Para comprender la importancia que tiene el modo como llamamos a las cosas, y su efecto anímico en las personas, voy a poner un ejemplo clarificador:
La parida de doña Rogelia
De un tiempo a esta parte, el término “patria” ha pasado a ser considerado como “políticamente incorrecto”, hasta el punto que muy pocos se atreven a utilizarlo. “Patria” ha sido sustituido por el descafeinado y “políticamente correcto” término de: “país”. ¿Y cuál es el efecto que produce dicho cambio semántico en las personas? Pues muy sencillo: convierte al “patriota” en “paisano”. Y ello por no hablar de cuando el “restyling” de doña Rogelia nos sale con la parida de “la matria”, olvidando que “patria” ya es femenino. Y es que en la república de los tontos no cabe un tonto más.
La conclusión es que el Nuevo Orden Mundial es incompatible con las palabras “patria” y “patriota”, al tiempo que le encandila la palabra “paisano”, o – lo que es lo mismo – “pasota”.
España, llegando tarde hasta para lo malo
La empalagosa moda del cursi, desnatado y descafeinado lenguaje “políticamente correcto”, nació a la sombra de las universidades estadounidenses, en la década de los 60, promovida por los círculos de la izquierda americana, tal como nos recuerda Umberto Eco. Posteriormente, el fenómeno pasa a la vieja Europa, llegando a España en la década de los 90.
En el pecado suele ir incorporada la penitencia
Aquí, en nuestra patria, esta moda del merengue semántico fue entusiastamente recogida, por los “libros de estilo” de esos medios de comunicación (periódicos y emisoras de radio y televisión) que gracias al apoyo institucional (publicidad, subvenciones, y adjudicaciones digitales, así como la apertura de cauces para la obtención de financiación bancaria) se han convertido en auténticos “creadores de opinión pública”; o sea, en manipuladores. Los distintos gobiernos habidos hasta la fecha en España, fueron creando poco a poco a estos modernos monstruos del doctor Frankenstein, y ahora les toca sufrir sus hirientes alaridos y zarpazos. Y es que en el pecado suele ir incorporada la penitencia.
Las vacas sagradas del periodismo español
Así, y de esta guisa, las vacas sagradas del periodismo español entraron en el juego de lo “políticamente correcto”, no tardando en ser secundadas por esos oscuros personajes que han convertido el noble arte de la política, en un oficio endogámico de casta, con carácter vitalicio, pensionado, y – en ocasiones – hasta hereditario. Tras estos, serían los pseudo intelectuales, iconos del casposo mundo del MACP (Mundo del Arte y la Cultura del Pesebre), los siguientes en adoptar el tibio y uniformado léxico del Nuevo Orden.
El malicioso igualitarismo intelectual y moral
Lo perverso del caso es que, la imposición social y mediática de la terminología aprobada como “políticamente correcta”, amén de empobrecer la riqueza del lenguaje oral y escrito, ha supuesto de hecho, un subliminal atentado contra la libertad de expresión, que al final lo único que trasluce es una cutre intentona de conseguir el igualitarismo intelectual y moral; la muerte del criterio individual, sacrificado en el altar de las palabras vanas.
Vladimir Volkoff decía que “lo políticamente correcto no atiende a igualdad de oportunidades alguna en el punto de partida, sino al igualitarismo en los resultados en el punto de llegada”.
Volkoff fue el primero en atreverse a criticar públicamente el uso y abuso de la terminología “políticamente correcta”. Así, en una entrevista, concedida al periodista Marc Vittelio, puntualizó que “una persona políticamente correcta se considera a sí misma tolerante, pero no practica la tolerancia…”, añadiendo que los blancos predilectos de los diseñadores de esta nueva moral prêt-a-porter, “tenían como principal objetivo la destrucción de valores tales como la familia, las tradiciones y las creencias…”
El “adocenamiento” intelectual de la Humanidad
Al final, Volkoff terminaba revelando qué era lo que realmente se escondía tras este movimiento de “adocenamiento” intelectual de la Humanidad: Lo políticamente correcto prepara el terreno de forma ideal para las operaciones de desinformación y para la expansión de la globalización. Así, cuando todo el mundo crea que las verdades pueden ser objetos de trueque, y que no existen ni verdades ni mentiras sino que todo es relativo, el mundo estará preparado para recibir una misma propaganda, fabricada para consumo universal. Y esta pseudo-opinión pública aceptará cualquier acción, incluidas las más brutales, que indefectiblemente irán en beneficio de los manipuladores.
La última trinchera
O, dicho de una manera más simple, lo políticamente correcto prepara el terreno para el establecimiento del Nuevo Orden Mundial y sus políticamente correctos dogmas de fe, variables a la carta según convenga. La dictadura del relativismo.
Frente a ello, y desde la última trinchera: ¡Resistencia!