Hemos tenido la osadía, esperemos que la Real Academia nos disculpe por ello, de utilizar como título de nuestro comentario, una palabra que no está reconocida por la misma, pero que sin embrago creemos que expresa fielmente lo que en realidad está ocurriendo en nuestro país.
Tanto es así que modestamente aventuramos que de seguir así, posiblemente la adopte la Academia.
La mayoría estamos hartos de que los mandamás políticos nos machaquen los oídos con el tema del progresismo. Desde que mandan los actuales, los que dan la cara y los ocultos, nos lo repiten una y otra vez, en cuanto tienen ocasión o aunque no venga a cuento.
Sin embargo muchos creemos que nos mienten a sabiendas, pues analizando la situación y lo que intuimos que se avecina, no nos parece que estemos en un período de progresismo, sino de todo lo contrario, por eso lo de regresismo. Indudablemente ellos están contentos, pues nos están llevando por donde particularmente les conviene.
El problema es que no se preocupan si el pueblo, en nombre del cual y para el que gobiernan, quiere ese camino.
El progresismo lo entienden como la destrucción de todo lo anterior, y la creación de un mundo nuevo, claro está según sus creencias, principios o ideologías, que por descontado son las correctas.
Nos van a llevar a un paraíso, pero ellos han sido los primeros en instalarse en el mismo. ¿Y si no hay sitio para los demás? ¡Pues mala suerte!
Indudablemente estamos en un período muy delicado por la cuestión de la pandemia, pero también lo están el resto de los países del mundo. Sin embargo en el nuestro la apisonadora del progresismo sigue a toda velocidad, sin descanso, aprovechando que la población está en buena parte paralizada por el lógico miedo a la enfermedad.
Seguimos con un presidente por casualidad que no pierde ocasión para hacerse notar. En la reciente cumbre telemática del G-20, es el único que dice muy ufano “…nosotros, los líderes del G-20…”, aunque nuestro país tan solo es invitado permanente,
Mejor sería que se preocupase de liderar conscientemente la nación, pues un reciente informe de la OCDE, que analiza cuarenta y seis países, coloca al nuestro como el segundo con mayor hundimiento, solo detrás de Argentina, en la que por cierto también manda la izquierda. ¡Qué casualidad!
Como somos progresistas el jefe morado se congratula de aprobar unos presupuestos con la colaboración de herederos de los etarras y de los separatistas de la esquina noreste, pues “comprenden mucho mejor el espíritu social de la Constitución que la bancada de la derecha”. Si, como lo leen.
Sin duda son unos presupuestos inspirados en su progresismo, es decir la desmembración de la nación, que facilita el programado y alentado desconocimiento de su cultura y su historia, lo que llevará a la pérdida de la identidad nacional y a crear una masa de sumisos pendientes de la limosna que quiera darles el Estado si se portan bien.
Todo ello de lo que se entiende por progresismo, como conjunto de ideas y actitudes avanzadas, no tiene nada. Es todo lo contrario, por eso lo denominamos regresismo, pues a lo único que va a conducir, ya estamos en ese camino, es a que nuestra nación retroceda en todos los órdenes.
Éramos una nación respetada y cada vez con mayor frecuencia nos toman internacionalmente por “el pito del sereno”, los ejemplos sobran.
Quizás seremos líderes de ideas de “pata de banco” que tanto pregonan ahora nuestros jefes, pero eso, no nos engañemos, es regresismo. El tiempo lo dirá.