ANÁLISIS

Santiago González: «La tesis del doctor Sánchez»

Santiago González: "La tesis del doctor Sánchez"
Las redes exigen a Sánchez que haga pública su tesis doctoral tw

«Nadie enciende una vela para ponerla debajo de un celemín», dice el evangelio, pero eso es seguramente porque San Mateo no había tenido ocasión de conocer a Pedro Sánchez, «el doctor Sánchez», como propone Arcadi Espada que se le llame respetuosamente (Cuando Sánchez daba lecciones de ética en la moción a Rajoy: «Hay países donde se dimite por plagiar tesis»).

Tuvo Rivera una mañana feliz, aunque encarrilara su intervención por derroteros alejados de la ortodoxia parlamentaria, pero el doctor Sánchez mintió en su réplica. Y mintió para decirle al licenciado Rivera que se informe mejor:

«[Mi tesis] Está colgada en Teseo. Infórmese bien porque lo está».

Este 13 de septiembre de 2018 insistía al anunciar en Facebook que a partir de hoy estará disponible en Internet:

«Para facilitar aún más el acceso a mi tesis, que ya estaba colgada en Teseo hace meses, se abrirá en su totalidad a lo largo del día de mañana».

No es cierto. En Teseo solo estaba colgada una ficha de la tesis. Es, sin embargo, un acierto haberse decidido a publicarla, o por mejor decir, la corrección del error que había cometido al amenazar al ABC con «acciones legales» si no rectifica (‘La Tesis de Sánchez’: Un miembro del tribunal y la jefa de su doctorado escribieron un capítulo con el plagiario).

Una vez llegado el asunto a los tribunales, solo tenía el doctor dos posibilidades: o envainársela y desistir o admitir que la tesis iba a ser abierta en canal por la parte demandada.

O sea, que tendremos tesis. Me alegro, yo había manifestado mi predisposición a participar con unos euros en el crowdfunding de José Félix Pérez-Orive, o sea que acceder a ella gratis me dará más gusto (Pánico en TVE con la ‘fake tesis’ de Sánchez: ‘El Lechero’ y sus tertulianos caniches callan muertos de miedo).

La información de ABC, siete páginas más la opinión, están cuajadas y su lectura es inapelable: hay plagios por lo normal, plagios en mosaico, autoplagios. Lo que define el plagio es el olvido de las comillas. Se quejaba Errejón, el becario sorprendido, de que se pueda acusar de autoplagio a alguien por haber utilizado textos suyos propios.

Los plagios o autoplagios se producen cuando no se entrecomillan los textos y no se pone una nota al pie para señalar cuándo y en qué lugar fue publicado. Lo otro es hacer pasar por reflexión, que es el rasgo de las tesis, un escrito preexistente de otros o propio, tanto da. O casi.

El doctor Sánchez no hacía distingos: fusilaba todo lo que se movía: informes del Gobierno Zapatero, artículos de profesores de Cádiz, un artículo publicado cinco años antes por dos profesores de la Universidad Carlos III, estadísticas, presentaciones de Power Point, todo venía bien para el convento. La tesis del doctor Sánchez es un híbrido del melting pot y la moda patchwork.

Un año antes de su lectura, el doctor estaba muy despistado y pedía ayuda en Twitter: «Tengo que escribir unas notas sobre diplomacia económica, alguien puede aconsejarme literatura económica para leer? Gracias». Trece meses después ya la había leído, qué tío.

«Superficial, banal e inane», calificó Manuel Conthe, que no supo apreciar su principal virtud: su identidad con el carácter del autor.

Hay que descubrirse ante la excelencia de Twitter. Después de sustituir al periodismo está haciendo lo propio con la Universidad.

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