En descargo del gran Alfonso Ussía hay que subrayar dos cosas (El memorable zasca de Juan Carlos Girauta a Núria de Gispert: «Chúpame un pie»).
La primera que lo confiesa el mismo (De Gispert: «Cataluña exporta cerdos: Arrimadas, Girauta, Dolors Monserrat y Millo»).
La segundo y es la verdaderamente importante, es que uno no elige a su familia, Los primos, tíos y hasta cuñapos te caen como una maldición (Así es Núria de Gispert, la guarra ‘indepe’ que llama «cerda» a Inés Arrimadas y recibe premios de Torra).
¿Qué tienen que ver el brillante columnista y la separatista Núria de Gispert, la política que llamó cerdos a Arrimadas, Montserrat, Millo y Girauta?
Aparentemente nada, políticamente están en las antípodas… pero resulta que son familia. Y el propio columnista cuenta la historia en una aguda columna en La Razón:
«Con mucha menos clase, talento y buena educación, la política separatista Nuria de Gispert se ha referido a la eficaz exportación de cerdos catalanes a otros territorios de España.
«Cataluña aumenta sus exportaciones» anuncia bajo el dibujo de un inocente cerdito rosado.
Y relaciona las últimas operaciones exportadoras:
«Girauta a Toledo, Arrimadas a “Madriz”, Milló a “Andalusía” y Dolors Montserrat a la UE». Sin comentarios».
«Tengo que advertir a los lectores que, desde muy niño, mi simpatía por la señorita o señora de Gispert es descriptible. Cuando desobedecíamos o simplemente nos portábamos mal, nuestra madre nos amenazaba de esta manera a los seis hermanos menores: «O dejáis de hacer el indio – en aquellos tiempos era frase permitida-, o llamo a Barcelona a la tía Nuria».
La tía Nuria, era efectivamente, Nuria de Gispert, sobrina de mi tatarabuelo paterno, Enrique de Gavaldá y de Gispert. Nuestra madre nos mostraba una fotografía de la tía Nuria, y los seis hermanos rompíamos en estruendoso llanto. E inmediatamente, dejábamos de hacer el indio y nos afanábamos en terminar los deberes escolares».
«En ninguna de las muchas ocasiones que he viajado a Barcelona, he visitado a la tía Nuria de Gispert. No es mujer que me atraiga. De siempre me han asustado sus ojos, protagonistas de una mirada que produce altos recelos de cercanía. La tía Nuria no inspira comodidad en el trato ni se espera de ella el detalle de un regalo en la Pascua de Resurrección, una mona de esas de chocolate que sientan tan mal a los receptores del obsequio. Es más de «caganer» que de mona, siempre que se me admita este ingenioso juicio de valor».
«Paleta y aldeana»
«Permíteme, tía Nuria, que relacione tu creciente amargura con la dureza diaria que has padecido en tu vida al mirarte cada mañana al espejo. La cara es el espejo del alma, como dijo Tolstoi, sí, tía Nuria, el ruso, que era un tipo de armas tomar. En el resto de España estamos acostumbrados a soportar los insultos y desprecios de los separatistas catalanes, que todavía no he comprendido qué motivos tenéis para creeros superiores. Reconoce, tía Nuria, que tú, precisamente tú, no eres superior a nadie. Ni en la ética ni en la estética, ni en la gramática, ni en la humanística. A pesar de nuestro parentesco, tía Nurieta, eres una paleta y una aldeana, con o sin campanario».
«No tengas duda alguna de que quedo gustoso con todos los cerdos catalanes que has exportado con tu mala educación. Pero renuncio a la exportadora. No obstante, para que veas que no todos somos como tú, te mando un beso. Eso sí, por el papel, que a besarte personalmente no me atrevo, y lo comprenderás. Tu sobrino que no te quiere, Alfonso».