ANÁLISIS

José Luis Suárez Rodríguez: «El pacifismo violento de Don Tancredo Puigdemont»

José Luis Suárez Rodríguez: "El pacifismo violento de Don Tancredo Puigdemont"
El golpista Carles Puigdemont, con un lazo amarillo en la solapa, habla de independentismo en Cataluña. EP

El tancredismo o suerte de Don Tancredo, consistia en un lance taurino, de mucha tradición en la primera mitad del siglo XX. Un individuo, de nombre Julio Tancredo, fue el inventor de la suerte: subido en un pedestal o banqueta, pintado íntegramente de blanco, con ropaje cómico, esperaba desafiante al toro a la salida de chiqueros, en actitud de absoluta quietud, en mitad del coso.

La expectativa del sortilegio surgia del hecho de que, estando inmóvil, la sabiduría de la tauromaquia afirmaba que el toro creería que la blanca figura del cómico, completamente estático, le haría presumir que se trataba de una estatua de mármol y, convencido de su dureza, no se atrevia a cornearla, y pasaba de largo. Sin embargo, un avispado Miura se lo llevó por delante.

Hacer el Don Tancredo como estrategia política, mostrándose el gobernante impávido y con desdén ante los acontecimientos que reclaman su necesaria actividad, «dejando enfriar las cosas», aplaza su abordaje en la búsqueda de soluciones útiles, y espera indefinidamente, resulta un ejemplo de tancredismo, que muchas veces se ha achacado, quizás partidistamente, a Don Mariano Rajoy, hombre de Estado.

Pero la «tancreidad», cómicamente apoyada en la farfolla y la engañifa como truco de la campaña política, tiene como protagonista seguro al esperpéntico Don Carles Puigdemont.
El «huido de la justicia», exiliado en el ruedo europeo, exhibe la blancura de su pacifismo, como trola dirigida a la galería, pero no engaña a nadie. Y menos, al Miura de la Justicia, como el que encarna el Instructor del Tribunal Supremo, Don Pablo Llarena.

El pseudo pacifismo de Puigdemont, y de su banda independentista, ha sido siempre una farfolla cómico-simbólica, que encubre la malsana intención, contradictoria del son de paz, del recurso a la violencia fanática.
Fuerza desarmada pero coactiva han representado todos los pasos de un procès guiado por el fanatismo violentador de la Ley, vandálico instigador de la movilización partidaria, de la intimidación ciudadana, de la conspiración subversiva del orden constitucional establecido, para provocar el estallido social, intentando cambiar un orden autonómico avanzado y forzar, con retorcimiento del reglamento del estamento parlamentario, una pretendida república catalana, sin suficiente «catalanismo».

Para el Juez Llarena, instructor en la Causa Especial 20907/2017, «es evidente que la minuciosa ideación de la estrategia con la que pretendía imponerse la independencia en el territorio, permite considerar que los principales responsables en estos hechos siempre hubieron de representarse que el proceso terminaría recurriendo a la utilización instrumental de la fuerza» … «se representaron que el fanatismo violento de muchos de sus seguidores había de desatarse. Y la persistencia en su determinación criminal con ese conocimiento, es muestra de su voluntad de incorporar la utilización de la fuerza al mecanismo para conseguir una secesión a la que no quería renunciarse».

En este propósito, se perpetró el acto cobarde del asedio de 60 mil personas, convocadas por Jordi Cuixart ante la sede de la Consejería de Vicepresidencia, Economía y Hacienda de la Generalitat, en la que el 20 de Septiembre de 2017 se practicaban registros judiciales relacionados con la convocatoria de Referéndum ilegal. Allí hubo violencia coactiva y física: «la muchedumbre-relata el juez instructor-, rodeó los vehículos de la Guarida Civil, que terminaron devastados y destrozados interior y exteriormente…».

El Juez concluye (Resumen del Auto de Procesamiento), que la causa por él investigada e instruida «hace frente a un ataque al Estado constitucional, con la voluntad de imponer un cambio en la forma de gobierno de Cataluña y del resto del país…», lo que «significa un delito de rebelión», siendo autores Puigdemont y 12 personas más de su grupo secesionista. Considera que, dentro de los Delitos contra la Constitución, el precepto contenido en el Art. 472, 5º, 7º, y concordantes del Código Penal, castiga como reos del delito de rebelión a los que «se alzaren violenta y públicamente para [entre otros fines] declarar la independencia de una parte del territorio nacional o sustraer cualquier cualquier clase de fuerza armada a la obediencia al Gobierno «.

Don Tancredo Puigdemont, Presidente huido de la Justicia, proclama en el exterior, pero no declara ante el Juez, que las manifestaciones independentistas y las actividades del Process han sido «pacificas y democráticas»: «Años de manifestaciones en Cataluña, con millones de personas manifestadas sin incidentes, son ejemplo de civismo» (Tuit de Puigdemont, 24/09/2017).

Es la careta del «pacifismo pacífico» que ha engañado al Tribunal de Schleswig-Holstein, de Alemania, en cuyo auto se describe a Puigdemont como un líder pacifista: «No era un líder espiritual de la violencia» … «La persona perseguida (Puigdemont) no tenia voluntad de cometer excesos».

Con todo, Don Tancredo Puigdemont, en su coso turístico de Bélgica, subido en el pedestal de Waterloo con la máscara de pacifista y el vinagre de la violencia fanática golpista, está a las espera de su Mihura de la Justicia europea.

Lo increíble para la opinión pública, española y europea, es que esta tesis del pacifismo, negadora o devaluadora de la sentencia del Juez Llarena, que concluyó en la afirmación del delito principal de rebelión, se haya impuesto políticamente en el gobierno de Pedro Sanchez, que admite la extradición del fugado sólo por el delito menor de malversación, en base a la «normalización». Lo cual es una anomalía.

A punto de conocerse las conclusiones judiciales de la investigación penal sobre los acontecimientos relacionados con los atentados de Barcelona y Cambrils en Agosto de 2017, se especula con las presumidas, y no asumidas, responsabilidades habidas, por acción u omisión, con cargo a los líderes e instituciones políticas de Cataluña.
Puigdemont, y su tribu independentista, que miraron hacia otro lado, con la idea de que «a rio revuelto, ganancia de pescadores», y «cuanto peor, mejor» para la causa secesionista, deben recibir la más enérgica repulsa de la Justicia Europea, porque el nacional-catalanismo forma parte de la peor ralea del nacionalismo supremacista, que es la peste de Europa.
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NOTA.- José Luis Suárez Rodríguez es Director de www.masespaña.es Es autor de Filosofia y Humor y Lúdica. Asesor. Analista Político.

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