerra viajó a Alemania para apaciguar a Hitler, y se conformó con conseguir de éste la firma de un papel en el que se decía que Alemania no estaba interesada en la guerra, pero sin implementar medida ni control alguno cuando todavía se podía. Los resultados están todavía a la vista.

Llama la atención la similitud del movimiento catalanista con el movimiento nazi, los símbolos: la estrella, la bandera, las puestas en escena: los rallyes organizados por la ANC, con desplazamientos de manifestantes e incluso con asignación de lugar en las manifestaciones etc. Ahora, los lazos, las cruces en las playas la presión en las universidades, a los que no piensan como ellos…. Todo, todo eso, está en los manuales de Goebels, así arrancó el nazismo en Alemania; por suerte los tiempos han cambiado mucho y no pueden señalar a ninguna minoría étnica como en Alemania, pero ahora no hay cristales rotos, sino pintadas, señalan al resto de los españoles como «untermensch», Torra lo puso en su día por escrito. Solo falta el Mein Kampf.

Pues bien, no se pueden ganar guerras sin que haya vencidos, sin humillar a nadie y los que buscan que los independentistas, a cambio de lo que sea, firmen un papel diciendo que renuncian a sus objetivos, o son unos necios, o están cegados por sus propias ambiciones.

Estamos en una guerra sin sangre, pero el Estado es el más fuerte; para ganar, solo tiene que sacar sus armas que no son otras que los mecanismos existentes para hacer cumplir la Ley, desde la CE hasta el último reglamento. Por supuesto de forma valiente, no como la aplicación descafeinada del 155 de Rajoy.

Si se permite, como parece que va a suceder, que los independentistas se sigan atrincherando y fortificando sus posiciones, entonces podría suceder, aunque no sea mañana ni la semana que viene, que la guerra dejase de ser tan fría y pasase a ser templada como ocurrió en 1934.

No es broma

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