En España no hay Estado, no hay gobierno y apenas españoles. El juez Llarena no debe aceptar esta respuesta alemana de chichimoni porque además de una afrenta a España Puigdemont podría recurrir al Constitucional alemán que podría salir por peteneras, o venir al juicio en octubre y con una condena inferior a dos años irse a casa de rositas.
Puigdemont debe continuar en el destierro condenado a vagar eternamente por fuera de lo que llama su país e incluso por fuera del que llama su no país. Que lo pase bien. Allá se pudra en el pais de los Lotófagos, y vaya dejando a sus amigos por el camino. Y en cuanto los servicios secretos detecten que vuelve a casa por Navidad o cualquier otro motivo, detenerlo y juzgarlo por todos los delitos por los que está procesado en España.
Nuestro sistema europeo de cooperación judicial premia al que huye y castiga al que arrostra las responsabilidades y consecuencias de sus actos. A donde vamos!
Nuestros socios, aquellos con los que hemos decidido crear un espacio judicial europeo, no ejecutan la orden un juez español, y deciden por qué delitos tenemos que juzgarlos sólo por chorizos.Los jueces alemanes pretenden decirnos que si eso sucediese en Baviera, no lo considerarían rebelión, ni sedición y los juzgarían solo por salchichas.
La alarma social y el daño causado a España ha sido y sigue siendo de tal magnitud que es inconcebible esta respuesta de un juez alemán, que quizás está acostumbrado a rebeliones con bombas, campos de concentración u otras violencias.
De ahí que esto venga exigiendo desde tiempos en que Rajoy y Soraya no hacian nada, un incidente diplomático o una suspensión del Tratado Shengen. No puede ser es que la libertad de circulación a quien sirva de verdad es a los golpistas. No puede ser que la medida de la violencia la establezca el juez aleman y no el juez del pais socio y amigo amenazado.
Si no tuvieramos un gobierno de feriantes llamaríamos a consultas al embajador alemán pero no por la resolución de un tribunal sino por la ejecución correcta de la eurorden y el principio de reconocimiento mutuo de resoluciones judiciales.
Y pondríamos en solfa de una puñetera vez esta payasada en que hoy consiste el «espacio judicial europeo», que ni es espacio, ni es judicial, ni es europeo.