ANALISIS

Eduardo Inda: «O el centroderecha se une o no será nunca nada»

Eduardo Inda: "O el centroderecha se une o no será nunca nada"
Albert Rivera (CS), Pablo Casado (PP) y Santiago Abascal (VOX). EP

Asegura Eaudardo Inda este 20 de mayo de 2019 en OKdiario que Casado y Rivera saben en el fondo de su corazón que o se juntan o seguirán sin llegar a Moncloa de aquí a una década como mínimo (El PP recupera voto en Madrid y el centroderecha puede derrotar a Carmena y sus compinches).

Y sobre eso reflexiona en su columna (El ‘Madrid sucio’ de Carmena y los zarrapastrosos de Podemos entra por fin en campaña):

  • Adolfo Suárez era obviamente un genio. Sólo un genio puede pilotar una transición de la dictadura a la democracia tan modélica y tan pacífica como la española que es referencia y se estudia en las universidades más prestigiosas del mundo. Un epígrafe de nuestra historia que le permite a cualquier ciudadano español ir por el mundo cual pavo real.
  • Si al de Cebreros le salió bien fue precisamente porque entendió mejor que nadie que el liderazgo de esa ciclópea tarea sólo podía consumarse desde dentro y sumando a las diversas sensibilidades de la derecha.
  • La unión hacía la fuerza y la fuerza permitió superar mejor que bien el follón que suponía poner de acuerdo a quienes ganaron la guerra con quienes la perdieron, a tipos tan antagónicos como Manuel Fraga o Santiago Carrillo, sin olvidar a esos generales que andaban desenfundando el sable cada dos por tres en medio de un reguero de sangre permanente provocado por esa ETA a la que ahora blanquea la guerracivilista izquierda española.
  • La UCD fue la suma de varias corrientes ideológicas: los azules, es decir, los franquistas que el propio Adolfo (ministro secretario general del Movimiento al final de la dictadura) encarnaba; los democristianos de mi paisano Íñigo Cavero y de Fernando Álvarez de Miranda; los socialdemócratas del entrañable Paco Ordóñez y mi admirado y no menos querido Rafael Arias-Salgado; los liberales de ese Kennedy español llamado Joaquín Garrigues y el maestro Antonio Fontán; los barandas del Partido Popular (cuyo nombre rescataría José María Aznar 13 años después) con Pío Cabanillas y José Pedro Pérez-Llorca a la cabeza; y líderes de partidos regionales como Lorenzo Olarte (posteriormente gerifalte de Coalición Canaria) o ese simpático pero torpe Manuel Clavero que tiene buena parte de la culpa del guirigay autonómico que hoy día padecemos.
  • Si Suárez no hubiera agregado en torno a su impresionante figura a tan variopinto enjambre de siglas y egos tal vez la Transición se habría quedado a medio camino. Y seguro-segurísimo que no gozaríamos de los índices de libertad de los que gozamos hoy día, idénticos a los de las grandes democracias del mundo.
  • Un socialdemócrata como Paco Ordóñez albergaba algunas diferencias con un conservador como Pío Cabanillas pero a ambos les unían muchísimo más de lo que les separaba: su defensa del libre mercado, de la unidad de España, de nuestra historia, de la democracia liberal, del modelo educativo, de la Constitución que vendría un año más tarde, de la monarquía parlamentaria y de que España se constituyera como un Estado Social y de Derecho.
  • Los democristianos de Cavero querían aplicar la doctrina de la Iglesia al ámbito público y ahí chocaban con los liberales de esa gran esperanza blanca que se fue demasiado pronto, Joaquín Garrigues, pero forjaron una entente en ese punto intermedio en el que (dicen) se encuentra la virtud.
  • El gran Suárez fue quien diseñó el sistema electoral que ha marcado las reglas del juego en estos últimos 42 años, los mejores de nuestra convulsa y no muy democrática historia.
  • Y Ley D’hondt en mano, sabía mejor que nadie que o reunía en torno a su figura a todos los acentuadísimos egos de la derecha o la victoria de la izquierda era más que segura con un PSOE en claro ascenso y un PCE que aportaba 1,7 millones de votos a los más de 5 de Felipe González. Unidos, ganaban, como ganaron, y separados en un mar de siglas a cual más incomprensible, la derrota era la única alternativa. Haber permitido la victoria de la izquierda, bien por desidia, bien por codicia individual, hubiera sido una irresponsabilidad de marca mayor, ya que hubiera puesto en pie de guerra a los franquistoides de turno y a los militares de guardia.
  • Los tránsitos de regímenes despóticos como el franquismo a la democracia hay que ejecutarlos desde dentro, es la única manera. No hay otra. O sí, pero con un 90% de acabar como el rosario de la aurora.

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