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Carlos Dávila: «Mona, echacuervos, mequetrefe»

Confieso que acudí presto a estas contribuciones históricas a los tres minutos, tres, ni uno más, ni uno menos, de soportar la enésima homilía del simpar Sánchez

Carlos Dávila: "Mona, echacuervos, mequetrefe"
Pedro Sánchez y el coronavirus. PD

Una recomendación: cuando se encuentren angustiados por no encontrar una calificación justa, medida, a las persistentes fechorías de Sánchez, les invito a recurrir a uno de los dos tomos de ‘Cuento de Cuentos’ del que fue autor en su momento el monumental Néstor Luján, un auténtico erudito también antifranquista, que se dedicó años a recopilar palabras y frases proverbiales, todo un compendio universal de historias sobre las que él trabajaba el tiempo libre que le dejaba la estúpida censura de Franco o, incluso, el Tribunal de Orden Público.

Porque Luján, años director de ‘Destino’, fue uno de los escasos intelectuales que, durante la autocracia del general, le plantó cara, fue lo que ahora se llama un resistente, o sea, lo que nunca fueron los papás de la mayoría de los socialistas y comunistas (excluyo al terrorista Iglesias sr.) que ahora presume de haber derribado a Franco. Digo yo que sería volcando el catre porque el hombre le entregó la cuchara a su yerno, el marqués de Villaverde, en un hospital público madrileño, un centro de los que construyó, ¡qué le vamos a hacer! la Seguridad Social de aquel régimen.

Pues bien, para el caso, Luján nos dejó dos perlas cultivadas que ni pintiparadas para lo que nos preocupa. Recoge en primer lugar la obra de Luis Escobar: ‘Las cuatrocientas respuestas’ (nada menos que 1545) y recuerda que “llaman echacuervo o echacuervos al que predica las bulas, el buldero (esto era de El Lazarillo de Tormes) que es el más desenvuelto y desvergonzado que yo ví”.

El “buldero” era calificado por Escobar como “hombre embustero, ridículo y despreciable”. Cosas de Escobar, no del cronista. Añade Luján también otra referencia de Sebastián de Covarrubias (1611) en su ‘Tesoro de la Lengua Castellana’ que llama denomina echacuervos a “los que con embelecos y mentiras engañan a los simples por vender sus ungüentos y sus azeites”. Sustitúyase la antigualla de los “azeites” por la cercanísimas las peroratas semanales de Sánchez, y verán cómo las tretas del aún presidente tienen relato en las denuncias más auténticas de la pillería hispánica.

Y por si esta reminiscencia de nuestra mejor literatura nos les deja completos, acudamos al mismo recopilador, Néstor Luján, para comentar la segunda perla que nos dejó por herencia: el origen y el desarrollo del término “mequetrefe”, tan hoy en desuso y tan malversado cuando, de uvas a peras, es resucitado. Pues bien: sostiene Luján que la aparición súbita de esta palabra allá por el siglo XVII, deriva del idioma portugués, en el que “meco” significa “hombre libertino, malicioso y astuto” y “trefe” querría decir algo así como tipo entrometido que no repara en gastos para obtener sus deseados fines. Calderón de la Barca no se fijó -al fin era de otra época, iletrada Lastra- en los descubrimientos de Joan Corominas en su “Diccionario de la Lengua Castellana”, y dibujó de esta guisa la entraña del mequetrefe:

“Y deste oficio soy jefe/ porque soy el mequetrefe/ mayor que se ha conocido”.

Confieso que acudí presto a estas contribuciones históricas a los tres minutos, tres, ni uno más, ni uno menos, de soportar la enésima homilía del simpar Sánchez. En ese tiempo a un tipo digno ya se le habría ocurrido (lo ha hecho Merkel en Alemania) pedir disculpas al personal por la ínfima gestión que el Gobierno del Frente Popular presidido por él, ha realizado de esta maldita pandemia que nos asola.

Al revés; compungido como un mal escolar pillado en falta, reveló sus intenciones de seguir cuidándonos como si fuéramos niños idiotas (algo de eso, desde luego, hay en nosotros), de volcar sobre los ajenos, las autonomías, la responsabilidad última de tenernos secuestrados medio año (ahora parece que sólo cuatro meses), y de remitir a nuestra decencia la lucha contra el virus que, otra vez más, como en el pasado julio, “vamos a derrotar”.

Aún no se ha denunciado suficientemente que ya en esa fecha inicial del estío, los especialistas independientes (los suyos, es mentira, nunca existieron) avisaron de que “empezaba la segunda oleada del Covid”. Esto se lo dijo el senador, científico muy acreditado, Rubén Moreno, a Illa en la Cámara Alta sin que recibiera del ministro de Sanidad el menor reconocimiento, ni el indispensable perdón. Ahora Sánchez lo fía todo a las vacunas sobre las cuales los virólogos sitúan una enorme cautela.

El individuo, que aseguró que el virus era un machaquito de temporada, un bichito más inofensivo que las moscas testiculares, ahora pretende engañarnos de nuevo acudiendo a las vacunas sobre las que, por cierto, todavía no sabemos si hay acopio en nuestro país. Pues bien: a esta clase de mequetrefes y echacuervos, los embusteros de ahora, les dedicó el fabulista Tomás de Iriarte cuartetas tan logradas como ésta:

  • “Aunque la mona se vista de seda/
  • la mona, mona se queda/
  • El refrán lo dice así/
  • y yo también lo diré así”.

Dicho queda: mona, mequetrefe, echacuervos.

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