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Carlos Dávila: «Irresponsables, malos gestores, desaparecidos, incapaces»

Mientras los hospitales y sus UCI se llenan peligrosamente

Carlos Dávila: "Irresponsables, malos gestores, desaparecidos, incapaces"
Pedro Sánchez y su Gobierno PSOE-Podemos. PD

Más de setecientos mil parados más en 2020, setenta mil muertos por el maldito virus le traen a este Gobierno del Frente Popular exactamente por una higa.

Mientras los hospitales y sus UCI se llenan peligrosamente, mientras la mayor parte de los españoles denuncia que no cobran sus ERTE, mientras regiones enteras de España, tipo Cataluña, confinan todos sus municipios, mientras los médicos hartos de ser paganos de la situación (líneas abajo lo contaré) explican que ya no pueden más, y mientras, para no ser exhaustivo, los científicos prevén que en poco menos de diez días nuestro país sufrirá un «pico pandémico» sin precedentes, el Gobierno de la nación se esconde, se perpetra en los rescoldos de su descomunal propaganda, deja que la realidad atropelle sus pronósticos, y se toma unas largas vacaciones, anticipo sólo de las fechorías que está preparando para este primer semestre de 2021, entre ellas la no menor de intentar colocar a la Corona en off side, como si fuera una porcelana prescindible.

Ahora mismo se mueren «oficialmente» en nuestro país a costa del Covid más de cincuenta mil personas y otras, casi dos millones, se han contagiado. Los datos de este periódico son muy superiores. Y los médicos están diciendo basta. Basta no sólo al propio Gobierno, sino a los españoles en general.

En un documento con increíble escasa difusión se lamentan, gritan, lo siguiente:

«¿Qué pasaría -dicen- si ante la inconsciencia de la gente y de las autoridades y ante la terrible situación de todo el personal sanitario, éste decidiera abandonar los hospitales?».

“Si a la población no le importa la vida de los médicos y sus familias, ¿por qué el personal de salud se tiene que sacrificar por la vida de la población inconsciente, indisciplinada, irreflexiva, insensata, imprudente, alocada y descuidada?”.

Es una posición que naturalmente no aventura la dejación de funciones de los sanitarios, pero que sí alerta del cansancio brutal que tienen unos profesionales abocados a cuidar, y sanar si pueden, a los incontables estúpidos que han contraído la enfermedad por su alto grado de inconsciencia.

Son los sanitarios que están soportando el peso de la pandemia y sobre los que ahora, encima, se coloca una imputación horrenda: estar de vacaciones en estos días en que la vacunación ha empezado tan lastimosamente. Esta acusación ya se ha volcado desde la infecta propaganda de unos gobernantes que llevan desde el pasado 28 de diciembre sin tocar bola.

Al parecer, los únicos españoles que tenían derecho a tomarse este estiaje de invierno son nuestros gobernantes, invisibles durante todo este tiempo en que se están conociendo los peores datos de la infección general.

Ni siquiera, la briosa ministra de Trabajo, la comunista Yolanda Díaz, ha tenido la decencia de comparecer ante el país para explicarle cómo es posible que oficialmente España tenga ya más de setecientos mil desempleados más que hace un año. Esta señora, a la que la progresía adula como se celebra a los trileros más habilidosos, se ha pertrechado en su silencio porque no sabe cómo justificar que la política de su Gobierno está llevando -ya lo verán- a España hasta los cinco millones de parados.

El pasado noviembre, con su infame oropel habitual, el jefe de esta señora sí apareció en sus televisiones de cabecera para afirmar literalmente que “desde hace tres meses tenemos un plan perfectamente articulado de vacunación”. Los medios afines y cómplices acogieron este anuncio y los colorearon encima anticipando que la salud estaba ya tan cerca como la Navidad.

Una pavorosa mentira. Según todos los epidemiólogos y los virólogos, es decir los científicos que realmente saben de esto, aquel plan que con tal rimbombancia presentó festivamente el presidente, no era más que una copia mala, desgastada y clonada de los informes, de las líneas generales que ya habían marcado de antemano tanto la Unión Europea como la propia Organización Mundial de la Salud.

O sea, un trampantojo fusilado, como le gustan al falaz doctor Pedro Sánchez.

La verdad se ha abierto malamente en una nación que posee las peores cifras de la pandemia, la gestión más imperfecta, los resultados más catastróficos, en suma.

Este Gobierno que padecemos no sólo parece dispuesto a volar la estructura institucional de España, sino que incluso, con su pésima gestión, puede terminar con la Sanidad que, hasta su llegada al poder, se consideraba la mejor del mundo, solo detrás de la incógnita de Singapur.

Sin irresponsables, sectarios, malos gestores y sobre todo enormemente incapaces.

Pero Sánchez sigue en primer lugar en las encuestas. Los españoles nos lo tenemos que hacer mirar antes de que este individuo acabe con nosotros.

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