Análisis

Victor Entrialgo De Castro: «Mentiras, ilusiones y desengaños»

Victor Entrialgo De Castro: "Mentiras, ilusiones y desengaños"
El mejor meme de Pedro Sánchez y su mujer Begoña con el colchón. Twitter

La vida privada es la que importa. La pública interesa sobre todo en cuanto puede estropearnos la privada. Ahora que vamos a sufrir por culpa del presidente por accidente ¡cinco insoportables meses! de una artificiosidad tediosa, asoman los primeros postureos obscenamente mentirosos de los acusados y sus colaboradores necesarios, todavía por acusar, los okupas poschalets y el okupa presidente.

Mentiras que son engaños y sublevan en cuanto tales y conducen al desengaño que a su vez atenta contra la ilusión, que en su sentido positivo tiene origen muy preciso en el romanticismo español, 1830, Espronceda y así, y en otros idiomas no existe. Cuando tenemos plenamente ilusión decimos en español que nos desvivimos, intraducible en otros idiomas, cuando en realidad esa forma es la plenitud del vivir.

No vivimos a fondo y en serio más que cuando nos desvivimos por algo o por alguien, cuando vivimos la ilusión que nos mueve desde la raíz y vueltos hacia ello, constituye nuestro objetivo o nuestro horizonte.

La mentira que ahora llaman posverdad lo mismo trata de utilizar al Rey que a Roque, al Papa que al Sursum cordae. Lo mismo a Madrid que a Roma, la tumba de Franco que la de Machado, la Feria Mobile que la ayuda a Venezuela. Y para ello son capaces de mentir sobre las palabras del mismísimo pontífice o las sagradas escrituras mientras la suya la encargan como las pizzas a una escribana que no conoce a Fray Luis, ni sabe siquiera lo que decíamos ayer.

El presidente Viscolastic sí compró de verdad un colchón nada más llegar, pero fue «un colchón-nómina» que le puso a su cómplice santa para cuando se acaben el Falcon, los conciertos y los lapsus freudianos de imitar el besamanos de los Reyes en el Palacio Real y la bendición urbi et orbi en la plaza de «San Pedro.»

Sanchez es un Trumposo. No cesa de inventarse cosas o cambiar de opinión o de versión sin que se le mueva un pelo. Él y sus socios mienten sobre lo más reciente, sobre lo que la gente aún tiene en su retina, y lo de más atrás, Maduro o «su Monedero». Y no es que se vayan del barrio del que juraron irse jamás, sino que insultan a los que hacen no importa qué cosas para luego hacerlas ellos.

Iglesias y su panda chupipodeguay, como antes Bono, Pepiño, Zapatero y tantos otros demagogos vilipendiaban lo que querían ser y al final resultaron ser los más pijos de todos, con coleta o en camiseta. La envidia era el pastel que envolvía el papel de regalo de su demagogia. La tentación de la utopía y la tiranía del bien, las armas del postsocialismo, inoculado «obligatoriamente, eso sí», por quienes logran hacerse con el poder.

Rodeados de trileros y oportunistas que quieren vivir del invento, la Justicia juzga ahora lo que la política no se atrevió a afrontar. La ley, que para los golpistas no existe, es la prolongación de la democracia, el guardián de la democracia, su guardia civil.

Por eso si logramos resistir la insufrible pantomima telediaria, llegará abril. El momento de poner fin al engaño periódico en que uno cae o el de reafirmarse ingenuamente en la ilusión, ese deseo soberano y futurizo de cambiar, siquiera un ápice, la vida política. O al menos el deseo, aún desengañado, de seguir viviendo con ilusión.

Y ahí llega la elección privada y pública más difícil que es, justamente, decidir «hacia donde» se proyecta ese deseo futurizo en que la ilusión consiste. Más que nada porque no se puede vivir sin ella.

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