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Carlos Dávila: «Los MIR, nueva felonía y mentira de Sánchez»

“Un día os daréis cuenta que ya no os queda nada, que, poco a poco, nos hemos ido quedando con todo”

Carlos Dávila: "Los MIR, nueva felonía y mentira de Sánchez"

A lo peor, no nos estamos enterando pero la cesión de la formación sanitaria especializada, o sea, los MIR (Médicos Internos y Residentes) a los separatistas es aún más grave que la transferencia de la caja única de la Seguridad Nacional. ¿Por qué? Fácil: porque supone asentar en España dos clases de médicos: los que podrán trabajar en Cataluña y en toda España, y los que sólo podrán hacerlo en España.

Es un paso definitivo, crucial, en la constitución de un Estado absolutamente independiente en el antiguo Principado. Verán: ahora mismo un profesional español, previa acreditación, puede ejercer sus saberes en cualquier país de la Unión Europea; pues bien, si se consuma esta felonía lo podrá hacer en todos… menos en una región: Cataluña. No es una exageración: es una realidad.

Por más que la pobre ministra de Sanidad, la canaria Carolina Darias, desmienta los acuerdos entre Sánchez y su conmilitón Pere Aragonès. Si el Gobierno tiene la decencia -que no la tendrá- de hacer pública el acta de la reunión del oprobio, se verá hasta qué punto el presidente de España ha vendido una nueva parcela al independentismo.

Todo sin mover el bigote, sin que preocupe la traición general que Sánchez está perpetrando contra su país.

Al pecado hay que añadir que lo hace sin que sufra, claro está, su enorme indigencia intelectual y cultural. Si en pocos años, Sánchez se ve afectado, pongamos por ejemplo, en Reus o en Gerona de una ciática molesta (nada grave, que ni siquiera a él le deseamos males mayores) tendrá que solicitar plaza en el Sistema Sanitario Catalán donde algún médico le podrá atender en catalán o quizá, si no es muy fanático, en castellano. La nueva tropelía que negocian Sánchez y sus cómplices analfabetos (diga lo que diga la pobre Darias) quiebra de hecho lo que dispone el Artículo 22 de la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias que, para la habilitación de los MIR, exige una “prueba única de carácter nacional” (sic).

Es decir, la bazofia que prepara el susodicho y bello Sánchez, contraviene los términos de esta ley, algo que, claro está, le importa un bledo a un individuo como éste acostumbrado a saltarse a la torera las disposiciones judiciales y a sustituir como una acémila furiosa las propias leyes que le resultan enojosas para sus propósitos.

Los MIR llevan cuarenta años contribuyendo a que nuestra Sanidad, y aún más precisamente nuestra medicina, sean calificadas como una de las mejores del mundo o -quizá nos quedemos cortos- como la primera en consideración asistencial, científica, social y docente. Pues bien; este insensato gobernante que aún tendremos que soportar dos años, se dispone a volar un sistema que es tan bueno, tan eficaz, que Pérez Rubalcaba (¡que estaría diciendo ahora este hombre!) lo quiso “exportar” a la formación profesoral. Una idea que, muy bien aconsejado, ha recuperado Pablo Casado para incluirla en su próximo programa electoral,

Por donde va, arrasa. El veraneante a costa del erario no está dejando en España piedra sobre piedra. A la sazón, compinchado con los sediciosos, pretende destruir con el único fin de pasar el estío unos años más en los paradisíacos enclaves de La Mareta y Doñana, la unidad de formación de los médicos llamados a cuidar nuestra salud, la igualdad de oportunidades de todos ellos, y hasta dos características básicas en la profesión articulada desde los tiempos de Hipócrates: el mérito y la capacidad. A él realmente le van las Lastra de turno, que le hacen el coro, como chupatintas que son, sin aportar un solo gramo de suficiencia profesional.

A partir de la nueva tropelía que va a cometer este individuo se va a quebrar un modelo que consiste en lo siguiente: que el mismo día, a la misma hora todos los licenciados en Medicina y Cirugía de España puedan responder también a las mismas preguntas. El modelo ni se presta al enchufismo, ni permite que los menos preparados accedan al Sistema de Formación. En nuestro país, donde tantas cosas funcionan mal, el bello Sánchez -ahora luciendo body con nuestros impuestos- intenta destronar las mínimas competencias que aún le quedan al Ministerio para transportarlas a Cataluña, donde, para mayor inri, Aragonès, Junqueras, Puigdemont y demás cuadrilla le seguirán advirtiendo de que “sí, gracias por el paquete, pero las grandes cesiones siguen sin llegar: la amnistía para los delincuentes y la independencia”.

Con su método de partido a partido, gota a gota, el “multiveraneante” (¡ese sí que es un multinivel) va desangrando el sistema del 78 con infamias como la referida. En este grave asunto él y sus consejeros tienen la esperanza de que las gentes piensen que se trata de una cesión menor: al fin y al cabo ¿qué importa que nuestros chavales respondan en Madrid o en Barcelona sobre dónde está y para qué vale la Trocoides de Chopart? Pero en serio, no se trata de eso: la pretensión del embustero cedente es asegurarse un tiempo más viviendo por la cara de palacio en palacio.

En la Educación los españoles no tocamos bola, en la Sanidad nos vamos a quedar sin verla, por tanto, ¿qué le quedará a nuestro maltrecho Estado, ese que nos están barrenando. Hace años escuché del separatista vasco Arzallus, este aviso para navegantes españoles:

“Un día os daréis cuenta que ya no os queda nada, que, poco a poco, nos hemos ido quedando con todo”.

Profético aviso que ahora Sánchez, el felón, se dispone a cumplimentar.

Carlos Dávila

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