Se lleva mucho lo de inteligencia artificial. No sé lo que es. Deduzco que es lo falso, lo no natural. El primero de la clase debe ser el falaz hombre de la Moncloa. Ese chorlito al que se le clarean las ideas, o sea, todo serrín. Cualquier ocurrencia -igual que las ideas el casquero- es lanzada a los cuatro vientos por los medios de la izquierda y con el visto bueno, mon Dieu, de la locutora (nunca periodista) Rosa Mª Mateo que mira hasta la polla del jefe para saber lo que piensa.
Lo que piensa el zascandil presidencial es bien sabido, lo cual no es descubrir la pólvora, sino lo tonto que se pone el ególatra en cuanto le dan las sales y las pastillas en la cajita diminutiva para los sustos.
– ¿Usted cree que le importa un carajo…?
– Ni una vela.
La mayor aberración de este adonis de brazos caídos es haber hecho un comunicado con el nazi Torrent, de Estado a Estado, ¡manda huevos!, en el que acepta -el presidente de la nación española- un canal internacional para analizar el procés y su puta madre. ¿Qué pinta, pues, una nación soberana, legendaria, la más antigua de Europa siendo desconsiderada por su jefe del Gobierno, el mayor indigente cultural después de Fernando VII? Sencilla y llanamente, traición. Impulsor de la desmembración de España.
Es insano, a mi entender, confundir el rumoroso y gemido de la gente del montón con otras circunstancias de la realidad más noble: la voz de Dios. La palabra revelada y la democracia. La Navidad no es tiempo adecuado para el rencor ni para destapar el frasco de las esencias del odio. Tácito no quería que nos moviéramos con ira y estudio, lejos del rencor y la parcialidad.
La conclusión a que llega este humilde cronista es que en el país de nuestro Señor no cabe un tonto más. Y si se dejara un hueco para el pensamiento se daría cuenta, el susodicho, que estaba loco de atar.
