Análisis

Juan Pérez de Mungía: «La muerte express»

Juan Pérez de Mungía: "La muerte express"
Protesta pro-eutanasia a las puertas del Congreso en Madrid

La muerte nunca ha estado de moda, aunque ha sido el alfoz sobre el que se han construido las religiones del libro, las religiones monoteistas. Rapidamente cundió el sueño de la inmortalidad, aunque solo los faraones tenían derecho a ser momias eternas. Ahora, la muerte es la nueva proclama del socialismo pacato. Un nuevo derecho. Un derecho final. Hace tiempo que existe una legislación que ampara la declaración de últimas voluntades. Ya está inventada. No se necesita ir mas allá, por arte y forma del notario Martínez Díe y otros expertos juristas. No importa, el PSOE de ZP 2.0, la muerte de alguien la van a decidir los sobrevivientes con tal que puedan alegar incapacidad del reo. Nadie va a cuidar de los malqueridos, de los que apostaron por su soledad, o la sufren a manos de sus herederos que quieran repartirse sus despojos. Está claro que a solas, se muere peor. Por eso, el padre putativo de Jesucristo es el abogado de la buena muerte. El Estado no puede asegurarte una muerte digna, pero puede asegurarte una muerte segura, por decisión administrativa legalmente pactada por la mafia socio-podemita. Es una estrategia perfecta para disminuir el gasto de la Seguridad Social.

Es claro que no se puede perder tiempo en sentimentalismos caros. Vivir es un capricho de la naturaleza y la muerte es una necesidad social en un país donde se muere más que se nace. La substitución de los originales del territorio por los migrantes requiere una substitución rápida de mano de obra y el pago de las pensiones es ya un lujo que la gran patria vasca que avaló la subida de las pensiones para sus correligionarios. Las pensiones de la gran patria vasca la pagan todos los españoles, mas allá del cupo vasco. La misma miseria de quien quiere todo para sí. El Estado no puede permitirse mas gastos que aquellos que permitan la ocupación del poder. Matar con el consentimiento del muerto aún viviente es normal, ya lo decide quien decide su suicidio. La regulación legal pasa ahora por el incapaz. Pablo Iglesias y Pedro Sanchez dirán con qué vehículo se dará un paso adelante sin andar.

España es un país, lo era hasta hace bien poco en que vinieron ZP 1.0 y ZP 2.0. El nuevo software del Estado. Había un gobierno e incluso un parlamento, ahora no, ahora tenemos un estado de opinión. La calle grita y la calle demanda justicia popular, ofrece carnaza para el linchamiento social de Dolores Vazquez por haber seducido a la madre de la víctima Rocío Wanninkhof, y resultó ser un canalla británico de cuyo nombre no quiero acordarme. Como en el linchamiento social de promovida de forma criminal por Ana Rosa Quintana y Susana Griso inculpando a quien no era culpable, contribuyendo a la exoneración de la criminal confesa Ana Julia Quezada. Ya se sabe que los asesinatos solo lo hacen los machos. Cuando ya nadie discute a nadie por destruir su vida, las drogas se vuelven legales, se promueve y silencia la prostitución como expresión de la sexualidad, se abandona a su suerte a cualquiera que quiera doparse con su propio sexo, con sexo ajeno, sin seso. La sociedad liberal es el entorno perfecto para el abandono del otro. Cada cual abandonado a su suerte, no importa cuantos ni como se afanen por su autodestrucción. Pues ahora el Gobierno del Estado decide cuando debe cada cual morir, dándole una pátina de legalidad y respeto. La limpieza social se viste como la democracia nacionalista del demente Puigdemont y el anencefálico Torra, de blanco. Pero es negra como la muerte negra, como la bandera del anarquismo fascista, roja y negra. Los extremos se tocan.

Los viejos, son viejos y chupan del Estado pensiones y sanidad, mucha sanidad, y encima viajes del Inserso, descuentos en paradores y entradas en espectáculos. Para quien puede. Se trata de imponer precios a los alquileres de vivienda, pero no a las residencias como almacenes de ancianos. Los viejos son caros y una sociedad moderna no puede ni debe tener abuelos, además no hay nietos, y tampoco pueden ejercer de consejeros aúlicos. Zapatero 1.0 dixit, son antiguos. Ahora los abuelos no existen, son singles, viven solos, no tienen hijos, no tienen amigos, solo descendientes colaterales, ya se sabe que otro dirá quien merece vivir. Vivir era un derecho. Ahora morir es un derecho, eso si, un derecho digno porque nada cuesta una declaración.

Ya los hospitales ingleses han descubierto una trama que exterminaba a sus pacientes más molestos, viejos, enfermos y apestosos y también niños, inviables. Los hospitales ingleses han contratado solo a doctores Kevorkian. No solo son los casos de Liverpool. Tienen socios externos, el alemán que envenena a sus compañeros con la merienda. Esparta no paga disminuidos. Zapatero 2.0 ha reinventado el monte Taigeto, para despeñar a pensionistas. Pronto lo extenderá a todos los inválidos. Nadie va a pelear por el hospital de parapléjicos. Un médico británico, contraviniendo el juramento hipocrático, relataba que se pone término a la vida de bebés y niños con discapacidad mediante la retirada de la alimentación y los líquidos necesarios para sobrevivir. En unos diez días c’est fini. Hasta el momento, se conocía que esta práctica se realizaba con ancianos y enfermos terminales adultos, como no. En el servicio de cuidado médico de Liverpool (LCP) mueren cada año 130.000 pacientes ancianos y enfermos terminales adultos. Ahora es objeto de una investigación independiente solicitada por los ministros del gobierno inglés. Hay que disimular. La pregunta eterna, ¿quien controla a los controladores?. ¿Como castigar a los enfermeros asesinos que siguen al pie de la letra el propósito de este Estado corrupto?

El ciudadano quiere sospechar que la ley de la eutanasia española sea beligerante con estas prácticas, pero nada indica cómo ni por qué, y bajo qué condiciones, qué jueces, sobre quién se determinará quien tiene derecho a vivir solo, a quien en situación vegetativa, por cuanto tiempo.¿Será el coma inducido una nueva práctica para evitar la recuperación de un paciente? y, ¿pueden caer algunos pacientes no tan enfermos pero si suficientemente sanos para alimentar las redes de tráfico de órganos? España es un país de tramas. Las mafias viven de ser mafias y ahora la legalización de la eutanasia es la guinda de una sociedad perversa que lucha con denuedo por la desaparición de la ética. ¿Quien garantiza la honradez de una decisión sobre la vida o la muerte? ¿Amazon, Google?

La sanidad española se vende como garantista, se garantiza la muerte sin dolor, un poquito de morfina por aquí y por allá con el gotero intravenoso y voilà, se acabó el pastel. Descontamos las innumerables trabas para denunciar las prácticas médicas carentes de profesionalidad. Nadie inventaríe el fracaso, ni las infecciones, ni la mala praxis. Nadie le conocía, nadie reclama su cuerpo y además es posible que puede donar el cuerpo a la ciencia para mejorar el método, es la cuestión del método. Y está el tráfico de cadáveres, Complutense mediante. La eutanasia debe ser algo rápido, indoloro y seguro y por supuesto, no dejar rastro mediante el consentimiento inducido a familiares, si los hubiera. La muerte tiene que ser como el café, express, corto y una gota de leche para darle un poco de color. Música. Como en la película «Cuando el destino nos alcance», la música y color de un planeta contaminado y destruido por profesionales de la simulación y la estafa.

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