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Carlos Dávila: «Ayuso se merienda a Sánchez»

Un ensayo general con todo de la gran merienda que está preparando el restablecido Pablo Casado

Carlos Dávila: "Ayuso se merienda a Sánchez"
Pedro Sánchez (PSOE) e Isabel Díaz Ayuso (PP). PD

Un asistente a la soflama embustera de Sánchez en la Casa de América, tomó el móvil y me transmitió directamente: “Es que no ha dicho nada de nada” y añadió: “Otro eslogan que él piensa genial, y la comparecencia aburrida de empresarios regulados que dependen del gran periódico del Régimen: el Boletín Oficial del Estado”.

Ni el anuncio de que “es voluntad del Gobierno subir el Salario Mínimo Interprofesional”, ni, mucho menos, la vaga promesa de que su Gobierno le va a meter mano al escándalo del recibo de la luz, desató ese miércoles el menor arrebato de entusiasmo. Sánchez había preparado el acto con su soberbia usual: escenario teatral (ahora le llaman “a la americana”) y unos asistentes llevados obligadamente porque ya se sabe que “cuando el presidente del Gobierno te llama no puedes dejar de ir”.

Y fueron, pero no todos, por ejemplo disculpó su ausencia el presidente de los empresarios, Antonio Garamendi, que se negó a hacer de palmero de una iniciativa presidencial, la revisión del SMI, que los patronos consideran, en privado (el cronista sabe de lo que se habla) «absolutamente inadecuada».

Y encima, para preparar los nuevos juegos olímpicos de la trola, los medios afectos a Moncloa, que son casi todos, filtraron por la mañana la especie tóxica, mentirosa, de que el PSOE «está remontando en las encuestas, aunque las de la derecha digan lo contrario». Sánchez, un prestidigitador de la verdad, opina que la realidad es la que él transmite, la que él publicita, no la que siente, la que sufre la gente.

Y la gente, digan él y su cuadrilla de fontaneros a sueldo lo que quieran, ya marcha por otro camino. Los ciudadanos pagan la luz a 140 euros el megavatio, compran los tomates cincuenta céntimos más caros que en agosto, llenan de gasoil sus depósitos en un ejercicio que les limpia el bolsillo, y, claro está, que no aceptan, mejor dicho, que rechazan totalmente, esa falaz declaración de Sánchez que esta semana ha repetido con gran desvergüenza: “Los españoles están mejor que hace un año”. Lo dice este sujeto que es presidente de un país en el que ya no están más de cien mil  personas,  víctimas de un virus que Sánchez proclamó que estaba derrotado, muerto ya hace casi año y medio.

Todas las apariciones del todavía presidente desde que ha vuelto, achicharrado como Rod Hudson cuando ya había salido del armario, se están caracterizando por una propaganda insoportable, que cada día produce más rechazo. No habrá que esperar mucho a que abunde la repulsa. Guadalajara ha sido otra muestra más.

Este futuro comienza el próximo lunes con la apertura del año judicial, en el que el presidente del Tribunal Supremo, el ambiguo Lesmes, tiene preparados varios denuestos contra los partidos que no renuevan el Poder Judicial. Y a propósito, y según se preguntan muchos magistrados en ejercicio: «¿Por qué Lesmes en cada una de sus apariciones no apuesta por un sistema de elección que es la que desean todos sus colegas?».

Dicen los que no tienen otro remedio que soportar la escoria diaria de La Moncloa, que Sánchez no quiere demasiados sustos para este mes de septiembre; por eso habla como de rondón del precio de la luz, y no soporta ni una sola pregunta de los periodistas para explicar por qué la inflación se está disparando. En la agenda que le han preparado con su iniciativa y dirección, caben sobre todo en esta época los compromisos endógenos, la intromisión en el porvenir inmediato de su partido.

Sin ir más lejos, esta semana venidera removerá a sus actuales portavoces en el Congreso, una cuadrilla de incompetentes al mando hasta ahora de la pobre Lastra, después iniciará una gira espasmódica por media España, primera estación, Jaén, que no tiene otro propósito de afrontar el Congreso nacional convocado para octubre.

La oposición le mira de frente y parece que Casado, por fin, le ha perdido el miedo. No hablo de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que no se lo ha tenido nunca.

El miércoles, mientras Sánchez desgranaba en un discurso indigerible, su rendición ante sus socios leninistas la cuestión clave de SMI, a pocos metros, Ayuso, la que no gasta ni un minuto de su vida en adoctrinar al personal con retóricas falsas, le madrugó la merienda al todavía presidente y se quitó de encima todos los impuestos propios que vienen pagando los madrileños. Las televisiones oficialistas aún no han sabido cómo contraponer una medida tan agradable como esta supresión fiscal, y cómo destacar las evanescentes propuestas de su jefe mediático. Ya se ve -y esto parece que ahora lo entienden muy bien los directivos del PP- que, frente a frente, resulta que el trilero de Tetuán no tiene media torta.

Pero cuidado con sus trampas porque, tocado como está, se revuelve como un lagarto, y lanza mensajes torticeros. Por ejemplo ése de que el PP  ha apostado por la vía moderada para entenderse con su señoría. Nada más falso: el volumen de la confrontación aumentará notablemente en estos próximos días, sobre todo a la vista de la Convención partidaria que Casado celebrará en Valencia, donde quiere reunir, como en los grandes tiempos, al vecindario de toda la Comunidad.

Diez mil personas ya han sacado entrada para el coso levantino.

Lo que ha hecho Ayuso no es más que un ensayo general con todo de la gran merienda que está preparando el restablecido Pablo Casado.

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