Tres personas y tres médicos de atención inmediata que prestan servicio a una población de 130.000 personas

“¿Dónde está la verdad y dónde la mentira?”

El equipo cuenta con tres dispensarios médicos y colegios donde atienden tanto a población católica como de otras creencias

“¿Dónde está la verdad y dónde la mentira?”
En la imagen el misionero español, padre Carmelo del Río en la misión de Aliwang. PD

Cuando en agosto de 2014 falleció víctima del ébola el sacerdote católico Miguel Pajares, misionero y médico que dedicó más de 50 años a cuidar y curar a los más pobres en África, el comunista Gaspar llamazares, el mismo Llamazares que había abogado por la liberación del asesino etarra Bolinaga, ´por razones de humanidad´, rechazaba abiertamente la repatriación del padre Miguel pajares a España por el coste económico que suponía para el Estado.

Tal vez porque la vida del fallecido sacerdote, entregada y perdida por el servicio al prójimo, dejaba en evidencia a quienes, como él mismo, viven, o han vivido, cómodamente y sin riesgo a costa de los Presupuestos Generales del Estado, con los ´gin tonics y cubatas´ subvencionados en el bar de las Cortes, como lo estaban en su época de diputado, y sin ´control de alcoholemia´ a la entrada del Hemiciclo.

Pero al mismo tiempo, mientras este ´tipejo´ mostraba lo bajo y rastreo que puede llegar a caer el ser humano, hubo un periodista ateo y anticlerical que publicó un texto digno de enmarcar y meditar. Decía así:

«Yo soy ateo. No agnóstico. Ateo. O sea, que estoy convencido de que los curas se pasan la vida creyendo en una mentira. Creo, además, que toda mentira es dañina. Y de sobremesa en sobremesa exhibo con arrogancia mi materialismo. Pero la coquetería me dura hasta el preciso instante en que me entero de que un misionero se ha dejado la vida en Liberia por limpiarle las pústulas a unos negros moribundos. Entonces me faltan huevos para seguir impartiendo lecciones morales. Principalmente por lo aplastante del argumento geográfico. Él estaba allí con su mentira y yo aquí con mi racionalismo».

¡Impresionante! Ahora bien, si este honesto ateo conociese el Evangelio, no debería de sorprenderle que existan ´curas´ que arriesgan y dan su vida por su prójimo, realizando gratuitamente labores que no se pueden pagar con dinero, por la simple razón que esta entrega va grabada en el ADN cristiano.

Y no debería sorprenderle si supiese que el caso del padre Pajares no es único, si no que hay muchos, como el de mi ´hermano´ Carmelo del Río, burgalés de Lerma, que marchó a África poco después de ser ordenado sacerdote, y durante más de treinta años permaneció en Uganda hasta que finalmente sus superiores le ordenaron unas “vacaciones”, para ser atendido del granel de enfermedades tropicales y surtido de lesiones varias que los años de servicio a La Palabra le habían ido otorgando a su cuerpo, cual anónimas medallas no pensionadas.

Este hombre, coherente con el Evangelio que predica, dedicó el tiempo que le habían concedido para recuperar algo de su maltrecha salud, trabajando como voluntario en Cáritas y –al tiempo- ocupando el puesto de capellán en la cárcel de inmigrantes sin papeles, de Valencia. En ese siniestro lugar, el buen Carmelo pasó dos años celebrando la Santa Misa y atendiendo espiritual y materialmente a los presos, antes de pedir el alta sanitaria voluntaria y regresar a Uganda, donde lleva ya 43 años, y sigue a fecha de hoy a sus 67 años.

Este es un fragmento del último correo que me envió desde África: «…me  cogí  dos  chupas  buenas  y  la  segunda  me  hizo  mella,  pues  regresé  después  de muchas  horas bajo la lluvia, con  tanta  humedad  en  el  cuerpo que tenía hasta los huesos empapados.  Neumonía,  catarros, …me  vine  al  hospital   y  después  de las  pruebas  me  diagnosticaron   tifus  y fiebre maltesa,   con posibilidades  de  hepatitis  que  aún  no  se aclaran  por  los  reactivos  que    se  confunde  con  el  tifus…».

Héroes anónimos, ignorados por la prensa progre occidental, que diariamente dan testimonio del Evangelio, escribiendo con sangre  su profesión de fe, como  los sacerdotes católicos iraquíes Waseem Sabeeh Al-kas Butros, de 27 años y Thaer Saad-alla Abdal de 32 años, asesinados por islamistas, junto a sesenta y tres fieles católicos, mientras celebraban pacíficamente la misa dominical en la iglesia Nuestra Señora de la Salvación, en Bagdad. O como el sacrificio de otros tantos mártires anónimos, cuya lista da para escribir un libro monográfico. ¿Y todo por una mentira?

Al final de la historia nos encontramos con cristianos y con ateos, y cada uno “con su verdad”. El problema viene cuando vemos que ambas verdades son contradictorias e incompatibles; es decir, que si una es verdad, la otra necesariamente tiene que ser mentira.

¿Dónde termina la mentira; dónde comienza la verdad?

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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