Con el peso de los años, me encorvo,
pero mis hemisferios cerebrales
aún pintan bien y están fenomenales,
y no están aquejados de algún morbo.
A veces veo que soy un estorbo
porque me fastidian pequeños males
pero no adopto actitudes fatales
ni me pongo cascarrabias ni torvo.
Los viejos somos personas cabales,
sabemos más que mucho joven chorbo,
pues vivimos la vida sorbo a sorbo
y no nos engañan cosas banales.
Tengo ante mí un letrero que dice: ¡Alto!
y estoy listo para dar el gran salto.