El renacimiento

“Cuando haya partido, no me busquéis en el cementerio”

«El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada». [Juan, 6: 63].

“Cuando haya partido, no me busquéis en el cementerio”

“¿Vuelve el polvo al polvo…? ¿Vuela el alma al cielo…? ¿Todo es vil materia, podredumbre y cieno…? No sé; pero hay algo que explicar no puedo, que a la par nos infunde repugnancia y duelo, al dejar tan tristes, tan solos los muertos… ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”. Gustavo Adolfo Bécquer.

Siempre he tenido una especial sensibilidad para percibir la presencia de aquello que escapa a nuestros sentidos corporales.

Al principio llegas a sentir auténtico miedo pero, con el paso del tiempo, todo se normaliza y dejas de darle importancia, quedándote tan solo con el mensaje positivo de tu propia inmortalidad y, lo más importante, de la inmortalidad de tus seres queridos.

Es entonces cuando la jerarquía de valores que hasta ese momento había regido y organizado tu vida, se cae como un castillo de naipes rozado por un torpe. Y ya nada vuelve a ser igual.

Historias vividas por un servidor, han sido muchas; tal vez demasiadas. Algunas de ellas propias de película de terror, y otras enternecedoramente emotivas e íntimas.

No voy a extenderme más, porque el mensaje que hoy quiero transmitir no es ese, sino otro, pero era imprescindible este preámbulo, para que entiendan por qué afirmo que a los muertos no les gustan los cementerios.

En la vida diaria, puedo percibir, presentir, y hasta sentir, la presencia de entes espirituales, y no todos buenos, pero donde nunca jamás he percibido el mínimo ápice de vibración espiritual o – si lo prefieren – fantasmagórica, ha sido en los cementerios. Y es que a los muertos no les gustan los cementerios.

El renacimiento

El espíritu una vez liberado del vehículo corporal, vuela libre, y le tiene tanto apego a su antiguo cuerpo, como el que le pueda tener un ex inválido, a su antigua silla de ruedas.

Para un espíritu liberado, no hay situación más dolorosa que la de ver a sus seres queridos llorando ante su tumba, porque con ese gesto lo están matando otra vez, no viendo en él más que un montón de huesos.

Para un espíritu liberado no hay mayor placer que ver cómo sus seres queridos lo recuerdan y le hablan en los momentos felices; en las horas de descanso, o compartiendo con él la indescriptible belleza de un atardecer.

«El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada». [Juan, 6: 63].

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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