Todos nos hemos quedado muy turbados

La ‘kabulización’ del actual orden mundial

De nada han servido los más de 83.000 millones de dólares invertidos por los estados Unidos de América durante 20 años para entrenar y equipar a las fuerzas militares afganas

La 'kabulización' del actual orden mundial

El pasado 15 de agosto de 2021 ha marcado, un antes y un después, en la guerra, entre Occidente y Oriente, declarada por los Estados Unidos tras los atentados del 11-S del 2001, y con la invasión de Afganistán, un mes después, para demoler la red terrorista de “Al- Qaeda” y convertirlo en un país seguro eliminando a los “talibanes” del poder. Creo que este día el mundo occidental tembló y convulsionó, pues el “orden mundial”—legal y democráticamente establecido durante siglos– acababa de “kabulizarse” y de dar paso a su total desintegración.  Se trata, posiblemente, del principio del fín de este “orden mundial”, tal y como lo hemos conocido las últimas generaciones.

Todos nos hemos quedado muy turbados y mucho más preocupados ante el avance de las milicias de “talibanes” (miembros del movimiento integrista  y fundamentalista islamista) en Afganistán y, sobretodo con la entrada triunfal en su capital, Kabul, sin encontrar apenas resistencia alguna por parte del ejército afgano y de los 43.000 efectivos militares de los 40 países estacionados allí –desde hace más de 20 años– como parte de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) y en virtud de la Organización del Tratado del Atlántico Norte(OTAN) en y de la que España ha tenido y jugado un papel muy relevante y acreditado.

Pese al infundado pronostico no solo de la UE sino incluso de las futuribles evaluaciones y dudosas predicciones de la Inteligencia de Defensa americana “sobre que los talibanes podrían tomar Kabul en 90 días”, las milicias insurgentes del ejército talibán, en tan solo 72 horas, se hicieron dueñas de la capital y se pasearon por sus calles divirtiéndose en los “tiovivos” instalados en los parques infantiles y en las pistas de los “coches de choque”, eso sí, armados hasta los dientes con sus típicas cananas repletas de balas y sus ya característicos turbantes (imamahs) y los no menos famosos fusiles de asalto “kalashnikov”.

De nada han servido los más de 83.000 millones de dólares invertidos por los estados Unidos de América durante 20 años para entrenar y equipar a las fuerzas militares afganas. La debilidad del gobierno de Afganistán, su corrupción, su gran dependencia de las fuerzas extranjeras para su supervivencia, su división interna por la lucha de las facciones tribales y la desmoralización de las tropas afganas –por la falta de agua, alimentos, materiales, armas y hasta del pago de la “soldada” (como les ocurrió a las tropas que defendían Kandahar)— se intensificó de tal manera por la retirada de todo el contingente militar extranjero que acabó en justificadas deserciones masivas y, estas, a su vez, en auténticos sobornos por parte de los talibán que, incluso, llegaron a ofrecer dinero al ejército afgano  a cambio de que les entregaran sus armas.

Junto a esto y al cambio de estrategias militares altamente efectivas de los talibán –como el control de las áreas rurales y desde allí avanzar hacia las grandes ciudades– han facilitado y allanado el camino de la reconquista de Afganistán. Cuando tomaron Kabul, los “Emiratos Islámicos de Afganistán” (como a los talibanes les gusta autodenominarse) ya controlaban 28 de las 34 capitales de provincia del país, bajo el mando del jefe político más conocido, Mullah Abdul Ghani Baradar que –en un abrir y cerrar de ojos– ha pasado de ser el comandante militar–que combatió con su particular “yihad” (guerra) durante 20 años al ejército soviético (1979-1989) y al norteamericano (2001-2010)–a ser el máximo responsable diplomático de los talibán. No podemos olvidar que el movimiento “Talibán” nació en 1968 en la ciudad de Kandahar, al sureste de Afganistán, lugar de nacimiento de Baradar.

Me atrevo a afirmar, sin temor a equivocarme, que las amables palabras pronunciadas por Baradar –mientras sus tropas tomaban Kabul—sobre que “Hemos cambiado y respetaremos los derechos de las mujeres (…). Ahora nuestra política va a ser que las mujeres puedan acceder a la educación y al trabajo; no estamos interesados en la propiedad privada de nadie, sino que consideramos que la protección de las vidas y las propiedades de la nación es nuestro principal objetivo y responsabilidad”, son solo palabras escritas en el agua que se las lleva la corriente. Pretenden hacernos creer que su régimen va a ser “tolerante” e “inclusivo” y que habrá una amnistía general.

Pero ¿podemos fiarnos de quienes –durante su antiguo gobierno talibán, entre el 1996  y 2001 –dirigieron uno de los regímenes más crueles, represivos y vengativos del mundo (llegando a superar incluso al de Corea del Norte) donde las ejecuciones públicas, los ahorcamientos a los homosexuales, las lapidaciones, las severísimas  y estrictas sharías, la prohibición del trabajo y del estudio a las mujeres y a las niñas después de los ocho años , la obligación del uso del “burqa”, la prohibición de no poder ser atendidas por médicos de sexo masculino y la prohibición para los hombres de cortarse la barba, etc., etc., etc., entre otras muchas más, estaban a la orden del día…?

Los antecedentes de los regímenes teocráticos de los países islamistas y la experiencia vivida por los propios afganos y por los contingentes militares extranjeros, durante dos largas décadas, nos obligan a afirmar que: “los talibanes siguen creyendo en la restauración de su antiguo sistema de emirato, en el que un líder religioso no elegido, o emir, era, es y será el máximo responsable de la toma de todas las decisiones religiosas, políticas, sociales, económicas y laborales del país”.

