Una maniobra puesta en marcha por el propio líder del PSOE, asesorado por Redondo, Tezanos, García-Ferreras y los gurús de La Moncloa

Pactos de la Moncloa: la siniestra operación ‘Salvar al soldado Sánchez’

No me sorprende la falta general de coherencia, porque uno lleva en esto del periodismo más de 40 años y tiene las pelotas negras del humo de mil combates, pero me espeluznan la amnesia y la caradura general.

Pactos de la Moncloa: la siniestra operación 'Salvar al soldado Sánchez'

No puede ser parte de la solución, quién es en gran medida la causa del problema.

Y mal haría el PP, agobiado por la presión de los medios de comunicación, en prestarse a la operación ‘Salvar al Soldado Sánchez’, que ha puesto en marcha el propio líder del PSOE, asesorado por Redondo, Tezanos, García-Ferreras y los gurús de La Moncloa.

Desde que me desperté, este 19 de abril de 2020, y estaba oscuro como boca de lobo, no he parado de leer editoriales, columnas y análisis y me ha chirriado el énfasis con el que se insta a Pablo Casado a cerrar cuanto antes con Pedro Sánchez una nueva versión de los Pactos de La Moncloa.

En ‘La Razón’, donde todavía no se ha asentado la polvareda levantada por el despido de Alfonso Ussía, hacen al líder popular una larga entrevista en la que, al menos en dos ocasiones, le preguntan por el tema y en términos que apenas dejan resquicio a una respuesta negativa: “muchas voces de la sociedad, no vinculadas a ninguna sigla de partido, reclaman esa acción conjunta para salir de esta crisis”.

‘El País’, que no ha publicado una línea denunciado el recorte de libertades, el cierre del Congreso, la vigilancia vía GPS, la censura previa en las ruedas de prensa o las maniobras gubernamentales para silenciar periodistas, rompe una lanza por el pacto Casado-Sánchez, con el argumento de que “hay bienes colectivos y esenciales que están en riesgo, además de objetivos irrenunciables que no podrán lograrse si no son compartidos”.

‘El Mundo’, donde fui adjunto al director y reportero audaz dos décadas y que si levanta la voz contra los excesos del tandem Pedro-Pablo,  tira de una encuesta propia en la que le sale que el PSOE sube cuatro puntos en intención de voto y el PP gana 5, para concluir editorialmente: “en un tiempo marcado por la incertidumbre que genera el coronavirus, los ciudadanos tienden a confiar en las dos fuerzas con más experiencia de gobierno”.

El propio Pedrojota, que tiene tanto talento periodístico como escasez de principios, se autocita para sentenciar: «Para Sánchez y Casado pactar no es una opción. Para Sánchez y Casado pactar es una obligación. Una obligación patriótica, una obligación ante el conjunto de la nación española…”.

No me sorprende la falta general de coherencia, porque uno lleva en esto del periodismo más de 40 años y tiene las pelotas negras del humo de mil combates, pero me espeluznan la amnesia y la caradura general.

Ese Sánchez, ante el que mi antiguo director agita el estandarte de la ‘obligación patriótica’, es el mismo que chalaneó con los proetarras de Bildu para auparse a la presidencia, el que claudica por interés ante los golpistas catalanes, el mismo que empujó a miles de entusiastas a unirse a las manifestaciones del 8M cuando ya sabía que había riesgo de contagio, el que utilizó la mayoría PSOE-Podemos en la Mesa para paralizar los controles del Congreso, el que acaba de dar 15 millones de dinero publico y prometido otros 1.000 en forma de publicidad institucional, esencial para comprar mascarillas o respiradores, a las televisiones y medios ‘amigos’.

Ese Sánchez es quien institucionalizó la censura previa en las ruedas de prensa oficiales, marginó al venezolano Guaidó para agradar a los verdugos chavistas, impulsa ahora que nos controlen a todos mediante el móvil, no asume responsabilidad alguna en una tragedia que ha matado ya más de 20.000 españoles, sólo se preocupa de salvar el trasero y se ha apoderado de RTVE como si fuera un pastel.

Son hechos tan ruines como innegables, que un sector considerable del periodismo español intenta tapar subrayando el sectarismo de Podemos y la supuesta influencia maléfica de Pablo Iglesias, para concluir que, si Sánchez se deshace del podemita, el pacto está hecho.

Es una simpleza, porque Iglesias está donde está y suelta de vez en cuando sus soflamas, porque Sánchez lo nombró vicepresidente y no hay una sola barrabasada de este malhadado Gobierno de coalición que pueda ser atribuida en exclusiva al de la coleta.

Iglesias nunca ha engañado y está haciendo lo que llevaba escrito en su simplista guión. Los que deberían preocupar a los sesudos analistas españoles son los Grande-MarlaskaCampoÁbalos, Calvo, Robles, Calviño y compañía, porque saben lo que se ha perpetrado o se está fraguando a la sombra de su ególatra jefe, y ni han pestañeado.

Todos son responsables colegiadamente de que, aprovechando de manera miserable la excepcionalidad alimentada por la pandemia de coronavirus, se maniobre desde La Moncloa para recortar derechos, amordazar a la prensa, perseguir disidentes y montar un siniestro Ministerio de la Verdad, usando como plataforma la Fiscalía.

Como en la sociedad española, merced al bombardeo televisivo, hace mucho que se ha impuesto la tesis de que el diálogo -con quien sea y cómo sea- es la piedra filosofal y que pactar es mejor que el ungüento amarillo, este es el punto en el que aparece un lumbreras sugiriendo que quizá habría que prescindir de Sánchez y que PP, Cs y resto de partidos cierren ese gran acuerdo nacional con otro socialista de relumbrón.

Que Dios me perdone la blasfemia, pero siempre que escucho eso me acuerdo del Antiguo Testamento, de Abraham y Sodoma: “¿De veras vas a exterminar al justo junto con el malvado? Quizá haya cincuenta justos en la ciudad”.

No había cincuenta; ni siquiera diez, y Yahvé arrasó con fuego la ciudad pecadora y de paso se llevó por delante a Gomorra.

No quiero equiparar al PSOE con Sodoma, pero no ha habido un solo presidente autonómico socialista o un personaje relevante del partido que hizo la Transición y tenía de secretario general a Felipe González, que haya osado levantar la voz, manifestar una leve discrepancia o salirse del carril marcado por Sánchez y esa ovina conducta incluye desde Susana Díaz a Lambán, pasando por García-Page o Fernández Vara.

Sobre los Iceta, Chivite, Armengol y el resto, no creo que haya muchas dudas.

¿Y entonces qué? ¿Qué resta si descartamos la operación ‘Salvar al soldado Sánchez’ y hasta el cambalache con el PSOE?

Pues lo más sencillo, lógico y democrático: oposición, exigir cuentas, pedir responsabilidades y elecciones cuanto antes.

ALFONSO ROJO

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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