Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo con voz seductora:
– Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río…? Bien podrías llevarme a tu espalda…
– ¿Que te lleve a mi espalda? -contestó la rana- ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.
– No seas tonta -le respondió entonces el escorpión poniendo morritos- ¿No ves que si te pincho con mi aguijón te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?
La rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma:
– Si este chulo me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo.
Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo:
– Mira, escorpión. Lo he estado pensando y como eres tan guapo y hablas tan bien, me has seducido; te voy a ayudar a cruzar el río.
El escorpión se colocó sobre la resbaladiza y blandita espalda de la rana, y juntos empezaron a cruzar la corriente.
Cuando habían llegado a la mitad de la travesía, donde más profundidad había, el escorpión le clavó hasta el fondo el aguijón a la rana. Ésta sintió un fuerte pinchazo y cómo el veneno se extendía por su cuerpo.
Mientras se ahogaba y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, aún tuvo fuerzas para decirle:
– No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.
Y entonces, el escorpión la miró y con una sonrisa diabólica le respondió:
– No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi instinto; de mi forma de ser. Soy como soy y nunca cambiaré… Y tú, que me conoces de hace tiempo, ya lo deberías saber.
Hasta aquí la fábula.
Pero cuando la extrapolamos a la política española, contemplamos alucinados y para más inri, como es la rana la que ofrece su espalda al escorpión.
Y es que la rana tampoco puede evitar ser como es.
«Pablo Casado propone a Pedro Sánchez pactar «ya» la renovación del Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo y el Constitucional»… “…y también “dos huevos duros”, añado yo.