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Carlos Dávila: «La amenaza y trola del tramposo leninista»

Iglesias había calculado una salida clamorosa allá por el 14 de abril realizando una apelación histórica, y por tanto reivindicativa, de la II República

Carlos Dávila: "La amenaza y trola del tramposo leninista"
Pablo Iglesias, la Comunidad de Madrid, el madroño, el oso y la rata. PD

Que no, que no ha sido un despiste como lo quiere el periódico global de las izquierdas. Pablo Iglesias anunció al tiempo su dimisión como vicepresidente del Gobierno y su presentación como candidato a las elecciones regionales de Madrid sabiendo perfectamente que existía (y existe) una ley que le impedía (que le impide) esperar hasta abril para formalizar su marcha del Gobierno de Sánchez.

Un común informante de Podemos advertía esta semana al cronista: “Pero, ¿en qué cabeza cabe que Iglesias ignorara este precepto?”.

Y añadía: “Ha sido una martingala tan burda que no le ha resultado, ha sido un intento de que nadie se diera cuenta de la trampa”. Es lo que se dice desde una facción de Podemos (desde luego, no es la más querida por Iglesias) que además, y sin cortarse un pelo, confía en que “su salida de la política nacional coincida con su renuncia al liderazgo en el partido”.

Ya se ve cuánto es el aprecio, decreciente y cada vez más visible, que el hasta ahora vicepresidente suscita en sus bases. Todavía sin embargo, y según se filtra, los más cercanos al jefe se siguen preguntando cuál es la versión cierta de la renuncia. “Aquí hay gato encerrado”, sugería discretamente el informante antedicho.

Lo que pasa es que escudriñar en la auténtica razón de su marcha es ya irrelevante. Lo es por dos motivos: el primero, porque tras los tortazos de Madrid, Murcia y Castilla y León, territorios electorales en los que Iglesias había previsto una victoria sin paliativos para desbancar a la derecha, el prestigio del líder de Podemos como prestidigitador de operaciones políticas triunfadoras se ha desmoronado por completo.

El segundo, porque los que hasta ahora han venido siendo sus compinches en el Gobierno de la nación, a pesar de haberse dado también un trastazo idéntico en estas regiones, están muy medidamente satisfechos porque la salida del líder, o cosa así, ya no tenga reversión.

Iglesias había calculado una salida clamorosa allá por el 14 de abril realizando una apelación histórica, y por tanto reivindicativa, de la II República.

Claro está que sigue en esas trece, pero ya no contará con el formidable aparato del Gobierno del Estado para su demagógica, mentirosa y estúpida reclamación, como no sea que deposite en su señora, la ministra Montero, la primogenitura de la agitación.

Ahora Iglesias marcha de dislate en dislate. En su última, creemos, intervención en el Parlamento, se descolgó el pasado miércoles avisando de una querella “por cohecho” contra el secretario general del PP, García Egea. Volvemos a la fuente original de Podemos: “Pero, ¿es que alguien cree que esto le arrastrará votos en mayo?”.

Por lo pronto habrá que esperar a que la amenaza se cumpla y después si se oficializa, la causa irá para largo, entre otras cosas, porque el diputado murciano tiene consideración de aforado, y la querella terminaría en el Supremo. Largo me lo fiáis.

Es decir, que se trata de un trucado brindis al sol que le permite, eso sí, alguna primera página para él en los medios que han estado clásicamente a su servicio.

Porque, a mayor abundamiento: si fuera verdad que algunos de los llamados tránsfugas de Murcia (en realidad lo han sido los tres de Ciudadanos que han apoyado la moción) hubieran cobrado, como acusa sin prueba alguna Iglesias, ¿alguien cree también que lo van a reconocer ante su enemigos? Pero este Iglesias nos piensa tontos o qué?

Su trampa, que no es saducea porque Iglesias no posee ni inteligencia ni habilidad para articular algo así, se ha desmoronado antes de empezar a plantearse.

A la fuerza, atado a una camisa roja, se ha tenido que marchar del Congreso de los Diputados, donde sólo quedará recuerdo para su estilística espesa y barriobajera y para sus amenazas suburbiales.

Ni una ley que se le pueda atribuir, ni una preocupación por las personas que le fueron atribuidas en su Vicepresidencia: los mayores incluidos en las residencias a las que nunca se ha acercado. Ni siquiera un discurso parlamentario en el que brillara su oratoria pedestre de facultad de los sesenta.

Nada de nada: esta es su herencia. Deja, eso sí, conmilitones colocados, pero estos tienen escaso futuro en los próximos gobiernos de Sánchez. Este, ya al borde de convocar elecciones generales anticipadas, no tiene la menor intención de continuar manchándose con la sangre roja de sus socios, hasta ahora, leninistas. Por tanto: ¡vaya pan -repetimos- como unas tortas del tramposo comunista!

Ahora bien, el tipo que da por buenos los medios con tal de atracar los cielos, no es presumible que haya dado su última palabra. Su egocentrismo, al borde del tratamiento psiquiátrico, reviste tales proporciones que volverá a ingeniar otra trapisonda o, directamente, cualquier maniobra brutal.

Este es un aviso: antes, Iglesias, crónico embustero, estaba políticamente en la UCI, ahora ya se encuentra de camino al tanatorio.

Pero, ¡ojo! que el tipo todavía está en el camino.

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