Análisis

Francisco Javier Gonzalez Rojo: «Domingo de ramas»»

Francisco Javier Gonzalez Rojo: "Domingo de ramas""
Ministros del Gobierno Sánchez ya caídos o marcados por un pufo. EP

Dos hermanas y unas amigas, sobrados los setenta, distraían una tarde del verano sentadas en una terraza a la vera del discurrir rítmico de aquel rio, invertidamente caudaloso debido al pantano, de la montaña leonesa. Una de las deudas, manteniendo la conversación con un tema recurrente del momento, reprobaba el machismo de su casa, en la que ellas atendían a su padre y sus hermanos sentados a la mesa. Si se le preguntara que quién lo disponía, seguramente habría de responder que su madre. La montaña leonesa es un lugar donde el matriarcado estaba muy arraigado como consecuencia de la trashumancia, ya que, secularmente, los varones en edad se iban con el ganado a las extremaduras alejándose de los fríos y nevados, aunque guapos y bien guapos, pueblos montañeses, quedándose al cuidado y administración de los hogares las mujeres. Con contadas excepciones, en las casas disponían las madres, amas de casa.

Pero ni ese matriarcado era lo común en otras comarcas de la histórica y dolosamente ocultada políticamente región leonesa, ni se estaba juzgando con objetividad la distribución de funciones en esa unidad familiar al realizarse desde la perspectiva socioeconómica actual.

La subsistencia familiar, en aquella socioeconomía de familia y basada en la ganadería, dependía, básicamente, de la gestión de los recursos propios, de tal modo, la mujer cuidaba, mayormente, de los que se dedicaban al sustento alimenticio y que, además, estaban aledaños a la casa, como gochos, pitas, el huerto, la leche, y los varones de los que generaban ingresos externos por ventas, como vacas, yeguas, los atajos de cabras y ovejas y cuya actividad se ejercía alejada. Al pasar a la socioeconomia de la producción, la subsistencia familiar dependía, capitalmente, de los ingresos externos que se basaban, fundamentalmente, en la condición física que era la que se contrataba en las fábricas, por lo que, difícilmente, la mujer accedía a esas funciones. Diferente es la socioeconomia actual, de la tecnología, en la que el recurso fundamental de ingresos es el conocimiento individual que, junto con los horarios sociales, es lo que, realmente, condiciona el reparto de las tareas familiares las más de las veces.

Una es distribuir las tareas de forma racional y otro por obligación de sexo.

La inteligencia es un concepto primario que, aunque femenino, no tiene género de propiedad ni de ejecución y es fundamentalmente objetivo. Si se adjetiva determinándolo o calificándolo o se subjetiva, se tergiversa. Lo mismo la desigualdad, de por sí injusta, siendo tan grave la de género como por edad o entre urbanícolas y paletos o la que diferencia a trabajadores por cuenta ajena y autónomos o entre todos ellos y el funcionariado público. E igualdad, igualdad… como dijo aquel Julián el Cojo, cuando la República, a dos representantes de izquierdas que daban un mitin sobre la igualdad de clases, «¡eso!, ¡eso!, o todos cojos o todos sanos». Que trascienda socialmente o no, se ponga de moda conversacional o no, depende del activismo social organizado o de la protección organizacional sindicada. ¿En España, hay más maltrato de género que de ancianos?

Volviendo al análisis, la igualdad de género la condicionan distintos factores según el ámbito social, así, en el familiar, el económico es muy relevante, en el social, la educación y la legislación y, en el político, el cultural.

¿Es más feminista un gobierno con más ministras que ministros pero presidido por un hombre que aquella casa machista dispuesta por la matriarca? Es más probable asegurar que en la España actual, a nivel familiar parezca normal que las tareas del hogar no tengan pegatina de género, sería escandaloso que la legislación y la educación no fueran neutras, no extrañe que grandes empresas las dirijan mujeres, no hay candidatas a presidir el gobierno y, menos aún, un sindicato.

Un Gobierno con mayoría de ministras no quiere decir que se vaya a realizar mejor gestión ni que los resultados económicos dependan del sexo más que de la inteligencia; lo que es evidente, es que con diez y siete ministerios difícilmente se adelgazará la organización administrativa pública y, por tanto, ni siquiera se pretenda y se pueda reducir el cáncer del déficit público de la economía española.

El marketing político ha sustituido a las ideologías, las diferentes formas de publicidad y la mercadotecnia son más importantes que los programas.

¿Llamarse Unidas o nombrar más ministras el PSOE conlleva mayor igualdad de género que si el PP tuviera de candidata a Soraya Sáenz de Santamaría? ¿Y qué pasaría si Ciudadanos, a última hora, propusiese a Inés Arrimadas para presidir Gobierno?

Intentar ligar a las siglas de un partido político una opinión socialmente favorable y extendida por la influencia de los medios de comunicación no es progreso, es asociación de marca en términos de marketing y manipulación en términos políticos. ¡Cómo puede el sindicalismo abanderar la lucha por la desigualdad salarial de género, si lo ha consentido desde los comités de empresa!

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