Ser gobernado es ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctrinado, sermoneado, verificado, estimado, clasificado según tamaño, censurado y ordenado por seres que no poseen los títulos, el conocimiento ni las virtudes apropiadas para ello.
Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, contado, tasado, estampillado, medido, numerado, evaluado, autorizado, negado, autorizado, endosado, amonestado, prevenido, reformado, reajustado y corregido.
Es, bajo el pretexto de la utilidad pública y en el nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, engrillado, esquilado, estafado, monopolizado, desarraigado, agotado, embromado y robado para, a la más ligera resistencia, a la primera palabra de queja, ser reprimido, multado, difamado, fastidiado, puesto bajo precio, abatido, vencido, desarmado, restringido, encarcelado, maltratado, juzgado, condenado, desterrado, sacrificado, vendido, traicionado, y, para colmo de males, ridiculizado, burlado, ultrajado y deshonrado.
Estas palabras perfectamente las podría haber escrito un servidor en 2021; pero no es así. Los tres párrafos que anteceden pertenecen al filósofo francés Pierre-Joseph Proudhon [1809 – 1865], y el hecho de que hoy los traiga a colación es porque, a pesar de haber sido escritos hace unos ciento cincuenta años, están más de actualidad que nunca.
Siempre he sido un corredor de fondo, aguantando en silencio lo que me tocaba y lo que no, que ha sido mucho; pero la verdad es que ha llegado un momento en el que esta nueva normalidad liberticida y orwelliana que el social comunismo nos ha traído, casi me supera; que en el fondo es lo que les gustaría y esperan.
Pues que esperen sentados, mientras yo espero preparado y de pie, ver como caen y se estrellan.