Cuando Joaquín Miranda González, banderillero de Juan Belmonte García que en la plaza usó el nombre de Joaquín Martínez, dejó la lidia le entró la vena de la política.
Y un día en el que ambos coincidieron en la Maestranza el Pasmo de Triana le preguntó a su antiguo subalterno: Oye, Joaquín, ¿cómo has llegado al mundo de la política para ser gobernador de Huelva?
Y Miranda (Martínez) respondió: Ea, maestro… degenerando.
Es lo que de un tiempo a esta parte está pasando en las democracias: a base de degenerar se han alejado de la máxima de Platón (el gobierno de los más justos y virtuosos) y ya no son el gobierno de los mejores sino que empieza a ser el de los peores.
José Ortega y Gasset lo diagnosticó en “España invertebrada” e Ignacio Sánchez Cámara, en una Tercera de igual título para celebrar los cien años del ensayo orteguiano, escribió: “España está invertebrada por dos razones fundamentales: Por el particularismo y la acción directa, y por la ausencia de los mejores. El primero es la tendencia a que cada grupo social busque su propio interés o beneficio sin considerar el interés del conjunto de la nación, la promoción del bien común. Quizás su más radical expresión sean el separatismo y el nacionalismo. Pero no es el único. Hay un particularismo de los empresarios y de los obreros…
El particularismo destruye la nación, la rompe. Su consecuencia política natural es la acción directa. Consiste esta patología antidemocrática en la tendencia a negarse a convencer al adversario, y pensando erróneamente que a uno le asiste la razón, la justicia y la verdad absolutas aspira a imponerlas por la vía directa, llegando a la violencia, despreciando los mecanismos de la democracia liberal. La segunda causa de la invertebración es la ausencia de los mejores.
Si toda sociedad es la unidad dinámica entre minorías ejemplares y masas dóciles, la ausencia de los mejores y la rebelión de las masas serán dos factores de invertebración. Si las masas aspiran a la ejemplaridad, a la autoridad, o los mejore no existen, o abdican de su misión, o se ausentan, la sociedad camina a su disolución”.
Si no volvemos al gobierno de los mejores los populismos se quedarán y la dictadura de la autoridad, la aceptación de la mentira como arma política, la permanente conspiración del Gobierno contra la jefatura del Estado, la involución democrática, el desprecio a las leyes y el fin de la separación de poderes serán nuestro destino, siguiendo la ruta que surcan Rusia, Turquía, Venezuela, Nicaragua… hacia las playas de China, Cuba, Corea del Norte.
Adelantándose a los populismos Mark Twain dijo: “¡Qué fácil resulta hacer creer a la gente una mentira y qué difícil resulta después deshacer el embrollo!”, y Groucho Marx abrió definitivamente el camino a Unidas Podemos: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico fácil y aplicar después los remedios equivocados”. Y así, degenerando, llegamos a las ministras Irene Montero Gil, Ione Belarra Urteaga, Alberto Garzón Espinosa y otros, y constatamos que “La democracia es un bien muy frágil. En cuanto sus ciudadanos dejan de ser responsables con respecto a ella y la entregan a manos equivocadas deja de ser democracia y se convierte en totalitarismo”, escribió Margaret Atwood en su novela El cuento de la criada, ahora célebre serie televisiva y premio Emmy a la mejor telenovela dramática.
JORGE DEL CORRAL Y DIEZ DEL CORRAL