Análisis

Santiago López Castillo: «Orgulloso de mi ser»

Santiago López Castillo: "Orgulloso de mi ser"
Orgullo gay

A usted, que soy yo, le parece una majadería las celebraciones en cascada por los almanaques churretosos de las paredes. Existe, en las conmemoraciones, hasta el día de la próstata (el del coño aun no se ha decretado, debe ser por el desgaste múltiple y universal), subrayado a sangre y fuego en las hojas caducas del calendario.
Madrid aparece, entonaba Sabina, y se le da la bienvenida, máxime los que somos del foro y le elevamos al cielo con un agujerito para seguirle viendo. Vienen a colación estas líneas por eso del orgullo gay que la progresía bendice, y no me parece mal, hasta hastiarnos. Miren, componentes de la liga LGTB, nada que ver con el fútbol -salvo excepciones- tienen ustedes pelotas o sucedáneos. Pero no paralicen las calles, las revueltas, dejen de copar todas las televisiones, maricón el último.

En este sentido, el famoso profesor López Ibor me decía en aquellas memorables entrevistas que hice en los años 70-80 a los personajes más relevantes del siglo XX:»los «homosexuales que hagan lo que quieran, pero que no molesten». Qué gran verdad.

En efecto. Que si quieren darnos por culo, que no nos jodan. Háganlo en silencio. En sentido contrario, también me parecería una provocación la celebración del macho cabrío, mostrenco, con el lema, «soy el mayor endilgador del mundo». Bueno, ¿y qué? Con su pan se lo coman, un decir. Y hasta en una televisión (diga usted la 5ª), un conocido presentador homosexual en progresión ascendente mostró a cámara (primer plano) su ano en estado puro.

– … pero es un canal privado.
– … y público en el mal gusto.

Asimismo, otra cadena del tal Roures fomenta cenas con gays y lesbianas, en lenguaje popular, maricones y boyeras, Dios me perdone. Sé que mi comentario no es políticamente correcto. Pero tengo el derecho de proclamar -y si es a los cuatro vientos, mejor- que soy como soy, como me parieron por la vía natural. Orgulloso de mi ser. Orgulloso de haber amado a mil quinientas mujeres, sin exagerar. Que en el plano filosófico, natural, se define a la persona humana de una naturaleza inferior al alma, según encíclicas, especialmente Divini Redemptoris.

Déjennos, pues, a los que todavía seguimos creyendo en la pareja -hombre y mujer y niño-, vivir tranquilos y sin sobresaltos a salto de cebolleta. Y absténganse, queridos enemigos míos, de insultarme por pertenecer al sexo natural, medio de acción, expresión y comunión del alma.
(Que hablen de uno aunque sea bien).

PD.- La «secta rosa» nació de un hombre y una mujer.

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