Algunos adelantados politólogos internacionales y especialistas en estudiar cómo mantener el equilibrio político, económico, religioso, social y laboral del “orden mundial” legal y democráticamente establecido, están lanzando, al aire y como el que no quiere la cosa, cierta tesis, en el sentido de que con la reciente “Kabulización talibán” se ha abierto una puerta, y no pequeña, al inicio de una 3ª Guerra Mundial entre los Estados Islamistas de Oriente, China y Rusia contra los EE.UU y el resto de países occidentales de Europa. Ojalá estos adelantados expertos se equivoquen y todo se quede en improbables hipótesis aunque el saldo de estos 20 años en Afganistán haya supuesto para España 3.638 millones de euros y más de 27.000 militares y personal de refuerzo desplegados en la “Misión Resolute Support” que comenzó en el 2015, tras finalizar la misión de ISAF. Por no hablar de los más de 3.500 muertes de soldados de la coalición, en su mayoría soldados estadounidenses.

Me gustaría que algunos de estos modernos historiadores y expertos politólogos me explicaran ¿qué hemos conseguido y para qué han servido tantos millones gastados, tantos esfuerzos invertidos y tantas vidas implicadas y perdidas…? Me da la impresión que hemos realizado un viaje totalmente vacío de contenido y hacia ninguna parte y de que en esta irracional guerra ha fallado estrepitosamente el viejo aforismo oriental de “si quieres que un estado evolucione y se desarrolle, no le des ni el pan, ni carne, ni leche, ni peces, porque si lo haces… siempre estará dependiendo de ti y nunca madurará. Lo que tienes que hacer es enseñarle a cultivar el trigo, a criar ganados y a construir cañas de pesca”.

En estos 20 años hemos gastado miles de millones e implicado a miles de personas en operaciones contra la insurgencia talibán y en las necesidades materiales de las tropas –como alimentación, vestido, cuidados médicos, pagos especiales, prestaciones, reconstrucción de ciudades, refuerzo de las fuerzas de seguridad afganas (ejército nacional y policía), operaciones antidroga y asistencia humanitaria—entre las muchas y diversas actividades allí desplegadas. Y todo esto ¿para qué? Lo único que hemos conseguido—dejando aparte las labores de ayuda humanitaria—es haber convertido a Afganistán en el nuevo Vietnam del siglo XXI.

El expresidente Donald Trump, ha calificado –hace unas horas—que la retirada y rendición absoluta de las tropas estadounidenses de Kabul, ha sido “la mayor derrota y humillación militar de todos los tiempos”. Con esta retirada –continua apostillando Trump—Biden ha mostrado “debilidad en la Casa Blanca” hasta el punto de que “la guerra de Vietnam parece una magistral clase de estrategia si la comparamos con la catástrofe del presidente Joe Biden”. Y aunque “para este viaje no hacían falta tantas alforjas”, debemos poner en estricta cuarentena las apalabras de Trump, por lo que de despecho venganza puedan llevar.

Termino este artículo con unas palabras del recién nombrado presidente de los EE.UU, Joe Biden, desde la Casa Blanca y, que hago mías, cuando anunció el lunes, 8 de julio de 2021, su decisión de retirar las tropas estadounidenses de Afganistán:

“Los estadounidenses no pueden ni deben luchar o morir en una guerra en la que los afganos no están dispuestos a luchar por sí mismos”.

A estas palabras yo añadiría: que tampoco los españoles ni los ingleses ni los alemanes ni los italianos ni los franceses ni los canadienses, etc. En resumen, creo que –según la máxima encerrada en el viejo y sabio aforismo oriental que siempre nos recuerda que: “Si un hombre tiene hambre, nunca le des un pez, enséñale a pescar”—ningún país europeo no debe no debería luchar y menos morir, mientras los propios afganos no estén convencidos que tienen que luchar por sí mismos, para sí mismos y por su libertad.

Antes de terminar este artículo, quiero manifestar efusivamente mi especial agradecimiento al presidente Sánchez por su mutismo, por su puesta de perfil y preocupación demostrada por la evolución de este “banal incidente” en Afganistán y, de manera muy especial, por su acreditado gran interés por el estado de nuestras efectivos y colaboradores desplegados en Kabul en “misión de paz”(¿?). A diferencia de los principales líderes –que todos, sin excepción han interrumpido sus días de descanso para comparecer ante los medios y analizar la transcendencia mundial de los muyahidines—se ha limitado a publicar un escueto y lacónico “tuit” desde el palacio de la Mareta en Lanzarote para anunciar a bombo y platillo “urbi et orbi” que dos aviones están listos para repatriar al personal de la Embajada. Esto es, ni más ni menos, que una prueba más del papel irrelevante de España en la esfera internacional. ¡Sin comentarios! ¡Pero, claro, no se le puede pedir peras al olmo y mucho menos al alcornoque!

No quiero dejar pasar esta ocasión sin agradecer igualmente –con la misma efusividad e intensidad que al presidente Sánchez– a la ministra de Igul-dá, Irene Montero y a sus correligionarias “feministas” sus múltiples comparecencias en todas las cadenas de TV y sus vehementes manifestaciones y desvelos en favor del futuro de las mujeres afganas y contra el régimen talibán en Afganistán.

Pedro Manuel Hernández López

Médico jubilado y periodista.

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