LA COLUMNISTA DE EL MUNDO PREFIERE ARREARLE UN PALO A LA OPOSICIÓN MIENTRAS EL GOBIERNO SOCIALCOMUNISTA JUEGA CON LAS CIFRAS DE LOS MUERTOS POR CORONAVIRUS

La ahora podemita Lucía Méndez al servicio del Gobierno Sánchez: acusa a PP y VOX de convertir el 8-M en otro 11-M

"Políticos, periodistas, analistas, tertulianos, guardias civiles y forenses conocían a ciencia cierta la letalidad del coronavirus y las calamidades que nos aguardaban"

La ahora podemita Lucía Méndez al servicio del Gobierno Sánchez: acusa a PP y VOX de convertir el 8-M en otro 11-M

Ya están tardando Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Salvador Illa o Fernando Simón en llamar a su puerta para ofrecerle un puesto en el Gobierno socialcomunista.

Lucía Méndez, la aznarista reconvertida en una pancartera del podemismo, se marca este 13 de junio de 2020 una tribuna en El Mundo en la que deja claro su sello ideológico, culpando a todo quisque, menos al Ejecutivo, de lo sucedido durante esta pandemia del coronavirus.

Como hábilmente saben hacer estos escribanos socialcomunistas, arranca con una generalización:

Del confinamiento hemos salido tocados. Todos. Los que se han cruzado con la muerte empiezan un duelo inexplorado y desconocido, ya que no pudieron despedirse de sus padres, hermanos o abuelos. Las familias entierran las urnas con las cenizas de los fallecidos. Y así es como se despiden para empezar a asimilar la pérdida. Los que han esquivado la muerte pero han sufrido la enfermedad tienen que esmerarse en la tarea de olvidarse del bicho. Que no es fácil. Quienes han visto desfilar la muerte y la enfermedad desde la ventana asumen la extrañeza de haber sido respetados por el patógeno. Todos nos sentimos extraños dentro de nuestro cuerpo y fuera de casa.

Por supuesto, nada de culpar ni de responsabilizar a las autoridades sanitarias de su imprevisión o de su cambio de criterio. Los ‘malos’ somos los ciudadanos, que nos quejamos de todo por gusto:

Tenían mucha razón los psiquiatras y psicólogos. La salida está siendo peor que el encierro. La libertad, más complicada que el confinamiento. La terracita, ahora que la podemos tocar con las manos empapadas en gel hidroalcohólico, no apetece tanto como en los sueños de hace dos meses. Cuantísimo echamos de menos las mascarillas cuando en las farmacias había carteles diciendo: «No hay mascarillas, no hay gel, váyase a casa». Ahora que las tiendas están cuajadas de mascarillas, pasamos el rato comentando la molestia de llevarlas.

Los efectos de este apósito inesperado han sustituido al tiempo en las conversaciones de cortesía y distancia social. De repente, las multitudes de antaño en los centros comerciales, las manifestaciones o los museos se nos hacen de un tiempo pasado que sólo ha cumplido tres meses. Parece mentira. Casi todo sigue pareciendo mentira. Cuesta asumir la idea de que somos poquita cosa frente a un virus criminal. A pesar de nuestra tonta grandilocuencia.

Y llega el toque final, donde Méndez saca a relucir toda su mala baba:

Los avances científicos no nos han librado de una pandemia que hemos combatido exactamente igual que en la Edad Media. Los científicos, médicos, epidemiólogos y virólogos reconocen que el Covid-19 era una incógnita y que han ido aprendiendo a combatirlo sobre la marcha, con el inmenso dolor de no poder salvar más vidas. La ciencia es humilde, pero especialistas en otras áreas del conocimiento no lo son tanto. Políticos, periodistas, analistas, tertulianos, guardias civiles y forenses conocían a ciencia cierta la letalidad del coronavirus y las calamidades que nos aguardaban. Más en concreto, sabían de los contagios que se producirían en un día señalado: el 8-M. Una fecha que la oposición del PP y Vox han convertido en otro 11-M. Lo dicho. Todos salimos tocados.

HISTORIA DE UNA METAMORFOSIS

Para quien no este al tanto, recordar que Lucía Méndez es sin duda una de las periodistas europeas que ha sufrido una metamorfosis más acusada.

Tras una etapa a la sombra de Pedrojota Ramírez y cuando Aznar ganó sus primeras elecciones, saltó de ‘El Mundo’ a La Moncloa, donde a las órdenes de Miguel Angel Rodríguez sirvió fielmente y con denuedo tanto a Ana Botella como a su marido en tareas de asistencia y comunicación.

Retornada a El Mundo y ya divorciada, fue evolucionado poco a poco hasta convertirse en una de las ‘hidras‘ del la izquierda mediática. Su apogeo lo alcanzó en la breve etapa en que David Jiménez dirigió el diario, logrando que prescindieran de columnistas como Salvador Sostres, que le parecía ‘demasiado de derechas‘. Fiel a su línea, ha sido también instrumental en el despido de Javier Negre, acusado de ‘derechista’.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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