Culpables o inocentes, al final daba igual

“El juicio a ´Porki Pig´, y otras bestialidades de la ´avanzada´ Inquisición Francesa”

La caza, tortura y exterminio de los gatos existentes en Europa.

“El juicio a ´Porki Pig´, y otras bestialidades de la ´avanzada´ Inquisición Francesa”

Si en España la Inquisición se fundó en 1478, en Francia existía desde 1184, aunque sin nombre propio. Pero además de ser más antigua, la francesa  tuvo una característica particular que no se dio en otros países; sin embargo, una vez más, el anti españolismo endémico de allende los pirineos, provocó que fuera la Inquisición Española la ´mala´ de la película. Esta es la vergonzante historia de los juicios a animales en Francia.

En 1386, en la localidad francesa de Falaise, una cerda fue declarada culpable del asesinato premeditado y a sangre fría, del bebé Jean Le Maux. La cerda fue vestida con ropajes de mujer, para a continuación ser torturada y mutilada, durante un interrogatorio que duró nueve días. La cerda nunca confesó su crimen, sin embargo las pruebas incriminatorias, junto con la oportuna declaración de algunos parroquianos, fueron suficientes para que la gorrina fuese condenada a muerte y ejecutada.

Unos años después, las técnicas de tortura de la Inquisición Francesa habían mejorado considerablemente. Así, en 1457, en un pueblo de Borgoña, un tribunal eclesiástico logró bajo tortura que finalmente una cerda confesara el haber asesinado a un niño de cinco años.

Mayor reprobación y condena mereció un cerdo acusado de haber cometido un perverso crimen durante un viernes de vigilia.

Por cierto, el papa Francisco aún no ha pedido perdón a los ´puercos´ y a las ´brujas´, aunque en honor a la verdad, bien es cierto que nunca ha hecho ´ascos´ a la hora de recibirlos y fotografiarse con ellos y ellas.

El escrache

Los juicios contra animales incluían, al igual que sucedía en los habidos contra los herejes y las brujas, su exposición pública en la que el condenado/a era sometido/a a a todo tipo de insultos y vejaciones por parte de un desdentado y vociferante populacho, cabreado y frustrado por sus propias miserias y carencias.

Culpables o inocentes, al final daba igual.

Lo más triste del caso es que los cerdos inocentes, no corrían mejor suerte que aquellos que eran hallados culpables, al ser degollados y desangrados hasta morir, y posteriormente sus cuerpos descuartizados, triturados y embutidos dentro de sus propias tripas, a la espera del momento de ser devorados por sus verdugos. La verdad es que en eso poco hemos avanzado.

Los casos antes mencionados no son fruto de la imaginación de un novelista borracho, sino que proceden de archivos judiciales eclesiásticos, y han sido recogidos por el historiador Michel Pastoureau [“UNA HISTORIA SIMBÓLICA DE LA EDAD MEDIA OCCIDENTAL: «EL ANIMAL: LOS JUICIOS CONTRA ANIMALES ¿UNA JUSTICIA EJEMPLAR?”, Michel Pastoureau, Katz Editores, Buenos Aires, 2006 – ISBN 84-935187-3-5].

Al conocer estas historias uno se plantea si los jueces eclesiásticos, en los casos descritos, eran simplemente, además de sádicos, tontos del culo, o si lo que realmente estaban haciendo con tamaño paripé, era encubrir deliberadamente a los auténticos responsables del crimen, para evitar el escándalos mayores. ¡Vaya usted a saber! Pero no creo que fueran tan imbéciles como para estar torturando e interrogando a una cerda, durante días, para finalmente dar fe de que ésta había confesado su crimen, así, sin más.

La caza, tortura y exterminio de los gatos existentes en Europa.

Quienes no tuvieron en esa época oscura, la “oportunidad” de un juicio “justo”, fueron los gatos, que simplemente por el hecho de serlo fueron objeto de sañuda persecución por parte de un supersticioso pueblo que adoctrinado desde los púlpitos, veía al diablo y sus secuaces por todos los lados. El hecho de poseer un gato convertía automáticamente a su propietario/a en sospechoso/a de practicar la brujería. Pues bien, una vez acabado con los propietarios de los felinos, y cuando ya nadie se atrevía a tenerlos en su casa, se comenzó directamente la caza, tortura y exterminio de los gatos existentes en Europa. Cientos de miles de gatos fueron hostigados, crucificados, empalados, desollados vivos y echados a las brasas. La Inquisición toleró los excesos de violencia contra este animal, tales como la repugnante costumbre de arrojar gatos vivos en las hogueras de la noche de San Juan.

Para 1347, año en el que la Peste Negra llegó, los gatos habían sido perseguidos y exterminados durante siglo y medio.

La consecuencia a esta barbarie se tradujo en que – al no quedar prácticamente gatos en Europa – la población de ratas creció imparable, pasó previo a la llegada de la muerte: LA PESTE NEGRA.

Con la llegada de Lutero y su antisemitismo compulsivo, como nadie quiso reconocer la incidencia que el exterminio de los “diabólicos” gatos había tenido en la propagación de la Peste Negra, se culpó a los “malísimos” judíos, que desde siempre igual han valido para un roto que para un descosido, de haber envenenado los pozos de aldeas y ciudades, comenzando su caza y exterminio, como antes se hiciese con los gatos. Comunidades judías enteras, en la Europa Protestante, fueron exterminadas, incluidos mujeres y niños, en este temprano pogromo judío.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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