Análisis

Manuel del Rosal: «Muerte por protocolo»

Manuel del Rosal: "Muerte por protocolo"
Ambulancia YT

El protocolo es una enfermedad nueva muy grave, no tiene tratamiento; en todas las ocasiones produce graves trastornos de salud y en muchos casos la muerte.

«¿Cuántos muertos hay que poner encima de las mesas de los organismos administrativos y estatales para que estos decidan actuar?

El protocolo en sanidad y en la asistencia social es soberano. Uno puede estar a punto de morir, pero si no cumples el protocolo, la ambulancia o las urgencias no te atenderán. Niños sufren una vida de perros dentro de su familia que los tiene abandonados, cuando no maltratados física y psicológicamente, pero si el protocolo dice que no pasa nada, pues no pasa nada y los servicios sociales no intervienen. El protocolo de sanidad determina cuando una persona con problemas graves de salud o en estado muy grave por un accidente, necesita asistencia. El protocolo de los servicios sociales determina si unos niños que están siendo maltratados, malnutridos, no escolarizados y viviendo en condiciones insalubres, deben ser atendidos. Si tanto en el protocolo de sanidad como en el de los servicios sociales, los enfermos y los niños no cumplen con el protocolo, los unos morirán y los otros serán condenados a malvivir, si no a morir a manos de sus familiares. Como verán la enfermedad de protocolo es una terrible enfermedad que ha sido inventada por esta sociedad protocolizada y burocratizada donde las reglas del protocolo no dejan ver la evidencia clara y diáfana del problema.

Parece ser que los servicios sociales de Godella tuvieron conocimiento de la situación física y psicológica en la que se encontraban los niños ahora muertos. Parece ser que se personaron y, con arreglo al protocolo, no encontraron nada fuera de lo normal en la vida de esos niños y en la relación con sus padres. Tampoco encontraron nada anormal en los padres ni en la vivienda en la que todos residían. Todo se ajustaba al protocolo, por lo tanto, ni la evidencia de que los padres estaban mal de la cabeza y más fumaos que un chino en la sala de opio, ni la vivienda y el entorno en derribo, donde reinaban las ratas, ni los mismos niños hechos polvo por una vida de perros, presentaban evidencias, avisos, señales ni nada como para actuar. Los servicios sociales, satisfechos por haber cumplido el protocolo y ciegos ante las claras muestras de anormalidad, se marcharon tan panchos a sus acogedores despachos a seguir fielmente las reglas frías e inapelables del protocolo.

Todos hemos conocido algún caso en el que se ha denegado la asistencia sanitaria- por ejemplo, al pedir una ambulancia – porque el protocolo avisaba de que esa ambulancia no era necesaria. En el caso de los servicios sociales ha habido casos en los que niños maltratados no han recibido la ayuda necesaria porque, según los parámetros en los que basa el protocolo, no era necesario. No puedo afirmar que en el caso de Godella fuera así, pero todo huele a que sí; o al menos a una negligencia, porque hay que estar ciego y sordo para no ver y oír todo lo que pasaba en el entorno familiar, físico y psicológico en el que malvivían esos niños inocentes. Uno, a veces, se pregunta cuantos muertos hay que poner sobre las mesas de los organismo administrativos y estatales para que estos decidan actuar.

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