Análisis

Victor Entrialgo De Castro: «No distinguen entre política y ley»

Victor Entrialgo De Castro: "No distinguen entre política y ley"
Los golpistas, salvo Junqueras, se giran para escuchar el saludo del mayordomo de Puigdemont. PD

Por ser lo suyo cosa sentimental, no distinguen entre política y ley. Éste es el grave problema histórico de los nacionalistas que están revelando ante el Tribunal Supremo una y otra vez los rebeldes separatistas.

Los acusados cuentan en el juicio que tenían una balanza donde todos los dias sopesaban, de un lado, las resoluciones judiciales y del Tribunal Constitucional y de otra «el mandato» recibido de los votantes en las elecciones previas al 1 de Octubre que debía de ser en buena parte «divino», porque venía del 48% de los votantes, es decir exactamente del 28% del censo electoral. Y con sólo eso, declararon la República catalana.

Para ellos, ese resultado que manipulan antes y despues de las votaciones y defienden hoy mismo los CDR con los cortes de carretera, la coacción, la provocación y otras formas de violencia, ese resultado que interpretan como les viene en gana y que llaman pomposamente «mandato popular»,;;»está por encima de la ley». Es decir, que si te eligen, sea como sea, aunque sea con urnas traídas de casa llenas de votos, eres el rey del mambo y puedes hacer lo que te venga en gana. Como Maduro, la revolución cubana, los ayathollas, los talibanes, algún pais africano, etc.. Esa es su democracia.

Pero «No es admisible la democracia sin respetar la ley» como recordó ayer el discurso del Rey, al recibir el Premio Mundial de la Paz y Libertad de la Asociación Mundial de Juristas.

Desafiar al Estado con un referendum inconstitucional, rodear a las fuerzas de seguridad del Estado obligadas a destacarse en Cataluña negando el atraque de su barco dormitorio y atrincherarse en sus hoteles, tratando de provocar una reacción para utilizarla políticamente; declarar la república e impedir con violencia y estragos el cumplimiento de las órdenes judiciales para el registro de la Conselleria de Economía destruyendo vehículos de las fuerzas del orden subiéndose al techo de vehiculos destrozados por la turba los cabecillas, los Jordis, en contacto permanente con el resto de golpistas. Todo eso es, según ellos, ejercicio del derecho de autodeterminación que no existe y «no contraviene la Constitución».

«Comprometidos sí o sí en una declaración de independencia». dicen los acusados pero, eso si, con la cantinela del diálogo, el pacto y la negociación del capricho pueril «o me das la muñeca o te vas a la mierda».

El cansino pactismo catalanista repite la ruptura sí «pero sin violencia eh….» pero la provoca negándole al Estado al que muerde la posibilidad de defender siquiera la indisoluble unidad del Estado español y su integridad territorial pretendiendo hacernos comulgar con las ruedas de molino de su absoluta ignorancia y desdén acerca de los hechos, de su gravísima responsabilidad en la imprevisible deriva que tomaron aquellos y aún la más trágica que hubieran podido tomar y que de hecho trataron de provocar para legitimar su causa. Provocar la violencia del Estado para legitimar sus fines. Esa ha sido siempre una de las principales estrategias del separatismo.

He ahí la grave responsabilidad de los dirigentes rebeldes acerca de las consecuencias absolutamente imprevisibles de adoctrinar, alimentar y alentar a las masas durante decenios mientras se lucraban con dinero ¡que siguen pagando los españoles a los ladrones que tienen en nómina y, particularmente, con ocasión del referéndum prohibido y la declaración de la República. Condenan la violencia pero no condenan las arengas, las decisiones, las tensiones, las expectativas inoculadas a las masas, los hechos que indefectiblemente toda la vida de Dios, ha llevado aparejados la violencia.

Amén de otros innumerables daños económicos a España, a sus vecinos y conciudadanos, la zozobra y la incertidumbre que causaron particularmente durante aquellos dias a todo un pais que ha vivido y padecido los horrores de una guerra civil, la más cruenta de las guerras, la guerra entre hermanos. Por eso la actitud de los rebeldes no tiene nombre. El delito sí.

De todo esto es de lo que quiere distraernos «el doctor viscolastic», que se siente como una estrella del rock y revela en su egolibro una patologia narcisita que da miedo, nos reafirma en nuestras primeras impresiones cuando apareció en escena y plantea el gran lamento español desde entonces, ¡En qué manos estamos!

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