Análisis

Gaspar Albertos: «El silencio delata y la fragmentación debilita»

Gaspar Albertos: "El silencio delata y la fragmentación debilita"
Pablo Echenique EFE

Semana de Pasión cuyo Lunes Santo nos ha deparado el trágico incendio de Notre Dame en París como noticia de ámbito mundial y que a nivel nacional comienza mezclando ese olor a cera e incienso, ese sonido de saetas y marchas procesionales, esa imagen de tronos y penitentes, mezclando digo, con una campaña electoral tristona y descafeinada que al menos esta semana va a quedar como el agua, siempre por debajo del aceite purificador de los ritos religiosos.

La próxima semana será la de alzar distintivos partidistas y presumir de pendones políticos (aquí cada uno se puede imaginar el término «pendón» en el sentido que mejor le parezca) hasta que llegue el insulso e inservible día de reflexión. Porque tal reflexión ya puede hacerse mientras el inicio de campaña electoral se mezcla con los millones de desplazamientos por carretera, el trasiego de pasajeros en aeropuertos y estaciones de tren, la ocupación hotelera y un largo etcétera de parámetros turísticos, en tanto dicha reflexión nos permite analizar las dos cosas más significativas en lo que llevamos de campaña: el acoso a determinados partidos tratando de impedir sus actos electorales y la certeza de que la fragmentación del voto debilita a los partidos políticos que precisamente sufren esos acosos.

El que calla otorga, dice un refrán, o lo que es lo mismo, el silencio delata a quien, muy a última hora y porque lo ha exigido una entrevista en directo, no había condenado de manera inmediata los actos de violencia perpetrados principalmente en Cataluña y País Vasco por independentistas radicales y bilduetarras contra actos electorales de partidos constitucionalistas. Me refiero, claro está, a Pedro Sánchez, que pasando de puntillas y con la boca pequeña no ha hecho sino añadir pistas a su postura de cesión al mundo independentista al no instar a la fiscalía a actuar contra esos actos violentos, al no declarar que respetará sin más el resultado del juicio contra los políticos presos catalanes (que primero escuchará la decisión judicial y luego se posicionará, dice), al no renunciar a la concesión de indultos acatando la sentencia si hay condenas, y en definitiva, a más autogobierno y votar un nuevo estatuto para Cataluña que, aparte de que nunca será aceptado por el mundo independentista, no haría sino agravar la desigualdad entre españoles.

Parrafito para Pablo Echenique y su concepción de igualdad: si miles de catalanes se manifiestan en el centro de Madrid reivindicando su independencia eso es libertad de expresión. Pero si unas docenas de personas de partidos de centro-derecha pretenden realizar actos electorales en Barcelona, Renteria o Bilbao eso es provocación. Valiente botarate.

Claro está, si a su derecha (si, a su derecha, quiéralo o no el Psoe tiene un flanco por su derecha aunque la palabra le irrite) se encuentra con un espacio político fraccionado sin tierra de nadie por la absurda idea de Ciudadanos de levantar un muro renunciando al centro-izquierda, lo va a tener más fácil para lograr sus propósitos (siempre y cuando Podemos se desplome que eso está por ver).

Pero centrándonos ahora en la fragmentación del voto de centro-derecha y sus resultados. Como a todas luces ha sido imposible un frente común de cara a estos próximos comicios sólo queda que el mayor número de votos que posiblemente consiga el centro-derecha sobre el centro-izquierda-nacionalismos se refleje también en un mayor número de escaños.

¿Cómo? Se preguntaran ustedes.

La solución, ya sabida por todo el centro-derecha pero no asumida, la ofrecen con un ejemplo los catalanes independentistas, que según el interés para ellos de cada consulta electoral, hacen volcar la mayoría de su voto hacía un lado u otro para optimizar mucho mejor sus resultados. Sin distinción de siglas. ¿Ahora que toca, centrar el voto en Ezquerra Republicana de Cataluña? Pues ahí que van a incidir, aunque dejen en evidencia los bandazos partidistas de Puigdemont.

En resumen, si las encuestas hay que creérselas aunque sea un poquito, los votantes de centro-derecha tienen que saber que en aquellas provincias en las que los diputados en juego sean cinco o menos, los votos de los partidos que se supongan en cuarto lugar van a ir a la papelera de reciclaje y en las que el número de diputados sea de seis o más, el cuarto partido en votos podrá obtener actas de diputado siempre y cuando obtenga al menos un 12% de los resultados.

Si en una veintena larga de provincias, el PP va a ser presumiblemente la fuerza más votada del centro-derecha, tomen nota los electores de este espacio político de que el mejor aprovechamiento de su voto está en ese partido.

Y una última consideración. En las elecciones autonómicas de la Comunidad Valenciana que también se van a celebrar este 28-A, ojo con que se puede dar un «resultado a la andaluza». Tres solas circunscripciones en las que se tiene que ir dividiendo hasta alcanzar 40 diputados por Valencia, 35 por Alicante y 24 por Castellón aquí si que no van a dejar ni un solo voto sin escaño.

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