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Carlos Dávila: «La pinza Sánchez-Vox»

Sutil, barriobajera más bien, que todavía se percibe con dificultad pero que trabaja ya con gran éxito

Carlos Dávila: "La pinza Sánchez-Vox"
PD

Es una treta, un ingenio antiguo.

Tiene al menos dos antecedentes: uno, cuando nació políticamente, la “pinza” se aplicó a los posibles conchabeos entre Aznar, en la oposición, y Julio Anguita, más en la oposición todavía.

El PSOE de Felipe González se cansó de denunciar que ambos habían perpetrado una estrategia conjunta para hacer la vida imposible a los socialistas en el Parlamento. Sólo había de cierto esto: Anguita y Aznar se llevaban francamente bien. «¿Por qué?», le pregunté al primero en una ocasión. Me respondió: «Porque ‘éste’ al menos no me engaña».

Se refería, claro, al líder del Partido Popular. La “pinza” en aquel caso apenas tenía eficacia alguna porque los dos hipotéticos complotados no se comían ni una rosca del poder; no mandaban en las instituciones y, en consecuencia, escaso daño le podían a ese PSOE que, no olvidemos el caso, era el de la llamada por entonces con toda justicia “corrupción generalizada”.

De forma que esa primera pinza contra natura que traemos a colación era poco más que un ejercicio de tócame las narices al PSOE. Nada con sifón. La segunda sí que fue una invención articulada. De pronto, a alguien con nombre y apellidos en el Gobierno de Mariano Rajoy, se le ocurrió que el ardid más inteligente para rebañar votos al socialismo, era apoyar políticamente a un sujeto que entonces empezaba a hacer sus primeras armas en la política. Se trataba de Pablo Iglesias y su partido, aún en fase embrionaria, Podemos.

Dicho y hecho, contando con la inapreciable ayuda de los Servicios de Información, unos recónditos, otros perfectamente identificados, Iglesias empezó a ser placeado, “recomendado” más bien, en las televisiones que más o menos tenía controlado aquel poder estúpido. Así que a Pablo Iglesias le hicieron un hombre mediático desde La Moncloa y desde las diferentes asesorías de Rajoy, la de Pedro Arriola entre otras, e incluso desde el propio Gobierno donde entonces se escuchaban sentencias tan alborotadas e inciertas como ésta: “Podemos le lastima mucho al PSOE”.

Al final, ¿qué pasó? pues que el Gobierno de Rajoy le puso un piso al leninismo en toda España, y éste, con más hambre que un torero y menos escrúpulos que su jefe Maduro, se aprovechó de la oportunidad que ni al famoso ‘Platanito’, y hoy está en el Gobierno.

La “pinza” PP-Podemos funcionó, el PSOE se quedó que ni tan mal como ahora se dice, y el PP, los sucesores de aquella estólida ingenuidad andan buceando por la oposición raras posibilidades de salir a la superficie, digámoslo claro.

Y llegamos a la tercera “pinza” de nuestra reciente Historia. Es una sutil, barriobajera más bien, que todavía se percibe con dificultad pero que trabaja ya con gran éxito.

Es la pinza Sánchez-Vox porque es el presidente del Gobierno quien la ha montado. Quien tenga alguna duda sobre la propiedad de tal “pinza” que se tome la molestia de comprobar cómo el pasado fin de semana, el partido de Abascal, y de este Espinosa de los Monteros que se ha sumado a la persecución a la Prensa libre decretada por Podemos, la televisión gubernamental, con total indecencia, retrataba las pedradas adolescentes que han recibido, afortunadamente, que se sepa, sin daños, los socios de Abascal en Cataluña. “Eso -decía el candidato del PP en Cataluña- no es otra cosa que pinchar el globo del PP”.

Nadie duda de que las agresiones son reales, pero no menos de las que sufrió en su momento el alcalde ahora de Badalona, Xabier Albiol, que tuvo menos suerte que los empleados de Abascal, porque Albiol sí fue alcanzado físicamente por un mandado, quizá porque su estatura favorece el blanco. Como resulta que este tipo de atentados sulfura a cualquier persona decente, los medios no atados a La Moncloa también lo han glosado y Vox se ha convertido en víctima -mejor dicho en beneficiario- de una argucia en la que el PSOE necesita y pretende que el PP sea sobrepasado por los pretendientes de Vox. O sea, que esta sí que es una pinza.

Juntada esta peripecia con la fabricación de las encuestas falsas como la cara de Judas, que ha perpetrado en el Centro de Investigaciones Socialistas (antes Sociológicas) el taimado Tezanos, la realidad parece estar modificándose. Si hace un mes, nadie aventuraba que el ‘sorpasso’ de la derecha lo iba a pregonar Vox en el Principado, ahora el personal tiene muy creído que Garriga, otro tránsfuga del PP, puede vencer en el combate de la derecha a Alejandro Fernández, un voluntarioso candidato que ahora mismo sigue avisando de que “pese a todo, nosotros vamos a resistir mejor de lo que se dice”.

Pero lo tiene francamente difícil. Otra pedrada más y Vox se pone en los diez escaños. De aquí al domingo, la “pinza” se va a notar mucho más. Sánchez precisa constatar la imagen de un PP sumido en la desesperación en Cataluña, y de un Vox que, desde la utraderecha que él denuncia, se suba a la chepa de los populares. Ya vendrán tiempos para asestar golpes a Abascal u otros en que se valga de sus escaños para sacar adelante propuestas como las de los fondos europeos que avergüenzan incluso, a mujeres tan sensatas y cuitadas como la presidente de Europa, Úrsula von der Leyen.

Las dos “pinzas” anteriores que hemos recordado, la supuesta de Aznar y Anguita y la de Rajoy-Podemos no le salieron nada bien a sus organizadores. Anguita se ha muerto devastado por la marea leninista de Podemos, y estos, gratificados brutalmente por la tontería pacifista del PP, ya se ve ahora dónde y cómo están.

¿Qué ocurrirá con esta tercera? Por lo que se ve por ahora sólo puede perder el “pinzado”, o sea el Partido Popular. Sánchez, en lo teniente a ordenar maldades, es más listo que Aznar y Rajoy juntos.

Vox y Abascal se limitan solamente a poner la mano.

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