ANÁLISIS

Eleonora Bruzual: «La muerte, otro éxodo ante el desespero»

Eleonora Bruzual: "La muerte, otro éxodo ante el desespero"
Miseria, pobreza y paro en la Venezuela Chavista. EP

Tengo que comenzar esta columna diciéndoles a mis lectores que desde el viernes la página abierta en mi PC seguía en blanco… Un espacio vacío que no me provocaba llenar con comentarios ni análisis de una situación que se ha hecho eterna, que se agrava y agrava, que pone a muchos a escribir, a llorar, a emigrar y también a tomar los senderos del suicidio como ruta del éxodo.

Comienzo sin saber si será muy corta, tan breve como bien puede ser un grito de auxilio, un clamor de ayuda, un alarido de dolor… Tengo que decirles que las lágrimas me nublan los ojos y mi corazón desgajado se encoge de dolor… Tengo que desahogar en este espacio el desespero, el miedo, la rabia, el asco, la decepción…

Desespero por 20 años de horror que a muchos parece -como en el tango- que «no son nada». Miedo porque como otros millones de ciudadanos de esta Venezuela torturada que enfrenta a una pandilla de delincuentes que gozan del apoyo de cubanos castrocomunistas, iraníes, chinos, rusos, españoles canallas como los de Podemos, el PSOE, Izquierda Unida, ETA y otros que ven complacidos la destrucción de una tierra que dio cobijo y prosperidad a cientos de miles de emigrantes que de allá vinieron, es nuestro compañero de ruta.

Rabia porque no tengo capacidad ni física ni política para enfrentar a bestias armadas y a sus cómplices que se relamen mientras saquean lo que aún queda, aunque para saquear aparten cadáveres, espanten hambrientos comiendo basura y volteen la mirada para poder decir que nada saben de esta tragedia larga como larga es la eternidad.

Asco que me causa arcadas, porque los narcotiranos, sus socios y cómplices se sienten seguros y siguen no importa los cuerpos sin vida, los sueños hechos triza, el dolor que cimbra y mata, las sanciones que enfrentan tranquilos porque ya tienen demasiados recursos y que les quiten un poco no los desespera. Asco por los abominables diálogos, la maldad hecha ideología, la oposición política cundida de pillos que quieren que esto continúe porque demasiado provecho les genera.

Decepción porque no puedo sino generar una mueca fea, abatida, desilusionada, avergonzada cuando pienso en una masa a la que un poeta – Vicente Salias- llamó Bravo Pueblo y allí los veo por lo que sea (Con excepciones gracias a Dios), mendigando, pensando irse, dejándose humillar y ni siquiera escriben grafitis que le muestren a sus torturadores el odio que les tienen.

Tanto dolor atormenta la carne, tanto dolor es un fardo incargable… Tanta maldad acorrala y solo aquellas almas fuertes, bendecidas o escogidas para ganarle al mal sacan del dolor más coraje… Ha sido el caso de nuestra María Corina, a la que trataron de matar delincuentes castrocomunistas que se venden como mototaxistas y son los sicarios letales de una pandilla que no cesará de hacer mal, porque el mal es su única producción.

María Corina Machado que no salió corriendo el pasado 24 de octubre cuando volvieron a golpearla, a herirla, a tratar de inocularle o bien un «tóxico de efecto retardado y letal» como lo asegura el expresidente de Colombia Andrés Pastrana, o el miedo, arma que beneficia a asesinos y a tiranos y que aquí vemos lo que causa en muchos…

María Corina no salió corriendo, al contrario, se quedó en el estado Bolívar (Donde ejecutaron el atentado) y una vez más nos mostró a los venezolanos y al mundo entero que por algo la llaman María Coraje, María Valiente, Dama de Titanio, pero fundamentalmente María Honestidad. Con su rostro golpeado, su cuerpo adolorido por los golpes de unos cobardes pagados por el régimen, apareció de nuevo frente a una multitud que allá en Bolívar volvió a aclamarla, a admirarla y a decirle que es la líder que necesitamos los que amamos esta tierra que alguna vez fue de gracia y que deseamos restituirle ese calificativo.

Y también tengo que compartir con ustedes el shock que me causó la muerte del doctor Carlos Bravo, médico jefe de cirugía del hospital Clínico Universitario de Caracas, quien fue encontrado sin vida dentro de su oficina en el centro de salud y se supone que se suicidó inyectándose varias ampollas de un medicamento llamado Propofol, porque no pudo con tanto desespero, tanta rabia, tanto asco, tanto miedo, tanta decepción…

Otro gran venezolano y que tomando las palabras del poeta español Antonio Machado debo decir «un hombre bueno, en el mejor sentido de la palabra bueno». Carlos Bravo ese combatiente por la vida como fue su hacer como médico, no pudo más… y como comencé termino, sabiendo sí que pude escribir más de dos cuartillas con mi grito de auxilio, mi clamor de ayuda, mi alarido de dolor… Que termino con los ojos más llenos de lágrimas pero también con el compromiso con los valientes, con los caídos que no callaré, que no dejaré de escribir, no dejaré de denunciar a unos asesinos a los que a muchos farsantes les conviene llamar «Gobierno» y cargarles el cuento de que irán a elecciones porque la única salida es calarse este horror poniendo cara de «Yo no fui».

Ya les dije que comencé a escribir con mis ojos nublados de lágrimas y el corazón desgajado y encogido de dolor… pero como ya expresé en el prólogo del libro de Luis José Uzcátegui «La miedocracia», como cualquier venezolano, el miedo se ha hecho mi compañero de ruta. Como mujer, como madre, como periodista, transito por los vericuetos del miedo, los que día a día se hace más difícil andar, porque no sé si por dármela de valiente o por resignada, confieso que convivo con ese miedo que atenaza y que trato de que sea resolutivo, porque si no estaría condenada -como el Granadero del Rey, el que en el cuento de Ramón del Valle Inclán que lleva justo por título «El Miedo», se paralizó frente al tintinear de huesos de un sarcófago- a no ser absuelta ni por mí, ni por mi entorno, ni por la gente que de una u otra manera sienten que los que generamos opinión pública debemos ser templados…

Que en mi pensamiento, en este tiempo de horror, pervive lo que dijo Jesús de Nazareth a Pablo de Tarso, uno de sus evangelizadores más activos: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles» así que por las víctimas, por los valientes, por los honestos seguiré escribiendo, denunciando… ¡Dios me proteja para continuar haciéndolo!

[email protected]  / @eleonorabruzual  /  http://www.gentiuno.com/

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