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Carlos Dávila: «La ‘Escoria’ ante las elecciones»

El caso de la ministra Maroto ha sido paradigmático.

Carlos Dávila: "La ‘Escoria’ ante las elecciones"

De verdad: se está haciendo un drama trascendental de lo que sólo es un uso y costumbre en la izquierda. ¿O es que ya nadie recuerda el dóberman de Rubalcaba en las elecciones generales de 1993? ¿Es que nadie recuerda aquella apelación al “hombre del bigotillo (Aznar) sucesor directo de Franco”?

¿Es que nadie recuerda a un locutor de la cadena socialista afirmando que cuatro determinados periodistas éramos (perdón por la autocita) herederos de los asesinos de García Lorca?

¿Es que nadie recuerda cómo se ofendía a los electores de centroderecha señalándoles como cómplices directos de la última dictadura? ¿Es que nadie recuerda a la diputada (ahora) Aizpurúa denunciando en su periódico proetarra, como objetos de venganza y represalia, es decir objetivos de la banda asesina, a todos los que se oponían a sus letales fechorías? ¿Continúo?

¿Es que nadie recuerda la propaganda del PSOE amenazando con que un triunfo del centroderecha era una “declaración de guerra” (sic) a la democracia?

Pues bien: ahora que tanto añoramos a ese PSOE histórico de González y Guerra, no está de más rememorar aquellos comportamientos tan gratos a este partido.

Los de entonces a que nos referimos o, por ejemplo, y con más distancia, a la verborrea infame del fundador Pablo Iglesias justificando en el Parlamento de la nación atentados contra sus oponentes.

Claro está que, en comparación con el horror que nos ha traído a España, primero el ágrafo Zapatero, y después el inmoral Sánchez, aquel perro furioso del añorado (ahora) Rubalcaba, no era más que un chihuahua para pasear en El Retiro. Es decir: que está en la más reciente y antigua tradición del PSOE (no digamos ya del Partido Comunista) llenar de escoria, de basura maloliente, el ejercicio de la política en nuestro país.

Balas y navajas producen mucha conmoción, naturalmente, pero mucha menor del pasmo, del miedo, del horror que causó en su momento el asesinato de José Calvo Sotelo a manos de los escoltas del bendecido (ahora también) Indalecio Prieto.

La izquierda en España, y también en otros países porque en esto tampoco somos muy diferentes, acostumbra a provocar incendios y acusar a sus rivales de haber prendido la cerilla. No de actuar de bomberos, porque eso ya no se lo cree nadie, sino de causar la tragedia en provecho propio.

El caso de la ministra Maroto ha sido paradigmático.

Su sobreactuación, propia de una actriz aficionada, es uno de los ridículos más grandes que se hayan visto en la política española de siempre: “¡Hijos, estad tranquilos que mamá está bien!”, clamó ante los leones de las Cortes, que debieron pensar. “Pero, ¿qué le ha ocurrido a esta mujer?”.

Luego, ya se sabe, resultó que la navaja ensangrentada como si fuera la del indio Jerónimo estaba pintada con tinta china colorada y que el remitente era un pobre enfermo que, a su decir, es nada menos que “agente secreto”. Vamos: Ibáñez no hubiera dibujado nunca un episodio tan chusco de Mortadelo y Filemón.

En este momento, los periódicos del régimen socialeninista que nos asola, rebuscan desesperadamente en la genealogía del infortunado esquizofrénico de El Escorial, por ver si algún primo cuarto del cuñado divorciado de un político de la derecha tiene relación con el remitente. Lo dicho: una coña marinera propia de desequilibrados.

La escoria política, son la ‘Escoria’, así con mayúscula, la que forma la coyunda antidemocrática de la ultraizquierda, PSOE sanchista incluido, está desde los tiempos del malhadado Zapatero, en la construcción de un Estado que nada tiene que ver con el diseñado en nuestra Constitución de 1978. Es un régimen en el que la libertad es un inconveniente, y en el que la disparidad política se persigue y se detiene.

Pero, ¡qué chasco!, no ha contado con que el pueblo que habita esta vieja nación, de pronto se rebela contra los chulos del barrio, les hace frente y, de vez en vez, les gana en las urnas.

¿Cómo reacciona entonces la Escoria? Pues en la tesitura de “recordar recuerdos”; recuerden (disculpo tanta reiteración) lo sucedido allá en la II República cuando la derecha de la CEDA ganó en las urnas, la izquierda impidió que accediera al Gobierno, y no contenta con ello, unos meses después, armó a las hordas y organizó todo un golpe de Estado contra la misma República.

¿Ejemplar, verdad Sánchez? Puestos en preguntarnos: ¿qué hará la conjunción marxista leninista del propio presidente, del irredento Iglesias, de la apuntadora (con gesto de pistoletazo) García, y de la cohorte que les rodea si este martes venidero la liberal y esforzada Ayuso, les derrota limpiamente en las urnas? Como dicen los clásicos del argot más actual: ahí lo dejo. Y lo dejo con una enorme preocupación.

De algo podemos estar seguros. Desde la Moncloa, y al mando del gurucillo-mercenario-sin escrúpulos Iván Redondo, se perpetrará una  campaña para alertar a sus bases de que ha llegado el fascismo y que, en consecuencia, hay que resucitar el viejo grito de La Pasionaria: “No pasarán”.

Estos no van a aceptar un fracaso estrepitoso en las urnas; no están hechos para eso. Lo suyo es asaltar los cielos, cosa que ya anunció sin ambages el soldado leninista Iglesias. Por tanto, quedamos advertidos: el 4 de mayo será sólo una fiesta eventual para la democracia, que durará lo que tarde en coger resuello Sánchez y responder con la bajura de sus mentiras clamorosas y de sus amenazas insoportables.

Restan tres días de campaña: ¿quién no les dice a ustedes que al borde de nuestras votaciones, no aparezcan unos supuestos responsables de la balacera?

Si aparecen, algo que tenía que haberse descubierto ya, se convertirán en el último e inaguantable argumento de campaña de los fabricantes de la ‘Escoria’ nacional. O sea, ellos.

Carlos Dávila

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