Análisis

Santiago Lopez Castillo: «La auténtica memoria histórica»

Santiago Lopez Castillo: "La auténtica memoria histórica"
Juan Luis Cebrián y la portada de 'PRISA: Liquidación de Existencias'.

Cuando acabó la guerra, yo no sabía lo que era la guerra. Tenía cuatro años. Jugaba a los soldaditos de plomo y de papel. Todavía los conservo haciendo guardia en las estanterías de la biblioteca. No vi un correaje, ni una pistola, ni una palabra mal sonante. Mi padre era militar de alta graduación. Nací en las casas de oficiales de Rosales (Madrid), en el Paseo Moret, donde estaba el cuartel del Inmemorial, nº 1. Pasé la infancia de cuclillas y la pubertad en los frailes menesianos del colegio Santa Ana. Eso era un bachiller y sus correspondientes reválidas de 4º y de 6º hasta llegar al preuniversitario, la hostia, a convalidar finalmente por la instrucción pública.

Jamás le oí a mi progenitor una palabra sobre la contienda. Algunas noches, don Tomás gemía en la habitación matrimonial próxima a mi dormitorio. Me lo contó después Gregorio Marañón Moya, a sabiendas de que una noche cualquiera mi santo padre, detenido por los milicianos, sería fusilado sin compasión.

Franco, también llamado el Caudillo, me hizo crecer en el silencio. Sólo me recordó que en la calle de Fuencarral se encontró con el que le iba a dar el tiro de gracia. Le perdonó. Seguramente miró a Dios o el Señor le miró a él. El hijo del doctor Marañón me regaló un libro de su venerado padre, «El Conde Duque de Olivares o la pasión de mandar», con motivo de la anécdota descrita líneas más arriba. Fui educado para, por y para siempre, en el esfuerzo. En los valores. Fui periodista de la Escuela Oficial y licenciado por la Universidad con la firma de Juan Carlos Rey. Y me detengo ya que mis setenta años dan más que para un día sin pan.

La obra del general Franco, al que hoy los revanchistas llaman «dictador», tuvo, como toda historia, luces y sombras. Creó una clase media sólida y pujante como me lo declaró Carrillo al alcanzar un escaño en el Congreso de los Diputados. Cataluña y las Vascongadas fueron las regiones más potenciadas por el Régimen. Hizo los pantanos, sí; pero, sobre todo, la Seguridad Social que no la implantó Felipe González como torticeramente subrayan las izquierdas. La ONCE. La extensión agraria. Las Universidades Laborales. Y levantó edificaciones rurales a través del Plan de Regiones Devastadas. Etc.

Y sí, estuve alerta en cuanto a la libertad de prensa, siendo el entrevistador más relevante desde las páginas de «Nuevo Diario», el periódico liberal por excelencia. Juan Luis Cebrián me quiso llevar a «El País» siempre que dejara TVE, aquella aventura que se consolidaría con creces 40 años después.

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