“Abjuración”

“In memoriam de Vicente Gaos; poeta”

¿Hipocresía o ignorancia?

“In memoriam de Vicente Gaos; poeta”

Lo que siempre me ha llamado la atención de la obra de Vicente Gaos [1919-1980], poeta valenciano de la posguerra, ha sido su obsesión casi enfermiza hacia la figura de Dios.

Ahora bien, lo que más ha trascendido de esa obsesión ha sido la parte blasfema e irreverente de su poesía, tal vez porque en su momento fue la que cuadró a la perfección con los cánones de lo políticamente correcto que surgen en la España de los ochenta.

Es más, pienso que si no fuera por ese tinte sacrílego de una parte de su obra, unido a su auto exilio de la España de Franco, Vicente Gaos jamás hubiese recibido los homenajes y galardones que le concedieron en los últimos años de su vida y –posteriormente- a título póstumo; y no porque no los mereciese, sino por pura política progre.

¿Hipocresía o ignorancia?

Sin embargo, hay otra poesía de Gaos menos conocida; aquella que ha permanecido en la sombra, silenciada torticeramente. Estoy hablando de la que surge de su alma, en los últimos años de su vida y obra, y de la que el escrito más revelador, descubierto tras su muerte, fue publicado a título póstumo en una reedición de sus obras completas, tras pasar milagrosamente inadvertido por los censores de lo políticamente correcto. Los mismos que desde las instituciones públicas valencianas de la década prodigiosa (Felipe González), posibilitaron su edición.

Se trata de un texto revelador; sencillo, emotivo e íntimo; contrito. Un texto que destila arrepentimiento, desde la más franca humildad. Su título, “Abjuración”, lo dice todo:

“Abjuración”, por Vicente Gaos

«No sé, Señor, si mi obra, engendrada en el orgullo, escrita a ciegas, ha sido motivo de confusión y piedra de escándalo.

No sé si ha sido interpretada rectamente, o abominada con justo motivo. Ni yo mismo sabía lo que me escribía. Tal vez creí que iba por el buen camino cuando sólo daba traspiés y trazaba surcos torcidos, renglones ripiosos, chapuzas temerarias de mal obrero que en lo alto del andamio, ebrio y vacilante, al borde del abismo, se mofaba de la profundidad, despreciaba el vértigo.

Si fue así, si escribí sólo por amor propio, por engreimiento, por mera vanidad mundana, para perecedera satisfacción de la carne, tentado por el demonio, si fue así, Dios mío, sé mi censor a fortiori, tú que todo lo puedes; borra todas mis palabras, todas mis letras, del alfa al omega, de la fecha a la cruz.

Bórralas, perdónamelas, vuélvelas papel en blanco, dalas por no escritas por mí ni leídas por nadie. Anonada mi presunción, ilumina a los que por mi causa quedaron acaso confusos o escandalizados. Acepta esta abjuración, haz que crean en esta pública confesión mía, en la que, lleno de pesar, me retracto de todos mis desvíos y errores.

Si, por mi culpa, me creyeron ateo y blasfemo, que ahora me crean también vocado, no a la poesía, a la obra mal hecha, sino llamado por ti, Supremo Hacedor, poeta por antonomasia, único creador verdadero.

Tú, Señor, sabes que en el fondo de todas mis paradojas, heterodoxias y negaciones, estabas siempre presente, aunque acaso distante; justamente ofendido, pesaroso y llamándome de continuo a tu gracia, crucificado por cada palabra temeraria mía, anhelante de verme al fin rectificar y dar buenos frutos.

Pues, aunque mi intención fuese buena, la intención es estéril si no va acompañada de buenas obras. Tú sabes que cuando escribía “nada”, quería escribir “creación”, y que cuando te pedía que no me amenazases con otra vida, estaba sediento de ti, de más vida (eterna). Que cuando -insensato de mí, temerario más allá de la raya, pobre criatura, te exigía oscuridad, te estaba pidiendo luz; cuando osaba llevarte la contraria, y volver del revés las Bienaventuranzas o el Padre Nuestro, con ignorantes y baldías contradicciones, presumiendo de ingenio, como jugador de ventaja, era un desdichado, un miserable, un nuevo hijo pródigo, un necio.

Pequé contra ti y tal vez conturbé a mis semejantes, a mis hermanos. Padre, Señor, ahora que, lento a la ira y rico en clemencia, me has recibido de nuevo en tu casa, me has perdonado y te has regocijado, era evidente, quitándome la venda de los ojos, y el orgullo del corazón; ahora que me has recordado lo que no debí olvidar nunca, que tú eres el camino, la verdad y la vida, recuérdamelo otra vez, cada día, incesantemente, pues la carne es flaca, la memoria olvidadiza.

Déjame ir en adelante siempre por tu camino, sin entretenerme ni desviarme. Déjame vivir en tu verdad y no apartarme mendazmente de ella. Dame lo que quieras, enmiéndame y mándame, como tú solo sabes hacerlo, sin palo ni piedra, con mandatos que son súplicas, con castigos que resultan a la postre inefables consuelos, en este valle de lágrimas, pues si lloro de veras, seré consolado.

Dame lo que quieras en esta vida (no sé si vida mortal o muerte vital, es lo mismo), y otórgame al fin la otra, dánosla a todos, justos y pecadores, píos e impíos.

Danos la vida que no acaba sino en ti, en la abierta misericordiosa eternidad de tus brazos.»

__________________________

NOTA: Esto es lo que hay; más claro, agua. Lo cual no ha sido impedimento para que el poeta valenciano Vicente Gaos haya sido, y siga siendo, incluido dentro del listado de ateos insignes, confeccionado por aquellos indigentes morales a los que nunca les interesó otra verdad que no fuese la propia. Aquellos para los que la mentira no es un pecado, sino un medio válido al servicio de su personal y meretriz ética.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

Lo más leído