“Verde y con asas, alcarraza”

“El limitado y frágil vaso de la paciencia ciudadana”

Cuando una simple gota hace que comience a desbordar el vaso del aguante ciudadano.

“El limitado y frágil vaso de la paciencia ciudadana”

¡Lo que faltaba por oír!: «El asesino del niño de Lardero no es un monstruo, es un ser humano». Así se despachaba Elisa Beni, en un lance buenista sin parangón, durante el transcurso del programa ‘la Sexta Noche‘.

Y uno no sabe ya qué pensar, porque hasta el “buenismo” ideológico «progre» de la izquierda paisana, debería tener un límite; pero a lo que se ve, va a ser que no… A no ser que, en esta ocasión, tras un aparente «buenismo»  se intente desviar la atención de alguna «verdad incómoda». Si ese es el caso, cuando Elisa Beni dice lo que dice, no cabría hablar de “buenismo” desinteresado, sino de “benismo”.

“Verde y con asas, alcarraza”

Y es entonces cuando, a poco rascar, uno se entera que fue la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior, es decir, de Marlaska, quien concedió la libertad condicional al presunto asesino del niño de nueve años, en contra de la opinión mayoritaria de la junta de tratamiento de la cárcel del Dueso, donde el asesino estaba encerrado. Y que quien firmó la orden, el secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz, “casualmente” fue asesor jurídico de Manuela Carmena, después de que la alcaldesa abogara en 2013 por «vaciar las cárceles».

Y que además cuentan que el susodicho Ángel Luis Ortiz es, “también casualmente”, amigo y compañero de promoción del ministro Grande Marlaska. No sé si lo es, pero lo cierto es que fue Grande Marlaska quien lo nombró secretario general de Instituciones Penitenciarias, justo a los dieciocho días de que el propio Marlaska fuese nombrado ministro del Interior.

Visto el sesgo ideológico que “casualmente” toma el asunto, “verde y con asas, alcarraza”, uno comienza a pensar que tras “la meada fuera de tiesto” de la Beni, puede haber más catacumba que bondad.

Dicen que la mierda cae siempre hacia abajo; y así ha sido en el caso del autor material del asesinato del niño de Lardero. Pero lo cierto es que sí Marlaska no hubiese nombrado, como secretario general de Instituciones Penitenciarias, al hombre que dejó en libertad condicional a un asesino, en contra de la opinión mayoritaria de la junta de tratamiento de la cárcel del Dueso, hoy el niño Lardeo aún viviría. ¿O no? A lo mejor estoy equivocado, ya que, al contrario que Pedro Sánchez, no soy perfecto.

Cuando una simple gota hace que comience a desbordar el vaso del aguante ciudadano.

Posiblemente el caso que acabo de narrar, no sea todavía la gota que desborde el vaso de la paciencia ciudadana. O a lo mejor, sí. Nunca se sabe.

Voy a contar ahora una historia, poco conocida en España, pero que tiene mucho que ver con lo que sucede cuando una simple gota hace que comience a desbordarse el vaso del aguante ciudadano.

Se trata de la triste historia del joven periodista Victor Noir, redactor del diario antigubernamental, “La Marsellaise”. Fue en el año 1870, cuando Victor Noir, que por aquel entonces contaba con 22 años de edad, murió de un disparo, en el transcurso de una discusión con Pierre Bonaparte, sobrino de Napoleón Bonaparte, y primo del entonces emperador de Francia, Napoleón III.

Victor Noir fue asesinado justo la víspera de su boda. De no haber muerto de tan trágica manera, posiblemente el joven hubiese terminado sus días sin pena ni gloria, criando tripa, adocenado, y escribiendo ecos de sociedad. O a lo mejor, hubiese superado en fama literaria al mismísimo Victor Hugo. Eso es algo que nunca sabremos, pero lo que sí sabemos es que su muerte cambió la Historia.

Su muerte fue rápidamente politizada, y así, en su entierro, tras el féretro del joven y desconocido periodista, caminaron aquel día más de 100.000 personas.

La descarada y chulesca prepotencia autocrática

Su asesino “casualmente” no tardó en ser absuelto, lo cual provocó que el ya “cargado ambiente” de crispación ciudadana,  entrará en la zona roja del manómetro. Ocho meses después, caía Napoleón III, el último emperador de Francia.

Si bien el asesinato del novato periodista no fue el detonante que provocó la caída del último Bonaparte, sí que es cierto que su muerte fue la penúltima gota que colmó un vaso que ya rebosaba. Por una vez, la mierda, desafiando la ley de la gravedad, cayó hacia arriba.

Epílogo

Es  lo que les suele pasar a aquellos gobernantes inconscientes que, en su almidonada y  narcisista soberbia, se olvidan de mirar, aunque  sea de reojo, el nivel del vaso de la paciencia ciudadana.

Cuando un gobernante comienza a no poder pasear por la calle sin escolta, o entrar en un bar a tomar un simple café, que se lo haga mirar, porque el día que caiga, le va a tocar irse a vivir a Andorra, ataviado con peluca, barba postiza, mascarilla, gafas de sol y una gorra.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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