Análisis

Juan Pérez de Mungía: «La caverna»

Juan Pérez de Mungía: "La caverna"
La periodista Rosa María Mateo. EF

Cuenta el mito que la televisión surgió en la milenaria Grecia o quizás antes cuando por un azar de la naturaleza los hombres encerrados en una cueva podían descubrir una realidad invertida a través de un orificio de luz que se filtraba desde el exterior, a modo de cámara oscura, como si de un vídeo se tratara. Este fenómeno físico hacia peregrinar a miles de homínidos a la caverna donde se ofrecía ese espectáculo como un primer cine donde las imágenes del exterior se presentaban boca abajo.

Hemos asistido a la Operación Triunfo del Gobierno en su papeleta de jurado para elegir al sucesor del inútil Sánchez, a la sazón expresidente de RTVE, odiado por el otro inútil, Sánchez, esta vez presidente sociata, el mismo que ha buscado el acomodo de un candidato adecuado al ideario nacionalpopulista.

El desfile por la pasarela de la estulticia de nombres ilustres de la nostalgia guerracivilista ha demostrado que los sociatas y sus homólogos populatas no tiene candidatos de calidad sino más bien tertulianos y plumillas de poca monta, al margen de algún sindicalista sobrevenido y algún otro despistado que comulgaba con las ideas del nacionalismo bárbaro catalán, cuando no proetarra, propuesto como miembro vasco.

De esta guisa querían entrar a saco en la caja tonta, todos los tontos propuestos y si no parecían analfabetos, eran majaderos o simplemente simples. Si estos candidatos eran los candidatos, cuídeme Dios de ver alguna otra vez esa cosa llamada visión a distancia porque, para distancia la mía, la que media entre el aparato y mi sillón que resulta infinita.

Intentaron poner a un Escolar, de la saga de los escolares, Arsenio, Ignacio, ya no recuerdo… y su postulado decayó. Buscaron a un tal Gil, no sabemos si era un apócope o apellido, después o antes a la hermana de la de ADIF, una tal Vera, no la actriz, una postulante de La Secta. Nada de nada. El último era Florez que viendo el estercolero en que se había convertido el hemiciclo, filtró por todos los rincones de la casa de Prado del Rey que ya no quería ser presidente accidental. Todo un accidente mental.

Y después de este Camino de Santiago, poblado de beatos sociatas se llegó a determinar que un administrador único seria la transitoria presidenta. Una Rosa María, mujer gran reserva del 42, profesional socialista, con el carnet en la boca para espantar la manipulación, de la casa, como marca propia y perteneciente a la gerontocracia, que tanto gusta. Han rejuvenecido a la candidata, en esta ocasión, visto que Alberto Oliart cumple 90 años y fue nombrado presidente de RTVE con 83. No quedaba otra alternativa jurídica, ante el espanto del país, que han visto pasear más modelos de presidentes y consejeros y consejeras que perchas desfilan por la cuesta de Neptuno.

Sobre la idoneidad del puesto de presidente de RTVE, no se ha hablado nada porque, a la vista de los currículos, muchos ciudadanos que pasean por la calle, tendrían el cum laude que estos personajes jamás podrían obtener. Sobre el futuro de RTVE, tampoco se ha dicho nada, porque el futuro es circunstancial y solo alcanza al objetivo de manipular la información para presentar como logros sociatas los fracasos mentales de los mismos y de este modo alcanzar las eleciones en mejores circunstancias que las anteriores. Sobre la programación, la financiación, la plantilla de trabajadores, entre otros temas, ni siquiera se ha suscitado un breve debate y es que dificilmente pueden debatir los que consideran la televisión como Maduro considera a Venezuela, Ortega a Nicaragua, Erdogan en Turquía, o cualquier otro dictadorzuelo o sátrapa del tres al cuarto en su país de referencia.

La televisión ni siquiera es basura, es una eme, tal es el olor nauseabundo que emana. El gobierno, por llamarlo de alguna forma, consiste en el despropósito de hacer política por el simple hecho de convertir la realidad en ideología, en esa ideología invertida del mito de la caverna, una ideología transgénero, trufada de postverdades y declaraciones pavorosas de las monjas ministras que claman en el desierto por encontrar al hombre que nunca desearon.

Es el sexo de la política feminista lo que importa, una equiparación de entrepiernas dotadas o sin dotar de los atributos machistas. Es el sexo lo que converrtido en porno político convierte a la television en el centro de prostitución de un Congreso, el coso taurino donde se da muerte a los toreros y los muletillas toman el control del ruedo y, es que, aquellos tiempos gloriosos en los que en la televisión teníamos la oportunidad de ver a Balbín y sus debates, a Carandell y sus crónicas parlamentarias, a Mellizo y sus informativos, a Oliveras en su Aventura Humana, los viajes selváticos del intrépido De La Cuadra, los lobos feroces De La Fuente, la voz de Taibo en los mares, los concursos de Serrador y tantos otros que llenaron nuestros ojos, oídos, caderas, manos y pies, de suculentas imágenes, aquellos tiempos donde la televisión era algo nuclear en la cultura y la opinión pública, esos tiempos ya no volverán. No existe retorno al pasado cuando desde el púlpito se imparte la religión nacionalista, socialista o populachera de La Tuerca, que tanto da. Son los patrones estériles que un día poblaron los despachos de la falange donde los padres de muchos sociatas vestían camisas azules o negras y portaban banderas con yugos y flechas. Franco vive en el recuerdo del gobierno y quieren estirarlo al infinito para montarse en la burra de su absoluta falta de talento.

Alguien ha tapado el agujero de la caverna. La realidad no existe, ya no hay imágenes, solo los esqueletos de los ciudadanos que se quedaron atrapados en la cueva del tiempo. No volverán las oscuras golondrinas para anidar con sus intrépidos vuelos en los lugares más inaccesibles. Las urracas se han encargado de ahuyentar el comienzo de una nueva primavera para la televisión pública.

Juan Pérez de Mungía
@juanpdemungia
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