ESPAÑA EN LA ENCRUCIJADA

A cada puerco le viene su San Martín

Y esa fecha llegará para muchos felones que han acudido a la política para vivir del contribuyente

A cada puerco le viene su San Martín

Este refrán popular que aparece en importantes textos literarios clásicos, como en la segunda parte de El Quijote (“Su San Martín se le llegará como a cada puerco”) y en La vida del Buscón (“A cada puerco le viene su San Martín”), habla de la fiesta que se celebra el 11 de noviembre en recuerdo de San Martín de Tours, obispo del Siglo IV.

Y esa fecha llegará para muchos felones que han acudido a la política para vivir del contribuyente, engañar al personal, a la gente como ellos dicen, con falsas e imposibles revoluciones y hacer lo contrario de lo que rebuznan: “Sólo un incompetente podría no saber lo que estaba ocurriendo en su partido”.

Como ha escrito Juan Sisinio Pérez, catedrático de Historia Contemporánea, “son muy importantes las decisiones de los individuos que tienen poderes para frenar o arropar unas u otras exigencias políticas. Y en este caso hay datos suficientes para defender que el Rey Juan Carlos I supo captar y subirse a lomos de las demandas democráticas que existían entre la mayoría de los españoles de esos años” (entre 1975 y 1982). El republicanismo español de los siglos XIX y XX bebió de la triada conceptual libertad, igualdad y fraternidad que se enarboló en las revoluciones liberales norteamericana y francesa, y que en España tuvo su camino entre las Cortes de Cádiz (1810-1814) y el sexenio democrático (1868-1874). En esos años se fraguó el republicanismo como un programa de reformas que se condensan en lo que dice la Constitución de 1978 en su artículo 1-1: “España se constituye en un Estado social y democrático de derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”, texto en el que se recogen los derechos y aspiraciones que desde hacía un siglo habían sido bandera de un amplio abanico de fuerzas progresistas. Con la Constitución de 1978 “se puede afirmar –dice Sisinio Pérez- que ganaron la partida los vencidos en la Guerra Civil, por más que quedasen asuntos que posteriormente se han considerado insoslayables. En este sentido, el republicanismo como fuerza política perdió su sustento histórico y vio cumplidos sus objetivos sociales”.

Como sabemos todos los que vivimos la Transición desde el periodismo, el Rey Juan Carlos era buen conocedor, incluso desde que era Príncipe, del pensamiento de los españoles y por eso lo primero que hizo fue lograr que Felipe González y Santiago Carrillo aceptaran la monarquía y la bandera. Hecho esto y junto a Adolfo Suarez y Torcuato Fernández Miranda urdieron el pacto constitucional que terminaron de dibujar en un restaurante Fernando Abril y Alfonso Guerra. El acuerdo consistió en diseñar una democracia de valores republicanos, donde la Corona quedaba como elemento simbólico de unidad y estabilidad del Estado. Y en este punto conviene recordar, como han hecho plumas autorizadas como la de Jon Juaristi Linacero, el discurso que en 1987 pronuncio en el Palacio de la Música de Valencia Octavio Paz Lozano, con motivo del Congreso de Intelectuales que presidió. Paz contó que Indalecio Prieto Tuero le había confiado en 1946, durante una conversación que ambos mantuvieron en París,  que “el único régimen viable y civilizado para España era una Monarquía  Constitucional con un primer ministro socialista, pues las otras soluciones desembocarían en el caos o en la prolongación de la dictadura franquista”.

Las instituciones más serias incluyen la vigente Constitución española  entre las más avanzadas del mundo, pero esto no es obstáculo para que “haya fuerzas políticas, incluida Podemos, hoy un partido de Gobierno, empecinadas en socavar el valor intrínseco de la Monarquía parlamentaria como excusa para dar por superados los consensos de la Transición. El populismo de izquierdas y el separatismo tienen como meta la derogación de facto de la unidad nacional consagrada en la Constitución para dar paso a una república de corte federalista”, ha editorializado ABC. La buena voluntad de los políticos de la Transición (todos: democratacristianos, liberales, monárquicos, regionalistas, socialdemócratas, socialistas, comunistas, nacionalistas e independentistas) y de los padres de la Constitución “se ha visto sorprendida –ha escrito su director, Bieito Rubido Ramonde- por la deslealtad de unas minorías que quieren romper el país”.

Pero estos vendedores de feria no lo conseguirán porque para cambiar la forma de Estado tienen que reunir una mayoría de 2/3 en las Cortes, convocar después un referéndum para que los cambios propuestos los ratifique el pueblo soberano, celebrar elecciones generales y ratificarlos las nuevas Cámaras por otra mayoría de 2/3. Impensable para un grupo de arribistas y forajidos de la Justicia que saben -ha escrito la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una Tercera- que para destruir España “primero han de acabar con la Corona, con la Constitución, con la independencia judicial, con la separación de poderes, con la libertad y pluralidad informativa, y con las CC.AA. como garantes de la unidad en la diversidad y como contrapoderes”. “Si Felipe VI firmó su sentencia cuando salió al rescate del ánimo patrio en su discurso de octubre ante el intento de sedición en Cataluña, Don Juan Carlos –añade Díaz- se condenó el día en que, con gallardía y oponiendo normalidad a la demagogia, dejó en evidencia al narco tirano Hugo Chávez Frias al espetarle aquél: “por qué no te callas” (en defensa del ex  jefe del ejecutivo español José María Aznar, al que Chávez estaba vilipendiando en público). De inmediato se pusieron en marcha los círculos de poder nacional e internacional formados por los que solo comparten una voluntad implacable de destruir con dogmas que niegan toda verdad, enunciados en insoportables homilías laicas, que son puro cinismo, doble rasero moral”.

Pues eso, que siempre hay 11 de noviembre.

JORGE DEL CORRAL Y DÍEZ DEL CORRAL.

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Autor

Jorge del Corral

Hijo, hermano y padre de periodistas, estudió periodismo en la Escuela Oficial de Madrid. Ha trabajado en cabeceras destacadas como ABC y Ya. Fue uno de los fundadores de Antena 3 TV. Miembro fundador de la Asociación de Periodistas Europeos (APE) y del Grupo Crónica, creador de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV) y fundador de la Unión de Televisiones Comerciales (UTECA). Un histórico de la agencia EFE, donde fue subdirector y corresponsal en Roma.

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