Análisis

Raloch: «Balance»

Raloch: "Balance"
Pedro Sánchez, días después de instalarse en La Moncloa.

El jueves se cumplirán cincuenta días desde que el actual presidente por accidente llegó al poder, y a la vista de su actuación y la de su gobierno, creo que no hace falta esperar a los habituales cien días de cortesía, para evaluarlo.

Lo primero que se me ocurre es animarlo ante el presunto problema médico que padece, pues es muy joven para sufrir de alzheimer. Es la única explicación que encuentro para qué pasase, en una semana, de afirmar que solo estaría en el poder el tiempo indispensable para convocar unas elecciones «cuanto antes», a anunciarnos que agotaría la legislatura. La otra posible explicación, pero que descarto de antemano, es que faltase conscientemente a su palabra, que para toda persona y más en el cargo que ocupa, debe ser sagrada.

Recibe al presidente de una comunidad, de igual a igual, grave error (Pasen por caja, 09.07.2018), acrecentado por el hecho de que el susodicho se presenta con el lazo amarillo en la solapa, que todos sabemos lo que significa, es decir, desafiando y atacando al Estado, pero todo son sonrisas, en vez de echarle un par y decirle, o se lo quita o no entra. Cierto es que ello hubiese hecho aullar a los separatistas, pero no es menos cierto que recibiría el aplauso de la gran mayoría de los españoles, que son bastante más millones que los independentistas. En consecuencia no es de extrañar que el catalán se ufanase, poco después, públicamente, diciendo «El eje central de la legislatura, en la línea de implementar la declaración de independencia, será dotar a Cataluña de una Constitución. No hay ninguna renuncia a nada. Quiero llegar a la independencia»

El nuevo gobierno ha visto aumentado sus ministros en más de un treinta por cien y el número de altos cargos y similares ha proliferado de tal manera que al parecer en La Moncloa están habilitando buhardillas y sótanos, para poder meterlos en algún sitio. A todos ellos habrá que añadir, supongo, sus correspondientes amígueles que cobrarán un sueldo público, perdón, quise decir asesores. ¿Quién pagará todo eso? Usted y yo, no lo dude. Ya hay avisos de subida de impuestos, que si bien, en principio, no afectarán directamente al ciudadano, acabarán tarde o temprano, repercutiendo en él, como siempre ocurre.

Otro anuncio estrella es que también hincará el diente en la enseñanza, creando una nueva signatura obligatoria para potenciar los valores cívicos y éticos, cuyo contenido serán los derechos humanos y las virtudes cívico-democráticas. En otras palabras una nueva «educación para la ciudadanía», desde la que tratarán de empapar a los niños en lo que consideran su superioridad moral. En vez de adoctrinarlos, como los nazismos y comunismos, enséñenles filosofía, urbanidad y buenos modales.

Afortunadamente dice no derogará ni modificará algunas leyes como se comprometió a hacer. ¿Otro problema de alzheimer?

Con el tema de la memoria histórica, esencial para el bienestar de la población, está montado un circo tan ridículo, que hasta le van a crecer los enanos (mis respetos hacia estos)

En cuanto a la cacareada reforma constitucional, se apunta a reconocer «hechos diferenciales», lo que dada su brillante imaginación puede ser un pretendido comienzo de intentar convertir España en un conjunto de «estados libres asociados». Además pretende permitirles adoptar «la denominación por ellas elegidas en sus Estatutos» ¿Se imaginan el lío que se formará entre algunas?
Visto lo visto está clara la calificación del balance de las actuaciones de estos días; ¿qué puntuación le darían? Lo cierto es que podemos afirmar que del dicho al hecho hay un trecho. No me culpen de catastrofista, tan solo tengo presente el viejo dicho popular, «piensa mal y acertarás».

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído