Análisis

Santiago López Castillo: «Casado, casa quiere»

Santiago López Castillo: "Casado, casa quiere"
Pablo Casado (PP) y Pedro Sánchez (PSOE). EP

A las dos horas de su proclamación, ya estaban propios y extraños tirándole a degüello. Es algo consuetudinario con nuestra idiosincrasia, lo mismo te elevan que te derriban, leña al mono que es de goma. Y más en los partidos políticos. Ya lo decía el cachondo de Pío Cabanillas, «¡cuerpo a tierra que vienen los nuestros!» Y en sentido parecido, Luís de Grandes, por cierto presidente del congreso extraordinario del PP, afirmaba que los mayores enemigos están en el propio partido.

Ello se producía mientras el falso presidente entronizado por la puerta falsa se iba a Valencia en el falcon oficial para asistir al concierto de The Killers aunque es pacifista y olé. Morro. Igual que Alfonso Guerra que pedía un mystère para ir a los toros y Bono se desplazaba a Sierra Nevada en helicóptero ni que fuera Sirkorsky o Juan de la Cierva.

Estremecen los socialistas. Todo para el pueblo pero sin el pueblo. El gratis total es moneda de cambio para el trinque y el choriceo, rico, rico… Asimismo, en los tiempos de la pana felipista, las recepciones del Rey se celebraban a golpes de codazo de izquierdas. Todos se querían fotografiar con el monarca. Ahora le quieren mandar a tomar por el culo. Mas me desvío. Tengo tanta caza en el morral que me pierdo. Al joven Pablo Casado ya le quieren enterrar y eso que no ha aprendido a volar. Éste es un país de faltones, sabelotodos, ignorantes y salvapatrias. Debería volver a la coctelera del gran Perico Chicote, nada que ver con ese gordito televisivo de idéntico apellido y, por fortuna, tengo una botella del magnífico y primitivo barman que albergaba aromas para agitar la mejor coctelera de Madrid.

Casado ya ha sido calificado de «extrema derecha» por la izquierda, ar. De retrógrado, de guapito de cara, de defender el derecho a la vida, valores como la familia, la unidad de la patria, la anticorrupción, el medio ambiente y tres cuartos de oxígeno. Y lo dice un tal Ábalos, con be, que presumía de ser doctor en ciencias exactas y no era -como se demostró- nada más que un profesorcillo de matemáticas. Pero estos socialistas lo dicen con tanta desvergüenza que hay pardillos que hasta se lo creen. Volverán a la matraca de sus carreras, económicas y derecho, dos en una, y hasta indagarán sus clases en párvulos y si cantaba en el patio el Cara el Sol (ya le acusan de ser el doble de José Antonio). Ah, y qué no decir de la fiel infantería mediática de la izquierda toda. Por cierto, ésa fue una de las lagunas del nuevo presidente en su exposición de motivos. Tiene un gran orador que yace en el exilio europeo y se llama Gozález Pons.

Me cuentan que los hombres de confianza de Pablo Casado están en Galicia. Encaje de bolillos habrá de hacer para incorporar al equipo de Sáez de Santamaría, abogada del Estado, no una mindundis como la caterva de las pajines. Y concluyo: cuando los enemigos ladran, es que cabalgamos. Qué verdad es.

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