"El profesor no aceptaba la propina roñosa de la conmiseración"

Jorge Bustos rinde homenaje al fallecido Gay de Liébana con una antológica columna

"Vivió, eso sí, para ver el regreso de su Espanyol a primera. Honrad su nombre, pericos. Y bravo ahí"

Jorge Bustos rinde homenaje al fallecido Gay de Liébana con una antológica columna
José María Gay de Liébana y Jorge Bustos.

Es para quitarse el sombrero.

El jefe de opinión de El Mundo, Jorge Bustos, rinde un merecido homenaje este 17 de julio de 2021 al fallecido profesor, economista y comunicador José María Gay de Liébana.

Y lo hace con un artículo antológico que es una verdadera delicia literaria.

Si quieren conocer mejor quién era Gay de Liébana, el texto de Bustos es imperdible:

Para él todos éramos grandísimos, pero el único grande era él. Hay que serlo para sentir la roedura minuciosa del cáncer y que tu única preocupación sea adelantar el máximo número de entregas de tu sección. Como si morirse fuera una faena no tanto para ti como para tu empleador. «Grandísimo Naranjo, no sé cuántos días me quedan, pero ahí te mando las claves económicas de esta semana».

Asevera el columnista que lo de Gay de Liébana era un mérito continuo, estar al pie del cañón aun a sabiendas de que en cualquier momento podía sobrevenir lo irremediable:

Hay que ser grande para encontrarte subido al cadalso de la metástasis y desde allí arriba, donde acaba el horizonte, en vez de compadecerte y maldecir tu sombra ponerte a repasar la prensa salmón y grabar con un gotero de voz tu análisis sobre el riesgo de inflación en la zona euro. Pero qué inflación podía importarte, profesor, si sabías que sabíamos que te estabas muriendo.

Tanto fue el gusto por el trabajo de este economista que hasta en los momentos más débiles de su enfermedad, de ese maldito cáncer, nunca dejó de mandar su colaboración, tal y como recuerda Bustos:

Y sin embargo mandó su sección hasta el último santo día. Porque para José María Gay de Liébana la economía, como el fútbol y como la radio eran continuaciones de un solo entusiasmo, y el entusiasmo es un lujo que no admite tasa. El profesor nació y nada más nacer la vida le pareció maravillosa. Y ya no cambió de opinión. Se cayó de crío en el caldero mágico del optimismo y ya no se lo pudo arrebatar ni la quimioterapia. Solo los impuestos estuvieron a punto. Liberal por academia y por instinto, hedonista mediterráneo, abstencionista vocacional, la única ideología que le conocimos a don Gay se parecía mucho a una confidencia de Montoro: «La vida me ha enseñado que, cuando las cuentas cuadran, llega la política y lo jode todo».

Resalta Bustos como Gay de Liébana nunca perdió ni el humor ni la ironía:

Las noticias que nos iban dando sobre su salud no eran malas, eran peores. Pero el profesor no aceptaba la propina roñosa de la conmiseración. Lo suyo era la luz, la ligereza, la coña marinera, ese manejo teatral de la entonación, esa disposición invencible al humor que desahuciaba la pena de cualquier sala. «¡Abrazos virtuales y entusiasmo a raudales!», «¡Bravo ahí, don Carlos!», «¡Ánimos elevados!». Levantarte con esta letanía innegociable a las siete y media de la mañana primero nos divirtió; luego nos estomagó («jartible», diría Herrera); y luego, cuando supimos hasta qué punto estaba enfermo cada vez que lanzaba su bravo ahí, empezamos a admirar hasta las lágrimas sus consignas de vida y esperanza como el soldado se emociona con la arenga de un heroico general herido.

Resalta que solo hubo un día en el que Gay de Liébana dejó de bromear y fue cuando falleció en 2020 el periodista David Gistau:

Para don Gay todos éramos maestros, cuando el único autorizado para dar lecciones era él. Alguien tendrá que explicar cómo morirse a los 68 años sin dejar un minuto de bromear. Solo una vez dejó de hacerlo. Guardo en el chat del equipo de Cope la parrafada que escribió cuando se fue David. Ni la voy a borrar ni se me ocurre releerla, que ya he llorado bastante.

Y recuerda a modo de conclusión que el economista se ha ido al cielo con uno de sus deseos cumplidos, ver a sus ‘pericos’ del alma de vuelta en la élite del fútbol español:

Vivió, eso sí, para ver el regreso de su Espanyol a primera. Honrad su nombre, pericos. Y bravo ahí.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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